Antes de llegar al final, que será el de conocer a esa Angela Channing gallega, empecemos por el día y el lugar del asesinato. Verín, en Orense, la noche del 11 de septiembre del año pasado.
Un conductor llamado Bernardino Pousa Rodríguez regresa con su autobús a Verín, una localidad de unos 14.000 habitantes. Está acabando el verano y Bernardino ha pasado el día llevando y trayendo turistas a playas de la vecina provincia de Pontevedra, como la de Samil. Son algo más de las once y media de la noche y el hombre deja su autobús en las cocheras que la empresa tiene en Queizas, apenas a un kilómetro de Verín. Ya no saldría vivo de allí.
Alguien estaba esperando a Bernardino. Cuando baja del autobús, le golpea en la cabeza con una barra de hierro y le degüella con un cuchillo, le corta el cuello. El hombre cae muerto allí mismo. Y allí le encuentra un compañero de trabajo dos horas después, alarmado porque, en los últimos tiempos, todos los conductores de Autocares Guerra habían decidido avisar a sus compañeros cuando acabaran la jornada.
Tomaban esas precauciones porque en febrero de 2010, varios atracadores entraron en las cocheras. Retuvieron a Bernardino y a una compañera suya. Les golpearon y se llevaron dinero y joyas. Fue un asunto un tanto raro.
Aquella compañera de Bernardino Pousa había encontrado en su coche un paquete que tenía un kilo de marihuana y lo había denunciado días antes del asalto. Las pesquisas de la Guardia Civil descubrieron que su ex novio le había dejado allí la droga para buscarle la ruina.
Tenemos un asesinato cometido en septiembre de 2011, la víctima es un conductor de autobús. Y en 2010, un año antes, ocurre ese violento episodio. Supongo que lo primero que investiga la Guardia Civil es si el crimen está conectado con aquella vendetta de un ex novio.
Pero hay algo que no cuadra desde muy temprano. Esta vez, los asaltantes, los asesinos, no se han llevado nada de dinero. Fueron a las cocheras expresa y exclusivamente a matar a Bernardino Pousa. Y el perro, el perro de la víctima, no estaba tampoco en el lugar del crimen.
Algo barruntaba, porque hacía meses que dejaba a su perro atado en las cocheras y luego se iban juntos a su casa de Verín. El perro era bastante fiero y casi no podían acercarse a él ni los compañeros de Bernardino. Sin embargo, no estaba en el lugar del crimen. Alguien, sorprendentemente, lo había soltado. Y el perro, también de forma extraña, se había ido tranquilamente.
Lo cierto es que la hipótesis del robo quedó descartada y los investigadores empezaron a mirar con lupa la vida personal, el entorno de la víctima. Y lo hicieron, como siempre, en profundidad, como si fueran los biógrafos del muerto, porque cualquier detalle podía valer.
Bernardino Pousa era un tipo sencillo. De joven se marchó, como tantos españoles, con su esposa Dolores a Alemania. Allí ambos trabajaron muy duro mientras su hija Ángeles, entonces muy pequeña y ahora una treintañera, se quedaba en Verín viviendo con sus abuelos.
Y ese matrimonio de gallegos emigrantes regresó a Galicia con un capitalillo que se habían ganado a pulso. Tenían buen dinero ahorrado y además compraron un par de pisos en Orense y en Vigo. El hombre consiguió en Verín empleo como conductor de autobús y logró también trabajo para su hija. Bernardino, por cierto, ya era abuelo de dos nietos. Eso sí, su esposa no estaba muy contenta tras su regreso a Galicia.
Es una historia repetida porque la mujer, Dolores, acusaba a su marido de andar con mujeres de "moral distraída"… Lo cierto es que Bernardino tenía una novia estable, una mujer portuguesa –Verín está a muy pocos kilómetros de la frontera con Portugal– y su esposa le reprochaba además que frecuentaba malas compañías. Al final, marido y mujer tenían ya vidas separadas, ni siquiera vivían ya juntos desde hacía casi un año, aunque eso sí, no habían formalizado todavía esa separación ni ante el juez ni ante el notario que había registrado el testamento de Bernardino.
El hombre se llevaba mal con su esposa y también había tenido últimamente discusiones con su hija, con Ángela. Además de los reproches que su hija le hacía por su vida personal, Bernardino, por su parte, no aprobaba a Alberto Fernández, el último novio de su hija, ya una mujer de 35 años, separada y madre de dos hijos. El novio de marras es un tipo de 29 años al que en su pueblo llamaban El Xudas.
