Hace hoy un año, en la plaza caraqueña donde está la estatua de José Martí, el ex alcalde de Chacao y líder del partido Voluntad Popular, opuesto al gobierno chavista, se entregó, vestido también de blanco, a los agentes de la Guardia Nacional que lo esperaban para cumplir la orden de arresto. Después de los vehementes discursos del presidente Maduro contra los líderes de la oposición por su apoyo a las movilizaciones populares que comenzaron en San Cristóbal del Táchira, una juez ordenó la detención del más activo de esos líderes, López, con el argumento de que era él el instigador de los disturbios que se produjeron y, por extensión, de las muertes allí ocurridas.
El ex alcalde y líder opositor, acusado de asociación criminal y enemigo de la convivencia. Y presentado por el gobierno, en los medios de comunicación que controla, como un traidor a la patria. “La patria, la patria, la patria”, como decía Chavez, la patria es aquello que yo diga y todo el que piense distinto pasa a ser traidor o antipatriota.
López entró en prisión provisional (y en cárcel militar) hace hoy un año y allí dentro sigue, mientras el juicio al que está sometido se prolonga a puerta cerrada, prohibido el acceso a los periodistas, prohibido el acceso de observadores internacionales. Un juicio penal en formato clandestino. Al padre de López lo expulsaron de la sala al descubrirse que intentaba grabar una sesión con minicámara. Y como éste entregara el material a un diplomático británico, ordenó la fiscal general que se pidieran explicaciones al gobierno británico por la injerencia en la justicia venezolana.
Ha difundido ahora el diario El Nacional una grabación obtenida de ese juicio. Del 22 de enero. En ella se ve y se escucha a Leopoldo López preguntándole al tribunal quién dirige en realidad el proceso, si la juez que lo preside o el gobierno de Nicolás Maduro. “Nadie en Venezuela se cree”, dice, “que éste no sea un juicio político”. Pero sí hay quien lo cree, o dice creerlo. En twitter, coincidiendo con la concentración de esta tarde, rivalizaron estos dos hashtag en Venezuela: “Viste Venezuela de blanco”, el de los convocantes, y “Son mis símbolos patrios”, el elegido por aquellos que entienden que existe una guerra psicológica contra la patria venezolana que debe ser confrontada exaltando los logros del comandante. La patria, la patria, la patria.
Hace ya un año, Amnistía internacional tachó el encarcelamiento de Leopoldo López de operación para silenciar a la disidencia. Human Right Watch recordó que encarcelar opositores es una táctica habitual de los gobiernos autoritarios. Ambas organizaciones son, para el ejecutivo venezolano, una herramienta al servicio de los Estados Unidos para erosionar la revolución bolivariana. A todo aquel que ha osado reclamar la libertad de López le ha respondido el gobierno de Maduro exigiéndole que no se meta en los asuntos de Venezuela.
Como España es ése país en el que parece que todo el tiempo uno tenga que estar tomando partido y en el que se sospecha siempre de las intenciones de quien se hace eco de algún asunto, recordar que Leopoldo López cumple un año de prisión injustificada en Venezuela —por más que Maduro busque darle un barniz legal al encarcelamiento político— es visto por algunos como una forma de atizarle a Podemos.
Pese a que este partido, oficialmente, no tiene ya al gobierno chavista como referente y pese a que Pablo Iglesias ha dicho ya en unas cuantas entrevistas — hoy mismo lo ha repetido en Nueva York— que el gobierno venezolano no ha hecho todas las cosas bien, bien es verdad que aún no ha entrado en detalles sobre cuáles son esas cosas que él no comparte; y bien es verdad que cuando Ana Pastor le preguntó en televisión por el encarcelamiento de López fingió no conocer lo bastante el asunto como para emitir una opinión al respecto.
Cabe acogerse, en todo caso, a esto que el lunes dijo Juan Carlos Monedero: no es de recibo un gobierno que utiliza todos los resortes del Estado para arrollar a la oposición y silenciar a sus líderes. Ciertamente, no es de recibo. Se inspire ese gobierno en la ideología que se inspire.
Venezuela, 18 de febrero, 18-F. Terminado el carnaval, la mascarada continúa.
Y Argentina, 18-F. El día de la marcha popular por Alberto Nisman. En dos horas arranca en el Congreso la manifestación que concluirá en la plaza de Mayo de Buenos Aires. La marcha del silencio, la han llamado los fiscales que convocan. Asistirán las dos hijas del fiscal y su ex mujer, que es jueza. Ha aclarado ésta, en un comunicado esta mañana, que acudirán a la marcha por expreso deseo de la hija mayor, Iara, y dejando claro que asisten para honrar al padre, el marido y el trabajador incansable, no porque hayan de compartir las demandas de otros participantes.
Homenaje silencioso a su memoria, éste fue el propósito original de la marcha, convertida, a medida que el día de hoy se fue acercando, en bandera de sectores sociales y políticos diversos contra el gobierno de Cristina, y convertida la marcha por el propio gobierno que la repudiado desde el primer día, en expresión del malestar por la crisis institucional y la degeneración de la vida pública en la Argentina. La presencia en la manifestación de hoy de los líderes más significados de la oposición al kirchnerismo -Massa, Macri, Elisa Carrió, Julio Cobos-, la movilización de las bases de sus partidos en torno al lema “Yo voy” y la lectura anticipada que hacen de la marcha como antigubernamental y anti Cristina ha permitido a esta presentarse como víctima del acoso opositor tal como antes se describió víctima de una operación de lo servicios de inteligencia para cargarle a ella la sospechosa muerte de Nisman.
Con la presidenta imputada por el fiscal que indaga en el presunto pacto con el régimen de Irán y con su equipo repitiendo que “imputada” no equivale a inculpada sino sólo “citada a declarar” (los argumentarios no conocen fronteras), la señora Fernández de Kirchner encara sus últimos meses de mandato con el país revuelto y preguntándose si alguna vez se alcanzará a saber la verdad. Si alguna vez se sabrá quién mató a Nisman y quien mató, veinte años antes, a ochenta y cinco personas en la AMIA. Si alguna vez se sabrá quiénes fueron y llegarán a pagar por aquello que hicieron.