Amadeo Lázaro, tras casi 80 años detrás de una barra, defiende las tabernas a ultranza y espera que el negocio no se extinga. Empezó por obligación, pero la obligación "trajo consigo la vocación", nos cuenta. Aunque oficialmente está jubilado, suele hacer acto de presencia en su taberna, porque no puede vivir sin ella. "Soy tabernero", admite.
"Existe belleza en el trato con el público y en la universidad de relación ininterrumpida que nos enriquece a todos", y añade, "estar en compañía siempre nos enriquece a todos". Asegura que la clave para ser un buen tabernero es su devoción y amor por su oficio. "Sin tabernas no hay alegrías. Cuando estamos tristes, vamos a las tabernas a alegrarnos, y cuando estamos alegres vamos a las tabernas a celebrarlo", reflexiona el tabernero. "¿Se puede vivir sin tabernas?" pregunta, y se responde a sí mismo: "La respuesta unánime es que no".
Cuando le preguntan la diferencia entre taberna y bar, dice que "a su juicio la taberna debe ser la casa de todos". "Las tabernas son el ateneo del pueblo. Todos aprendemos e intercambiamos en las tabernas. Convivir es vivir", opina Amadeo, que por sentencias así, se ha ganado que lo llamen 'el filósofo de la barra'.