En la brújula

La carta de Ónega al príncipe Andrés: "El abuso de una menor es repulsivo y su autor, repugnante y aborrecible"

La carta de Fernando Ónega en La Brújula hoy dirigida al príncipe Andrés de Inglaterra

ondacero.es

Madrid | 14.01.2022 23:31

Y saludos poco cordiales al príncipe Andrés de Inglaterra, duque de York, no sé cuántos títulos más y hasta hoy noveno en la línea de sucesión a la Corona británica. No va camino del patíbulo, señor, pero sí que cumple el deseo de los 153 veteranos del ejército que le pidieron a su madre la reina, que le despoje de sus títulos y, si fuese necesario, que usted sea “despedido con deshonor”. Ni una letra de compasión, señor príncipe, porque supongo que sigue siendo príncipe, no lo sé. Ni un asomo de piedad ni comprensión por aquello de ser vos quien sois. Y la reina obedeció.

No le puede quitar su sangre, pero se la quitaría. Lo aparta de todo, reniega de usted, le dice que se defienda como un ciudadano privado, que no cuente con una libra de su patrimonio, seguro que en la soledad de sus palacios le pregunta a Dios por que le castigó con ese hijo.

Otro “annus horribilis” en la vida de Su Graciosa Majestad: perdió a su marido, perdió a uno de sus nietos, que se fue con la artista y no quiso saber nada de la rígida vida cortesana, y le viene perdiendo a usted, dicen que su hijo preferido, desde que se conocieron sus andanzas con Epstein y su esposa en esa tenebrosa historia del abuso, quizá prostitución, de una menor, cuya venganza tardó años en madurarse, pero resultó terrible.

¿Sabe una cosa, Andrew? Cualquier otro delito tampoco sería justificado, pero quizá sería entendido como una debilidad humana. El abuso sexual de una menor, no. El abuso de una menor es repulsivo y su autor, repugnante y aborrecible. Y encima, ha echado usted un borrón en una institución cuyo principio es la ejemplaridad. Nadie, ni siquiera su madre, cree en su inocencia, aunque todavía no haya sido juzgado. Tiene usted 61 años y, si algo hereda de la reina Isabel, quizá tenga una larga vida por delante.

Pero pasará de los ventanales de los palacios a las rejas y cerrojos de una prisión. Pasará de todos los uniformes militares al ruin uniforme de presidiario. Y de aquella mesa de Buckingham que hemos visto en las películas al comedor colectivo de la cárcel. Y de héroe de las Malvinas al villano de Windsor. Y en vez de mayordomos tendrá guardias. Y en vez de recibir honores, será el rostro humano del deshonor. Y quien sabe: a lo mejor, al verse entre delincuentes, la cárcel puede ser una liberación.