Mañana por la tarde conoceremos grupo, fechas y rivales para la Eurocopa del año que viene en Alemania. No hay cita de selecciones en Navidad y, como es tradición, cuando se baje el telón de las ligas domésticas nos motivaremos con España. Pero ahora, con el 30% de la temporada consumido, solo se habla de las lesiones y de una palabra: plaga.
Un futbolista de nivel, en un equipo puntero, puede acariciar los 70-80 partidos en un curso y eso no hay cuerpo serrano que lo aguante. Galenos reputados han señalado estos días lo contraproducente de un calendario saturado y lo nocivo de un instinto desbocado por el negocio. Entonces… ¿Cómo se para el bucle? ¿Generando menos y rebajando sueldos? ¿Priorizando competiciones? ¿Y quién se encarga de renunciar a su porción de tarta golosa?
Un soci decía el martes: "amic meu, el Barça por primera vez ha jugado sin catalanes en 21 años”. Y el otro rebatía: “sí, sí, pero nos hemos embolsado 70 millones tras meter la cabecita en octavos, ¡déu-n’hi-do!”. Menos mal que ha llegado el gurú Piqué para decir desde su atalaya que los grandes o pasan a ser sociedades anónimas… o ruina. ¡Lo que está tardando Harvard en ofrecerle una de sus cátedras!
A mí me cuesta mucho ver que se desdeñe el arraigo, el sentimiento de pertenencia, la mano del abuelo yendo a la tribuna y ese papel de plata envolviendo el bocadillo. Si la RAE acepta “perreo” (aunque no para todos), intuyo que es imparable que los espectáculos deportivos nos dividan en 2 inexorablemente: a las gradas los pudientes viviendo in situ la “experiencia”, al sofá los menos pudientes que han de ahorrar para abonarse primero y enchufarse después.
Quizá trinquen una buena oferta… vean a tu equipo… ¡y les regalen la serie biopic del Presi!