No tenemos Cebadas en la Estafeta, pero tenemos a Pablo Iglesias. Me recuerda a uno de esos toros sueltos que van por la calle midiendo las femorales a la gente. Yo he visto a esos toros con los ojos negros del cristal de un meteorito, triangulan el infortunio, arrancan a los guiris de los portales. Les dejan cicatrices de recuerdo de Pamplona y a Joe y a kevin les dibuja en los muslos el mapa de los ríos de mi Españita. A esos toros les da el cuarto de hora cuando se quedan solos y se sienten desprotegidos como iglesias, que sigue corneando periodistas que le nombran a Dina, que es una mujer criptonita.
Dice que naturalizar el insulto, dice, claro, que el insulto a otro. Yo adoro a iglesias, porque te hace la radiografía de las influencias de los poderes en los medios un señor que en 2014 se hizo famoso por presentar un programa de televisión financiado por una potencia extranjera como Irán para según él difundir un discurso de izquierdas y desestabilizar el país. Entonces confesó que la política era cabalgar contradicciones. Ahora te hace la revista de prensa.