Hoy con Léleman venía pensando en… las protestas de la afición del Valencia. Las del minuto 19 y las de después del partido ante el Cádiz.
Es evidente que el aficionado está enfadado. El asunto este de las entradas para la Final de la Copa del Rey ha sido uno más de los desplantes de su presidente a una afición a la que se le nota que no quiere. No es de extrañar en un presidente que mandó callar a la grada en Mestalla.
Pues yo tengo la sensación que el mola. Anil es un provocador nato y un mentiroso compulsivo. Es de esos que no le dice la verdad ni al médico y a los que le gusta el enfrentamiento más si sabe que está en una posición de poder. Es como “decid lo que queráis, criticadme lo que queráis que aquí el que manda soy yo y hago lo que me da la gana”. Su forma de despedir a tantos empleados del club lo demuestra. Con ninguno de ellos, incluso los que un día fueron más cercanos, tuvo ni un solo momento de empatía al ejecutarlos. Sucede cuando uno se cree por encima del bien y del mal y piensa que el mundo gira alrededor de él.
Con la afición pasa lo mismo. Le da igual que le critiquen o no, que estén enfadados o no o incluso que le insulten. Le va la marcha. Ni se inmuta. Le da igual que le pregunten donde están las entradas porque las entradas las tiene él y las reparte como quiere. Le da igual que le digamos que cobra un pastizal mientras el dinero vaya a su cuenta. Y le da igual ser mejor o peor presidente, ser mejor o peor gestor mientras Peter Lim lo mantenga en el cargo. Ser presidente del Valencia es como si le hubiese tocado la lotería y mirara a sus vecinos con cara de desprecio al ver lo que tiene él y los demás no tienen.
Mientras seguiremos protestando, alzando la voz o criticándole. Mi única duda después de todo es si con todo eso además disfruta. Y me da a mi que sí…