Aunque parezca habitual, no es moneda común que el deportista de élite desnude su ánimo y su mente. Y Alcaraz, que se está ganando no ser ya Carlitos, lo hace cada vez que le interpelamos. Si se siente winner, lo dice. Si detecta deficiencias en su juego, las reconoce. Y si le sale cantar o bailar o “malabarear” con su raqueta… no se corta. Autenticidad genuina y natural. Por eso en tan poco tiempo tiene a medio planeta de cómplice. Hoy quiere otra buena noche y volver a la final de US Open. Esta vez con su madre en la grada y sin mangas, otra demostración más de atrevimiento confeso.
Antes de esa energía murciana en la Arthur Ashe del Queens neoyorquino, se asomará a este viernes la Selección masculina de fútbol para llevarse 3 puntos vitales en Tiflis. Queremos clasificarnos para la Euro del 24 pasando por los baches de una semana de convivencia, pero no de connivencia. Fueron tibios en la empatía con Hermoso. Fueron insinceros en las calificaciones. Fueron equidistantes en un conflicto donde las partes no son iguales. (El karma les privó de las botas y los guantes).
Hace mucho que le pido al deportista español con foco del gordo que se moje, que asuma la salpicadura. Al tiempo que solicito al ciudadano cabal que asuma cualquier postura sin estigmatizar. De nada serviría ese paso como ser social, si el gol, la medalla o el título lo celebramos más o menos en función de las posturas personales del o de la crack.
La actitud chusquera de Rubiales ha ido forzando postulados, aunque sin ese nivel de oportunidad y contundencia que a los deportistas les pide el cuerpo. Con lo de Arabia y su colonización llevamos algo más de retraso. El poderío del dinero nos tapa el bosque. ¡Ahora Telefónica! ¿Y si se encaprichan de la Feria sevillana? ¿O de una isla pitiusa? ¿Y si van a por un comunicador mañanero de moda y con barbita? Pobre Herrera…