JULIA EN LA ONDA

Territorio Negro | El caso de Naiara Briones: tortura y muerte de una niña de ocho años

Manu Marlasca y Luis Rendueles hablan en Julia en la onda sobre el terrible suceso de la tortura y muerte de Naira Briones, una niña de ocho años maltratada por su familia y asesinada por su tío en Sabiñánigo, en Huesca.

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Aquella película de Chicho Ibáñez Serrador, hoy un clásico de terror, se llamaba "Quién puede matar a un niño". En el territorio negro de hoy, Manu Marlasca y Luis Rendueles nos van a contar el terrible caso de la tortura y muerte de una niña de ocho años, se llamaba Naira Briones, maltratada por su familia y asesinada por su tío en Sabiñánigo (Huesca).

El caso de Manuela Chavero

Antes, repasamos los sucesos de la semana, que ha tenido nombre de mujer, Manuela Chavero y del detenido por su desaparición y muerte, Eugenio Delgado, su vecino.

Cuatro años y tres meses después de la desaparición en Monesterio (Badajoz) de Manuela Chavero, una mujer de 42 años, madre de dos hijos, la Guardia Civil ha detenido a un vecino suyo, que está en prisión.

Así es. Los dos vivían en la calle del Cerezo. Manuela Chavero se había separado y había empezado una nueva vida, digamos. Era una mujer joven, atractiva y empezó también una relación con un chico de su pueblo. Todo indica que uno de sus vecinos, también un chico joven entonces, Eugenio, 18 años menor que ella, quiso tener algo con ella, se obsesionó, siguiendo aquello que se dice en El Silencio de los Corderos, "codiciamos lo que vemos cada día".

Hasta que una noche de julio de 2016 Eugenio acudió a casa de su vecina para decirle que ya podía devolverle una cuna que le había prestado. Según el acusado, Manuela tuvo un accidente en su casa, resbaló y se golpeó en la cabeza, murió allí, en el acto.

Esa es la versión de este hombre. Pero la Guardia CIvil no la cree. Piensa que estamos ante un crimen con una motivación machista y sexual.

Esa es la línea de investigación ahora. Después de que Manuela Chavero muriera, Eugenio la desnudó, quemó sus ropas y la enterró en una finca cercana. El problema para él es que el cráneo de la mujer no muestra ningún golpe en la cabeza. Se han encontrado ya restos de sangre en la casa y la UCO, también con nuestro agente canino Dylan y su compañera Xela, siguen buscando pruebas de que se trató de una emboscada y un asesinato, no de un accidente.

Delincuentes torpes

Y ahora vamos con los 'tolais' de la semana, esos delincuentes torpes que nos inspiran alguna sonrisa. O no, que diría el clásico: un tipo moreno, gafas de sol, sin camiseta, fuerte, con perilla, salía en redes sociales quemando y rompiendo billetes de cien euros. De fondo, música rapera y algunas frases como "aburrío, me apetece joder un poco a los pobres policías".

La Policía Nacional precisamente comprobó la IP del ordenador, la dirección electrónica, que estaba en su casa, en Puente Tocinos, provincia de Murcia. Y cuando fueron a detenerlo allí estaba el tipo, con un fusil simulado. Era el jefe de una banda que robaba pisos. Llevaba en busca y captura, físicamente escondido, más de un año.

Y dos casos más, tolais de servicio público, que decís vosotros. No es correcto robar un patinete eléctrico, sobre todo si no se sabe conducirlo y cuando intentas escapar subido en él, el patinete te deja luego tirado y en manos de la policía. Ocurrió en Málaga.

Y todos nos hemos enfadado alguna vez con algún cajero automático que no funcionaba o no nos daba lo que quería. Pero hay maneras: un vecino de Gijón, de 52 años, trató de sacar dinero en un cajero de la plaza del 6 de agosto, en el centro. No lo consiguió y se fue frustrado. Y también cabreado, porque al rato volvió con su bicicleta y con un martillo con el que reventó el cristal del cajero. Varios testigos le vieron y le oyeron, según el atestado policial "golpeando reiteradamente y con furia el cristal a la vez que profería improperios y maldiciones".

