Antes de nada, permíteme decir que las últimas dos elecciones de la Unión Europea fueron ganadas por partidos socialistas. Ignoro si marca una tendencia. Lo confirmarán o lo matizarán las próximas elecciones francesas. Pensando en Portugal, ha ocurrido lo que que acabas de decir, Alsina: que la ciudadanía premió la gestión de Costa. Antes de Costa, Portugal era el pariente pobre de la Unión. Con Costa, Portugal conoció un crecimiento espectacular. Tiene una tasa de paro del 6,1 por ciento.
Supo aprovechar sus atractivos turísticos. Pasó de un complejo de inferioridad a ser un país de moda. Y eso lo valora la sociedad, como es natural y como sería deseable que ocurriese siempre. Y Costa se benefició, además, de dos circunstancias ajenas. Una, que llegó a las urnas empatado con la derecha de Rui Rio; pero le ganó por trayectoria, por empatía porque tendió la mano a todas las tendencias y porque Chega, el Vox de Portugal, le restó votos al Pablo Casado portugués.
La segunda, porque ocurrió lo que empieza a ser una costumbre tras los gobiernos de coalición: el castigo a la segunda fuerza; es decir, a los socios minoritarios, en este caso los partidos de izquierda extrema. Sobre todo, si el ciudadano entiende que obstaculizan. La gente quiere gobiernos sin sobresaltos y el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista significaron el sobresalto. Y ya que hago este comentario en España, sugiero a Unidas Podemos que busquen alguna lección en el ejemplo portugués.