En medio de todas las declaraciones e imágenes simbólicas que nos está dejando la cumbre de la OTAN, ayer nos llamó la atención este comentario de Boris Johnson, qué maravillosa voz tiene Johnson cuando se le escucha sin imagen, refiriéndose a la masculinidad tóxica: “Si Putin fuese una mujer no creo que se hubiese metido en esta loca guerra de machos, invasión y violencia. Es el ejemplo perfecto de masculinidad tóxica”. Eso es lo que dice textualmente el primer ministro británico, que aprovechó para reivindicar una mayor presencia de mujeres en posiciones de poder.
Hace tiempo que el Consejo de Seguridad de la ONU reconoció que la guerra afecta a las mujeres de manera particular, y que, por lo tanto, la perspectiva de género era clave en la negociación y la mediación de los conflictos internacionales. Sin embargo, 20 años después, el panorama apenas ha cambiado. Solo hace falta echar un vistazo a las fotos de la última cumbre: de 31 mandatarios, solo cuatro son mujeres.
¿Qué es la “masculinidad tóxica” aplicada a la política, la guerra y el poder? ¿Hay un estilo de liderazgo “femenino” y otro “masculino”?
El lunes la Comisión de Sanidad del Congreso aprobó estudiar la regulación del cannabis para uso medicinal. Eso podría abrir la puerta, previa prescripción médica, a la dispensación en farmacias del cannabis o sus derivados. Según algunos estudios, estos fármacos son útiles para aliviar los síntomas del dolor crónico o la endometriosis, o paliar algunos de los efectos secundarios de la quimioterapia.