La Guardia Civil se encuentra con una familia que estaba enfrentada antes de la muerte del padre. Tras su asesinato, en septiembre, recuerden, pasan dos meses de investigaciones, y todo parece en punto muerto...
El 11 de noviembre hay una manifestación en Verín organizada por Germán Pousa, el hermano de la víctima. Allí acuden también, cómo no, la viuda y la hija de Bernardino para reclamar justicia y que se detenga a los culpables. La hija incluso tomó la palabra y se dirigió a las casi 200 personas que allí había para apoyar a la familia.
Y todo cambia, de pronto, cuando llegan los resultados de laboratorio, las huellas en aquella barra de hierro, restos de saliva, de sudor...
Mientras se analizaba todo eso en el laboratorio, la Guardia Civil trabajaba investigando al futuro yerno de la víctima. Vieron que tenía malos hábitos, también malas compañías. Y que su teléfono estaba situado muy cerca de la zona del crimen, a la hora del crimen.
Así que a finales de febrero, la Guardia Civil detiene al novio de la hija del conductor asesinado. Le cuentan que tienen pruebas de ADN recogidas en el lugar del crimen que le implican, concretamente en la barra de hierro con la que se golpeó a su suegro. El tipo se derrumba y lo que cuenta deja en muy mal lugar a su novia y a la familia del muerto.
Alberto El Xudas dice que fue la hija del conductor, su novia, la que le dio el dinero para contratar a alguien que diera un escarmiento a su padre. La Guardia Civil interroga también entonces a la hija de la víctima, cuenta otra versión: dice que su novio buscó a un tipo apodado El Cobra para hacer ese trabajo tan siniestro y que se lo contó a ella después. En principio todo se hizo, según la hija, solo para darle un escarmiento.
El Cobra es un delincuente consumidor de cocaína y heroína. Es portugués, pero tiene lazos con Verín –allí ha dejado dos hijos de dos mujeres diferentes–. Vive en Chaves pero suele cruzar a Galicia, se tarda apenas veinte minutos, para comprar cocaína. En esos trapicheos por Verín, El Cobra, que se llama realmente Ilidio Magalhaes Ribeiro y tiene 29 años, habría conocido al Xudas, el yerno del pobre conductor de autobús, que le habría considerado, suponemos, idóneo para el violento encargo que le iba a hacer.
El Cobra tenía, que se sepa, antecedentes por robo y también por agresiones a mujeres. Lo cierto es que el tipo aceptó el encargo, pero con una diferencia muy sustancial: él asegura que no le dijeron que tenía que asustar al conductor de autobuses, sino matarlo.
Y El Cobra también está ya en la cárcel, gracias a esa investigación de la Guardia Civil. Fue el último en ser detenido. Los investigadores sabían que volvía a Verín cada vez que quería ver a sus hijos y también cuando necesitaba comprar cocaína y allí le esperaron. Finalmente, El Cobra cayó el 7 de marzo, la semana pasada, en otro de sus viajes a Galicia. Y ahora está en la cárcel de Pereiro, en Vigo.
El Cobra asegura que le pagaron 7.000 euros y que se los dio su amigo, el novio de la hija de la víctima, el Xudas. Eso sí, dice que no recuerda bien lo que ocurrió la noche del crimen y que "perdió el control" tras golpear a Bernardino con la barra de hierro.
Memoria selectiva, como vemos. Hemos hablado hasta ahora de un Falcon Crest en Galicia, un crimen familiar, con la hija y el yerno implicados pero no entiendo el asunto de Ángela Channing, ¿quién es aquí Ángela Channing, la mujer madura, ambiciosa, malvada?
La mujer a la que comparan con Ángela Channing algunas personas en Verín es la esposa de Bernardino, la madre de la chica presa, la suegra de El Xudas. Se llama Dolores Álvarez, tiene 59 años, y está también en prisión, acusada de organizar todo el crimen, y de pagarlo, por cierto.
La propia esposa encarga matar a su marido y se lo encarga a la hija de los dos. Y ésta lo comenta con su novio que subcontrata a un cocainómano portugués...
Contra la esposa de Bernardino está la declaración de su yerno, El Xudas, que asegura que fue ella quien lo planeó todo y quien convenció, primero a la hija de la pareja y luego a él. También hay algunas escuchas telefónicas.
