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La carta de Ónega a Fernando Simón: "Se nos había perdido en la niebla, doctor"

Fernando Ónega dirige su carta en La Brújula a Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias.

ondacero.es

Madrid | 09.09.2021 23:26

Y buenas noches al doctor Fernando Simón, nuestro hombre en la pandemia. Se nos había perdido en la niebla, doctor. Y lo que es la telepatía: ayer mismo se empezaron a escuchar voces, la de Alsina, por ejemplo, la de la Sexta por la noche, que se preguntaban dónde estaba el doctor Simón. Algunos lo imaginaron en la moto aquella de la foto de portada. Otros pensaron que se había tomado unas largas vacaciones. Y los peor pensados, que son los que siempre aciertan, se dijeron que ahora el protagonismo es de la señora Darias, la ministra de Sanidad.

Donde hay ministra no manda director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. Todo depende, supongo, del cariño que quien manda le tenga a las cámaras y de la cantidad de gente que le diga “qué bien das en la tele”. En esas estábamos los profetas y exégetas de las ausencias y, como si usted oyese esa inquietud nacional, hoy se apareció en carne mortal en la ciudad de León, en un acto que supongo que habrá que llamar académico.

Llevaba una florida mascarilla, de las que no venden en las farmacias, me pareció que tenía más entradas en la zona donde empieza la calvicie, y fue su reencuentro con los micrófonos. Lo que se llama una aparición estelar, como la de un artista. De fondo se podría poner la rumba de Peret “que no estaba muerto, no, no”, que estaba en su trabajo normal. Y habló de la situación de la pandemia. Y justificó su silencio elegantemente diciendo que la gravedad no requiere pregonero.

Y dijo la frase enigmática, “ya no matamos moscas a cañonazos”. Fue como si volviéramos a los confinamientos, pero con los bares abiertos en el Barrio Húmedo de León. Celebro haberle visto, don Fernando. Celebro haberle escuchado, que ahora ya sabemos que podrá haber más oleadas, pero serán oleaditas. Celebro que los imitadores de su voz singular vuelven a tener argumento.

Y celebro su buena salud después de haber sido nuestro termómetro en la peste: usted se ganó muchas críticas, unas justas, otras no tanto; muchos elogios, unos justos, otros no tanto; pero en una línea de su curriculum puede poner “y sin embargo me quieren”. Tanto roce, tantas horas de charleta crearon ese afecto, querido doctor Simón.