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Historia de un pozo minero

La primera intervención bajo tierra de la brigada minera, de los especialistas en rescate subterráneo, fue en 1914. Desde esa fecha, sólo en Asturias, están documentadas las muertes de más de 5.000 mineros. Lo que les vamos a contar ahora sucedió el 14 de julio de 1949: del pozu María Luisa se sacaron 17 cadáveres.

Javier Cancho

| 05.10.2020 11:55

Uno de los mineros se llamaba Ángel. Ángel Suárez Nava y sólo tenía 16 años cuando fue sepultado por la mina. Murió enterrado. Su cadáver fue rescatado unas horas después por la Brigada de Salvamento, para volverlo a enterrar en la fecha siguiente, ya con liturgia y féretro. El día de los hechos, faltaba poco para las siete. Era una luminosa tarde de verano en la superficie, mientras -abajo- en la mina, el vigilante del grupo ordenaba disparar dos cartuchos de dinamita en una mamposta de una capa llamada "la Vieja". No estaban muy abajo. Sólo habían descendido doscientos metros cuando el gas grisú explotó por la detonación de un barreno.

En total fueron 22 los que quedaron atrapados en el pozu María Luisa. Siete fueron rescatados con graves quemaduras y trasladados al sanatorio Adaro. Unos cuantos cadáveres se recuperaron ya en las primeras horas después de la explosión, mientras la Brigada se afanaba en llegar llegar hasta los demás, hasta los que seguían sepultados. Y arriba, en la superficie, una vez más, se repetía aquella ceremonia siniestra de dolor y duelo contenido… con centenares de mineros acompañando a las familias esperando noticias sobre los desaparecidos. Murieron 17, algunos en el hospital por las quemaduras. Aquel siniestro dejó 22 huérfanos.

El cortejo fúnebre partió desde la explanada de la mina en dirección al cementerio de Ciaño. Se especuló con que iba a venir el ministro de Trabajo, José Antonio Girón. Pero el dirigente falangista estaba muy ocupado preparando en Madrid los actos de conmemoración del alzamiento militar del 18 de julio. Tras la parada en el cementerio de Ciaño, el gentío continuó hasta Sama acompañando los féretros de los otros muertos y luego se formó otra comitiva que llegó hasta el puente de La Oscura. Al final de la tarde las autoridades se trasladaron al hospital de Langreo prometiendo la máxima ayuda del Gobierno, mientras continuaba la búsqueda de los seis mineros que seguían sepultados.

Cuando todavía no se había secado el cemento de las tumbas de los mineros muertos en el Pozu María Luisa, cuando para sus familias el duelo no había hecho más que comenzar, fue entonces cuando el Ministerio de Industria y Comercio promulgó una orden nueva. Una orden denominada "Inspección de calidades y aumento en la producción de carbones". El gobierno de Franco necesitaba combustible. Y se dio la orden, desde el Consejo de Ministros, para que la Dirección General de Minas abriese delegaciones por todo el país, con el doble propósito que -en realidad- era uno solo de mejorar el rendimiento de los mineros y -sobre todo- incrementar la producción. Fue en aquellos días de verano triste cuando en las cuencas mineras de Asturias se improvisaron unas estrofillas que se entonaban así: Franco dijo a los mineros / hay que picar más carbón / y los mineros respondieron / pícalo tú, so cabrón /".

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