Hola, Victorio.
Qué poco hace falta. Qué poquico hace falta para ilusionarse con el Murcia. Un 0-0 en casa suena a domingo triste y regreso cabizbajo a casa, pero el de ayer fue un 0-0 de cabeza alta. No sólo por lo que vimos sino por lo que intuimos que podemos llegar a ver relativamente pronto.
Fue un Murcia sólido atrás; un Murcia vivo, que mordió, que se vació. Y cuando un equipo se vacía, es imposible hundir la mirada en el suelo. Las limitaciones siguen estando ahí, pero esas ya no pueden ser atribuidas al entrenador. Esas limitaciones estarán ahí hasta final de temporada por los errores de otros.
Sin embargo, un buen entrenador puede minimizar esas carencias. Esconderlas. Y aunque sólo sea una intuición a partir de lo visto ayer, Pablo Alfaro puede ser ese buen entrenador.
Nunca entendí a los que piensan que un entrenador es secundario mientras se tenga una buena plantilla.
El entrenador es el puesto más importante de un club. Y si no, pregúntense si ustedes en sus trabajos han rendido igual cuando han tenido un jefe ramplón o cuando han tenido un jefe competente que les apretaba todos los días.
Después de sólo dos entrenamientos era imposible ver un cambio profundo. Pero sí vimos un principio de cambio. Vimos otro ritmo, una marcha más.
Vimos lo suficiente. Y lo que no vimos, nos lo imaginamos. Porque esto es un nuevo comienzo. Y en los comienzos, es obligatorio ilusionarse.
Buenas tardes.
