El estilo Sánchez es una mezcla de filigranas y carreras de obstáculos. Acude al decreto porque todo le parece urgente, esa es la disculpa, o porque hay materias que no saldrían si se discuten artículo por artículo. Un decreto es lo tomas o lo dejas y eso produce milagros.
Que ayer se haya votado en el mismo texto la paga extra de los pensionistas y la mascarilla en espacios abiertos requiere tanta jeta como arte, pero coló: punto para esa forma de gobernar. Además, luce un ramalazo autoritario en dos aspectos: en el hecho mismo del decreto si se abusa de él, y se está abusando, y en el menosprecio a los órganos consultivos.
Pasarse por el forro el dictamen del Supremo sobre los indultos o del Poder Judicial sobre vivienda denuncia la voluntad de imposición del gobierno, si el órgano consultivo le hace alguna objeción. Todo lo que se opone es retrógrado, perverso o facha por naturaleza.
Tampoco es un prodigio de transparencia. Ejemplos, el uso del Falcon, secreto amparado en una ley franquista, y los fondos europeos. Hay que ser teólogo para descifrar los criterios y Einstein para conocer el reparto. ¿Y sabes, Alsina, lo más llamativo? Que, para estos apuntes, no necesito servicio de documentación. Casi todas son noticias del día.
Y un detalle más: cada decisión del Consejo de Ministros tiene que ser peleada con los entrañables socios de Unidas Podemos y afines. Pasar cada día ese fielato sin gran deterioro indica que Sánchez es un buen domador.