La historia de Naiara Briones

Es la última vez que vamos a sonreír en este territorio. Porque entramos en la historia de Naiara Briones, una niña de ocho años que murió en el hospital Miguel Servet de Zaragoza el 6 de julio de 2017. El juicio por su muerte ha terminado y el jurado ha emitido su veredicto.

Falta solo que el juez dicte la sentencia, la pena para los acusados en esta historia terrible, creo que una de las más duras y también la de violencia y crueldad más gratuitas, más inexplicables que hemos conocido. Naiara Briones es hija de una pareja que vive en Argentina. Esa pareja se rompe y su madre, Mariela, conoce por internet a Carlos Pardo, un hombre que vive en Jaca. Empiezan a chatear, se gustan, quieren conocerse y finalmente, en el año 2012, la madre de Naiara se traslada a España con su cría, entonces de tres años, y se instalan en la casa de este hombre, que vive con sus dos hijas de una relación anterior.

La madre de Naiara busca trabajo y lo encuentra en un hotel en Bielsa, a cien kilómetros de allí, no puede acudir a dormir a casa. El padrastro está en paro y es quien más tiempo pasa con la niña. Y en el verano de 2017 algo empieza a torcerse.

Así fue. El padrastro de Naiara se queja cada vez más a su madre del comportamiento de la cría. Le dice que no estudia, que no obedece, que no hace los deberes. Como su madre está trabajando fuera, le propone que la cría vaya unos días a vivir con la abuela y el tío, en Sabiñánigo. La madre acepta y Naiara se va allí el 24 de junio de 2017.

Apenas trece días después de ese traslado, el tío de Naira avisa a los servicios de emergencia. Dice que su sobrina se ha caído por las escaleras. Un helicóptero lleva a la niña al hospital, donde muere por la gran cantidad de heridas y golpes que tiene.

Así fue. Muy pronto los médicos se dan cuenta de que la niña no se ha caído por las escaleras. Los golpes que tiene por todo el cuerpo, algunos no de ese día precisamente, lo revelan. La investigación de la Guardia Civil va a descubrir el horror que vivía esa cría durante 13 días en casa de su familia política, una abuela llamada Nieves, su tío Iván, y en muchas ocasiones sus dos primas de 14 y 12 años.

Las primeras pruebas las recupera la Guardia Civil en teléfonos móviles de esta familia, también del padrastro de Naiara.

El 2 de julio, una semana después de que Naiara llegara a esa casa, su abuela y su prima de 14 años hablan por whatsapp y se intercambian una fotografía. Es Naiara, está de rodillas y tiene unas enormes orejas de burro en la cabeza. Está aterrorizada y triste. Su tío ha enviado antes esa misma imagen a la prima de la cría.

Su tío, un vigilante de seguridad que no tenía antecedentes penales, envía también aquellos días varios mensajes de whatsapp sobre los castigos que le imponían a la pequeña porque, decían, no hacía los deberes. Vamos a leer uno de los mensajes que se cruzaban esta gentuza y que fueron recuperados por la Guardia Civil: "Pues mañana, guijarros del río (se refiere a que la hacían ponerse con los brazos en cruz y de rodillas sobre ortigas y piedras cuando la castigaban). Y ahora se queja, ahora llora de que le duele, de que tiene las rodillas (se oye la risa de este hombre) que le duelen. Pues de momento hasta cenar se va a quedar así".

Este mensaje se lo envía el tío de la niña a su padrastro, la pareja de la madre, que estaba trabajando en un hotel totalmente ignorante de las torturas a su hija.

No vamos a extendernos demasiado, pero sí diremos que hay otros vídeos y otros audios en los que se ve a la niña de ocho años sobre de rodillas sobre un libro que está cubierto de sal gruesa: la cría se queja y dice "esto pica y duele". Se oye la voz de un hombre decir. "Tú te lo has buscado".

Y así durante 13 días. En esa casa había también una mujer, una abuela, la madre de ese torturador y la madre del padrastro de esa niña.

