Si es usted progresista, hoy es mejor que lea noticias internacionales. Encontrará consuelo en Colombia, donde ganó el candidato de izquierdas por primera vez desde… nunca, porque nunca antes gobernó ese país ninguna formación que no fuera la derecha. También puede inspirarse en Francia, dónde Melenchon ha conseguido unir con éxito a su alrededor todos los Frentes de Judea, con permiso de los Monty Python.
Exactamente lo contrario de lo que ocurrió ayer en Andalucía: la izquierda volvió a las andadas disgregadas y les han dado con la mano abierta a sus expectativas. Los andaluces escogieron a Juanma, la marca y el estilo Juanma y acabaron con la superstición de que Andalucía es de izquierdas. Ya no. Ahora es de Juanma. Cualquier demócrata, a un lado y otro del abanico ideológico, puede hoy celebrar una buena noticia: la extrema derecha ha tenido el peor de los castigos, ser cero… a la izquierda.
Más allá de lo obvio, la victoria incontestable de Moreno Bonilla, vamos a analizar los mensajes que envían los resultados electorales en el sur de España: Los exportables fuera de la Comunidad, los genuinos y los avisos a los liderazgos testosterónicos. Banderas verdes, serenidad y carótidas no inflamadas. O sea, andalucismo sin crispación y sin gritos. Igual sus señorías en Madrid, descubren la pólvora y se aplican el cuento.
¿Indican estos resultados un cambio de ciclo electoral o la lógica autonómica no puede aplicarse a la dinámica nacional? ¿Cómo debe reaccionar la izquierda a estos resultados? ¿Y la derecha…? Porque el triunfo de Moreno Bonilla es también el triunfo del sector centrista del PP… ¿Y Ciudadanos? ¿Tiene algo que repensar o ya si eso lo van haciendo inexorablemente los electores?
