Somos muy de terrazas, de aperitivos, de charlas bajo el sol. A la manga corta le llamamos buen tiempo, aunque necesitemos lluvia abundante para luego alternar placeres.
Reconozco que la palabra me suena fuerte: desertización, pero me huelo que la debemos incorporar desde ya a nuestro acervo. Los primeros en preocuparse son los hombres y mujeres del campo y luego, verás como los consumidores de súper vamos detrás.
Como en todo, los políticos no suelen ser pioneros ni anticipar soluciones, pero los ciudadanos también tenemos que cambiar muchos hábitos ante la caristia de agua pertinaz.
Lo primero es elevar el respeto al líquido elemento. Pensar en que no es un recurso inagotable. Todos debemos reflexionar sobre el uso que hacemos, con las lavadoras, el lavavajillas, nuestras duchas eternas o nuestro generoso proceder cuando esperamos que salga fresquita del grifo para beberla.
Espero que la ciencia ayude con nuevas soluciones, que los gobiernos vean inversión y no gasto en impulsar compostajes, bombas solares y reforestaciones. Pero insisto, el individuo ha de reeducarse. De nuestro nuevo comportamiento medioambiental depende la supervivencia de la especie, aunque suene fuerte.