La abuela no ayudó nunca a Naiara, al contrario. Hay otras charlas en las que se habla de ella y se dice "la abuela ha dicho que ortigas y piedras, pero muchas, que no le deja. Que no le deja dormir". El jefe de la madre de Naiara declaró que la abuela había pedido que le dejaran a ella a la niña, que se portaba mal en el colegio, que no había quien la aguantara y que le iba a caer un castigo bueno. La investigación ha revelado que la abuela había pegado en ocasiones a sus propias nietas.

Y en ese clima de terror, de absoluto desamparo para esta niña de ocho años, con su madre trabajando fuera, en casa de una gente que la maltrata y la humilla, llegamos al 5 de julio de 2017.

El tío de Naiara, Iván Pardo, le había puesto unos deberes, otros más. Tenía que copiar 20 veces una lección antes de acostarse. El hombre se fue a su trabajo como vigilante nocturno y regresó a la casa al amanecer. Preguntó a la niña si había hecho todos los deberes, ella dijo que no y entonces el la golpeó en la cabeza, luego se quitó la camiseta y le dijo: "yo voy a sudar pero tú lo vas a pasar muy mal. Te voy a dar durante diez horas". En la casa no estaba la abuela, que estaba trabajando.

No fueron diez horas, porque después de cinco horas, cinco horas de torturas la niña murió. Lo hemos visto en algunas películas, pero todo esto fue real.

El tío Iván cogió una raqueta eléctrica de las que se usan para matar moscas y le daba descargas en los pies a la niña. Para que no se oyeran sus gritos, le metió un calcetín en la boca, la ató con sus esposas manos y pies y empezó a darle puñetazos en la cara. Usó cinturones metálicos... Solo paró cuando la niña cayó inconsciente. Todo esto lo hizo delante de dos testigos, de las primas de Naiara, que tenían entonces 14 y 12 años.

Imaginemos esas cinco horas, las últimas horas de vida de esta niña, que acaba inconsciente, agonizando allí, en casa de su abuela y su tío político. El tipo ordena a sus sobrinas que limpien la sangre y luego que llamen a emergencias, pero la niña muere en el hospital.

La autopsia va a descubrir todas esas torturas y también algunas antiguas. Por ejemplo, la niña, nunca sabremos cómo, se había roto la tibia de una de sus piernas y esa herida había soldado, es decir, se la había curado a pulso, sola.

El culpable ha contado que estaba muy estresado en el trabajo, que tenía un cúmulo de problemas con la empresa y que la niña no dejaba dormir a sus primas ni a la abuela. Él mismo dijo "no encuentro otra explicación".

No tiene ninguna enfermedad mental. Durante la investigación se justificaba el clima de terror con que el padre de todos ellos, un guardia civil ya fallecido, los maltrató de pequeño. El jurado lo ha declarado culpable y el juez será quien decida la pena que le impone, si será prisión permanente revisable o no.

El juez deberá también decidir la pena para la abuela y el padrastro de Naiara, a quien el jurado ha declarado culpables de delitos contra la integridad moral de la niña, que pueden ser castigados hasta con tres años de cárcel.

Y en esta terrible historia, tan triste, queda una madre que ha perdido a su hija y ha sido también señalada en el pueblo como responsable de lo que ocurrió.

Mariela Benítez fue investigada y su participación o conocimiento de lo que ocurría fue totalmente descartado por la Guardia Civil. No tuvo nada que ver ni supo nada. Antes de empezar el juicio, la mujer dio una entrevista a los compañeros del Heraldo de Aragón en la que pedía justicia y cárcel para el asesino de su hija, aunque, y esa posición fue muy criticada, decía que ponía la mano en el fuego por su marido, Carlos, ha quien ha seguido respaldando todos estos años y que acaba de ser declarado culpable por el jurado. La mujer anunció que después del juicio se iría del pueblo.

Por cierto, dos detalles más sobre esta historia. En el cubo de basura de la cocina los investigadores encontraron parte de los deberes que aquella noche había empezado a hacer Naiara antes de dormirse. Y, aunque ya a nadie le importe, Naiara había aprobado todas las asignaturas aquel curso, tercero de primaria, no suspendía ninguna.