Sobra recordar que en la antigua Roma el circo era un lugar utilizado para espectáculos ecuestres (carreras de caballos, reconstrucción de batallas con cuadrigas, exhibiciones de animales adiestrados, ...) y otros espectáculos de malabaristas y acróbatas. El circo romano constaba de dos rectas paralelas separadas en el medio por una balaustrada y conectadas por dos curvas de 180 grados. Los espectadores de alto rango se sentaron en las posiciones más bajas ¿A qué nos recuerda?.
Aquella locución sustantiva panem et circenses se traduciría hoy en día como pan y circo, o pan y fútbol, o pan y toros, o pan y festivales con música. Pequeñas «distracciones y alimentos que, como recurso político, se proporcionan a la población para que no cree conflictos».
Al parecer la palabra circo, aplicada al espectáculo circense de la edad moderna, se origina por primera vez en 1782 en Londres con el nombre de Royal Circus, un edificio de teatro y circo fundado por el dramaturgo y empresario Charles Dibdin junto con el jinete Charles Hughes. El término, tomado de los óvalos de los anfiteatros de la antigua Roma, pasó luego a ser de uso universal, también en relación con el espacio escénico que distingue al circo clásico: una pista circular de unos 13 metros, creada para permitir una exhibición armónica de los actores, humanos y bestias.
Como por ejemplo: payasos, animales amaestrados y salvajes, contorsionistas, acróbatas, bailarines, trapecistas, funambulistas, malabaristas, tragafuegos, faquires, forzudos, personas deformes, magos, escapistas, titiriteros, ventrílocuos y zanqueros. Niños y adultos nostálgicos. Nosotros mismos.
Texto: Miguel Tébar, periodista musical