Imaginamos que habría querido matar a su marido esta mujer, por avaricia, imaginamos. Aunque habría que preguntarle a ella, pero no dice ni pío, es la única de todos los detenidos que no habla. Lo que sí se sabe es que Bernardino le había dicho a Dolores que quería el divorcio, y también le había dicho que iba a cambiar el testamento. La mujer, ha confesado su yerno a la Guardia Civil, tenía miedo de que eso ocurriera.
Además, el hombre tenía una nueva pareja y podía dejarle a ella una parte de lo que habían ganado en Alemania. Por último estaba el estilo de vida un tanto disipado de Bernardino, al que acusaban de estar quemando parte de sus ahorros. La esposa habría acabado convenciendo a la hija de que su padre "se iba a gastar el dinero de mis nietos, de tus hijos, si no hacemos algo"
Ella primero pedía justicia y luego solo contaba a los guardias civiles que no dormía "desde que mi Bernardino morreu (murió)." Y su hija, de momento, respalda esa versión. Pero hay una prueba clave contra ella, el rastro del dinero.
Hay rastros de cómo la mujer sacó 7.000 euros del banco. Y también está el testimonio del sicario, El Cobra, que recordó ante la Guardia Civil que el día que fue a cobrar por su trabajo se cabreó mucho: su amigo, el yerno de esta Ángela Channing gallega, le hizo esperar y no pudo pagarle, le dijo, "hasta que mi suegra vaya al banco".
Pero al final le pagaron. Y, por desgracia, cumplió con su sangriento encargo, mató a Bernardino. Le pagaron. Eso sí, la esposa no se gastó dinero de sus ahorros: sacó dinero de la cuenta corriente conjunta que aún tenía con su marido. O sea, pagó el crimen de su marido con dinero de su marido, al menos la mitad.
Guardia Civil ha descubierto que este siniestro grupo intentó acabar con la vida de Bernardino Pousa en dos ocasiones antes, siempre en las cocheras de autobuses, el que luego fue el lugar del crimen.
Claro, imagino que la hija que trabajaba en la misma empresa y la esposa conocían los horarios de este hombre. Fallaron las dos primeras veces porque había otros compañeros en las cocheras, y también estaba el perro guardián de Bernardino. No se atrevieron. Pero el tiempo se les acababa porque aquel 11 de septiembre, el verano ya languidecía en Galicia y aquella noche era la última excursión en la que Bernardino traía de regreso a los turistas de las playas de Vigo y se quedaba solo en la cochera.
El sicario, El Cobra, no daba el perfil idóneo de un profesional. No era discreto, tenía problemas con las drogas... Pero además, había tenido varios incidentes conduciendo, había dado positivo en controles de alcoholemia y le habían quitado el carné de conducir. De forma que alguien tenía que llevarle en coche la noche del crimen hasta las cocheras y sacarle de allí una vez que matara a Bernardino.
Y lo que ocurre además es que se ha banalizado mucho todo. Sí que hay sicarios profesionales, muchos de ellos colombianos, muy eficaces, que han matado en España, a los que se llamaba Los Tyson.
Los Tyson, como el boxeador ese Mike Tyson, tan bestia. Los Tyson porque venían a España, golpeaban (mataban) y volvían a su país sin dejar huella. Lo que ocurre es aquí como en todo hay categorías. No se nos olvida el caso de Margarita, una mujer de Alicante que quería matar a su marido, Juan Galán, y se lo encargó a su hijo y a sus amigos de instituto. Estos llegaban tarde a cometer el crimen y la mujer se quedó dormida mientras les esperaba (su marido estaba drogado en casa) y ellos, con un carrito de supermercado, se hartaron de llamar a la puerta de la casa de madrugada, algo que los vecinos no olvidaron y contaron a la policía cuando llegó para investigar el asesinato de aquel hombre.
En fin, qué terrible historia, un hombre asesinado y ahora están en prisión su esposa y su hija. Estoy pensando ahora en ese abuelo que crió a la hija mientras el matrimonio estaba en Alemania, qué horror, en sus biznietos, ahora con su madre y su abuela, presas...
Y en el hermano de Bernardino, Germán, que también ayudó lo suyo. Y que fue quien movilizó todo después del crimen. En una entrevista con La Voz de Galicia, Germán Pousa no quería creer que su cuñada y su sobrina estuvieran implicadas en el asesinato. En cuanto al abuelo, algo debía intuir o barruntarse el hombre cuando siempre aconsejaba "no mover más las cosas, no buscar más, que ya no había remedio".