EN LA BRÚJULA

Ónega a Felipe de Edimburgo: "Pasó tres cuartos de siglo al lado de la encantadora reina Isabel II unidos en matrimonio, sin ser su caballo"

Fernando Ónega cierra La Brújula con un comentario para el recién fallecido marido de la reina Isabel II de Reino Unido.

ondacero.es

Madrid | 09.04.2021 23:34

Parece que hoy toca despedir a un señor muy alto y muy noble –noble en el sentido aristocrático de la palabra- que hoy, según Buckingham, falleció en paz. Es esa paz descanse, pues, y dediquémosle un adiós a quien tuvo el difícil empleo de rey consorte en la monarquía más acreditada del mundo. Callos en las manos no lleva muchos. Según la serie “The Crown”, corrió todas las juergas, eróticas o no, que se pueden correr de casado.

Pilotó todos los modelos de aviones que hubo en el Reino Unido. Y según su propia confesión, fue el hombre que descubrió más placas de plazas, estatuas, edificios y parques de la historia británica. Si tuviera tarjeta de presentación, podría decir: “Felipe de Grecia y Dinamarca, descubridor de placas”. Pero lo más meritorio es que pasó tres cuartos de siglo al lado de la encantadora reina Isabel II unidos en matrimonio y sin ser su caballo.

Eso le convierte, Alteza, en héroe nacional. Su caso será estudiado, pero no en las cátedras de Historia, sino en las de Zoología: el mejor animal de compañía. Yo no sé muy bien en qué consiste trabajar de reina de Inglaterra, con tantos tronos por el mundo. Por tanto, ignoro en qué consiste ser su marido, una vez cumplidas las obligaciones matrimoniales, entre las que figuró la de darle hijos --¡y qué hijos!-- para la continuidad de la especie. Pero lo que tenía que hacer, lo hizo bastante bien.

No hipotecó ningún palacio de la augusta familia. No empeñó ninguna joya de la Corona. Encontró a Isabel II bastante atractiva como para dejar de ponerle los cuernos. Y supo cuál era su papel en el negocio familiar: estar exactamente un paso por detrás de Su Majestad. Es el marido que más ha visto la espalda, por no decir el trasero de su esposa en público y en privado. Hay que tener un gran sentido de la Monarquía para eso. Hay que aceptar con realismo quién lleva los pantalones en casa. Una vez alguien, otro marido, le hizo una confidencia en Australia: “Mi mujer es filósofa y es mucho más importante que yo”. Y usted, Edimburgo, se solidarizó: “En mi familia tenemos el mismo problema”. Le faltó decir, alteza, que lo llevó con mucha dignidad; la dignidad que corresponde al inmenso braguetazo que dio. Como hoy no hablamos de Gibraltar, descanse en paz.