Mientras se trabaja para conseguir un acuerdo con el Ayuntamiento para la firma de un nuevo convenio que permita reanudar las obras del nuevo Mestalla, en el entorno valencianista se ha reabierto un viejo debate sobre si sería posible quedarse en el actual estadio. Una idea tan romántica como difícil de llevar a cabo.
Sobre el actual estadio de Mestalla pesa una sentencia de orden de demolición de una de las gradas que se hicieron durante su ampliación. Se llegó a un acuerdo con la Federación de Vecinos para que no fuera ejecutada con el compromiso de abandonar esas instalaciones por el nuevo estadio de Avenida de Cortes Valencianas. La demolición de ese graderío supondría perder 12.000 butacas.
Además el Valencia necesitaría que se le recalificaran las parcelas del nuevo Mestalla que ahora mismo son de uso deportivo. Si ha sido casi imposible poner de acuerdo a todos los grupos políticos municipales para la firma de un nuevo convenio, hacerlo para una recalificación se antojaría mucho más complicado aún.
El Valencia necesita de un estadio moderno que sea capaz de generarle una nueva fuente de ingresos para crecer y cuesta creer que el actual Mestalla, incluso con una remodelación, fuera capaz de asegurar esos ingresos. Además la estructura del nuevo estadio que ya está construido ha costado 150 millones de euros, ya pagados, y sería casi como tirar a la basura todo ese dinero con una hipotética demolición.
Primero fue la caducidad de la ATE, más tarde si el Ayuntamiento podía o no firmar un nuevo convenio con quien ha incumplido, luego que si 70.000 espectadores en lugar de los 66.000 que propone el Valencia e incluso se ha especulado con un cambio de promotor para acabar las obras. Ahora llega el debate de quedarse en el actual Mestalla y renunciar a un estadio nuevo mientras el tiempo pasa y no se encuentra una solución para un estadio que lleva ya casi quince años parado.
