OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Con permiso de Pajín, hoy sí que cabe hablar de conjunción planetaria"

Tiene nombre de robot de película de bajo presupuesto, COP21. Pero es un acontecimiento de la política mundial: por el número de gobernantes de asisten y por el tema que los ha reunido, hoy si que cabe hablar, con permiso de Leire Pajín, de una conjunción planetaria. Aunque ya no esté Zapatero. Y aunque sí esté Obama.

Carlos Alsina

Madrid | 30.11.2015 08:13

COP21 significa Conferencia de las Partes vigésimo primera edición. Pero familiarmente se la conoce como la Cumbre del Clima o la cumbre de París. Ciento cincuenta gobernantes —todos los de las mayores naciones del planeta—- juntos en la ciudad europea que hace diecisiete días fue objeto de una matanza terrorista. Fue una de las primeras cosas que anunció el primer ministro Valls cuando se produjeron los atentados: la cumbre del Clima no se desconvocaría. Aun sabiendo del riesgo de que los yihadistas quisieran aprovecharla para hacerse notar.

Hace siete u ocho años aún había gobernantes que ponían en duda que existiera un cambio climático o que fuera la actividad humana la causante del calentamiento. Hoy tal vez quede algún gobernante que aún lo dude, pero en público ya no lo manifiesta. Quién le habría dicho hace ocho años a Miguel Arias Cañete que sería ésta su principal ocupación como comisario europeo de Acción por el Clima. O al propio Rajoy, que ironizaba sobre quienes pretendían convencerle de que éste era el mayor problema del planeta.

Hoy el negacionismo ha quedado relegado a una corriente residual y los gobernantes se afanan en entender, o aparentar que al menos les interesan, las conclusiones del panel de científicos de la ONU que habla no de los efectos que tendrá el cambio climático, sino de los que ya está teniendo. Hoy en París se intenta cerrar un compromiso sobre reduccion de emisiones que, a diferencia del célebre protocolo de Kyoto, incluya a Estados Unidos, comprometa de verdad a China y, sobre todo, se cumpla.

La teoría, en esto, es más fácil que la práctica. La teoría dice, por ejemplo, que el consumo de carbón es altamente contaminante y que no debería subvencionarse, pero díle tu a las comarcas mineras que hay que acabar con su medio de vida. Zapatero era un gran convencido de la lucha contra el cambio climático pero también era leonés. La teoría dice que las renovables son más aconsejables que los combustibles fósiles, pero la práctica dice que también son más caras: cuánto estamos dispuestos a pagar los consumidores, en las facturas, por tener una energía más limpia.

La teoría dice que la contaminación es un mal negocio para los habitantes de una ciudad —-ahí tienes Madrid hace un par de semanas, o ahí tienes Pekín todas las semanas—- pero la práctica dice que el desarrollo económico de los países emergentes está ligado a la creación de industrias que contaminan bastante. Puesto a elegir, por qué se decantará el gobernante: contaminar menos o crecer más. ¿Dónde está el punto de equilibrio? Y quién vigila, quién castiga, al que se en emisiones de CO2. Quién persigue al que defrauda maquillando sus propias emisiones.

Todo indica que, a la espera de ver qué compromisos salen de esta cumbre, los medios de lo que vamos a hablar es de los otros asuntos que tienen entre manos los gobernantes que asisten. Y como son los gobernantes de medio mundo, los asuntos que tienen entre manos son todos.

Por ejemplo, lo de Estado Islámico. Ha dicho ya tantas veces el gobierno de España que hasta que Francia no concrete lo que pide no hay nada de lo que hablar que es probable que hoy Rajoy se afane en dar esquinazo a Hollande todo el rato. Le ve venir por un pasillo, se mete el presidente al baño. Se tropiezan en la puerta del plenario, ay, perdona Francois que no sabes la prisa que llevo.

A diferencia de lo que ocurre en todas las cumbres, hoy es Rajoy el que no tiene interés alguno en forzar un encuentro bilateral con nadie. Como no parece previsible que hagan nada por verse Putin y Erdogan, a tortas por el derribo del avión ruso en Siria.

La cumbre del clima arranca, en ese sentido, adulterada o distorsionada por el clima bélico que se respira en un país llamado Siria y otro llamado Iraq. O en tres países, si a estos dos añadimos Libia, donde hay también una guerra civil y donde Estado Islámico ha afianzado su control en Sirte, la ciudad y su provincia. Ha derrotado a las facciones rivales, ha impuesto las mismas normas que en Raqqa o en Mosul —-muerte al infiel, prohibida la música, mujeres cubiertas de los pies a la cabeza—- y extiende su dominio en una franja de ciento cincuenta kilómetros en el litoral norte. Tiene el puerto de Sirte a su servicio y ha convertido la ciudad en una colonia del califato, hasta el punto de que algunos de los lugartenientes de Bagdadhi han ido trasladándose a Libia para establecer aquí el plan B: si una ofensiva militar internacional los derrotara en Iraq y Siria, Libia sería el nuevo califato. Sin estado que le haga frente porque Libia, después de Gadafi, es un no estado. Y el puerto de Sirte, como bien saben en Sicilia, está a sólo seiscientos kilómetros de distancia.