Hoy con Léleman venía pensando en… el grado de anestesia al que ha llegado la afición del Valencia.
Sí, lo digo por lo del domingo ante el Barcelona. Con un 0-3 al descanso, Mestalla se quedó en silencio, enmudecida, era como un cementerio. No hubo ni pitos ni silbidos ni pañuelos. Fue como quien asume que esa es su realidad, la de perder 0-3 ante el Barcelona en solo 45 minutos. Me dio la sensación de que han conseguido lo que pretendían: anestesiar a la afición, que ni sienta ni padezca.
Porque todos sabemos que en otros tiempos Mestalla se hubiera rebelado ante un resultado como ese y una racha tan negativa como la que lleva el equipo. En otro tiempo Mestalla no hubiera aceptado que su equipo lleve 2 puntos de 21 posibles, que marche el 12 en la tabla, haya encajado 42 goles en 25 partidos y que el Barcelona le pase como una apisonadora en solo 45 minutos.
Este ya no es aquel Valencia que se codeaba con los grandes. Recuerdo que no hace mucho a Quique se le pitaba porque no era capaz de pelear por La Liga, a Emery se le criticaba aun clasificando al equipo para Champions. Aquel era un Valencia ambicioso, una afición ambiciosa. Hoy no queda ni rastro de aquello y no tenemos fuerzas para rebelarnos contra un presidente al que le da igual quedar el 12 o cargarse por celos al entrenador que le lleva a la gloria, contra un dueño al que le da igual que su equipo gane la Copa del Rey y contra una gestión que nos está sumiendo en la más absoluta mediocridad.
Es triste ver en lo que nos hemos convertido sí pero aún será más triste si no nos rebelamos contra ello... porque la exigencia es lo último que se debe perder si queremos ver al Valencia entre los grandes… aunque sea como luchar contra molinos de viento…