No llegan los 2.800 metros cúbicos por segundo a los cuatro mil y pico del 61 —aquel año en que, cuentan las crónicas, podía tocarse el agua desde el puente de Hierro— pero ésta de 2015 está siendo una señora crecida. El Ebro hecho mar. Ensanchado al final del invierno por el deshielo. Rebelándose contra las postas e intimidando a los pueblos ribereños. Uno de ellos, Pina de Ebro, acoge hoy militares, voluntarios de Cruz Roja y reporteros. Los vecinos pendientes de la orden de evacuación. El corazón partío, entre el apego a sus casas y sus cosas y el miedo a ser arrastrados también ellos. Y como cada vez que ocurre la crecida, el debate que emerge: si cabe culpar de todo al deshielo y a las lluvias o hay algo más que debería hacerse y no se ha hecho. El debate sobre si hay que dragar el río, la impresión de que avenidas con menos caudal que hace años alcanzan igual nivel e iguales daños. El debate que, en vísperas electorales, resurge y que, pasada la crecida, volverá a quedar aparcado.
El río suena, avasallador y agigantado. Y una presidenta autonómica, Rudi, haciendo méritos en puertas de su examen de reválida.
El agua sigue sonando en Andalucía, a cuatro días sólo de que comience la campaña de las autonómicas. Las adelantadas de Susana.Allí la crecida se llama Edu, la operación policial sobre el fraude en los cursos de formación que hoy suma nuevos detenidos.
La UDEF le está dando la pre campaña a Susana Díaz. Ella, empeñada en hablar del futuro prometedor que les espera a los andaluces si la mantienen de gobernanta y cuando no es por una cosa es por otra —cuando no son los EREs son los cursos de formación— todos los días le preguntan los periodista por los detenidos de hoy, el auto de hoy, el serial policial y judicial de los mangoneos.
Con razón el primer punto del programa electoral que ha presentado hoy la lideresa socialista es el compromiso ético y el control de la gestión pública. Con el máster que viene haciendo el PSOE andaluz en sumarios, detenciones y denuncias por chanchullos diversos, formación tiene, desde luego, para saber lo que hay que hacer para acabar de una vez con todo esto.
Hoy Susana ha presentado su programa electoral, que incluye la creación de una Oficina de Prevención de la Corrupción. Algo así como una vacuna para evitar que estos casos la enfermedad se extienda. Dices: cómo se vacuna a un cargo público para que no se corrompa, ¿se le inyecta un virus chorizo pero flojito para que su organismo reaccione y genere anticuerpos? Pues no. No se trata de generar inmunidad sino de detectar a tiempo. “Crearemos”, dice el programa, “un órgano que actúe con independencia y con plenas facultades de inspección para poder emitir recomendaciones que eviten fraudes”. La oficina supervisa y emite recomendaciones. ¡Corrupción, date por muerta!
Es verdad que el anuncio tiene más de solemnidad impostada que de novedad cierta, pero también hay que entender que cuando llevas gobernando muchos años cuesta encontrar ideas nuevas con las que seducir a los votantes. Le pasa al PSOE en Andalucía y le pasa al PP en Castilla y León, o en la comunidad valenciana, o en Madrid. Cuando hoy los dirigentes socialistas andaluces ojearon su propio programa electoral les pareció que ha quedado muy bien. “Qué magnífico documento”, decían, “qué cantidad de cosas vamos a poder hacer cuando gobernemos”. ¿Cómo que cuando gobernemos? Si ya gobernamos. No me digas. Pues claro, desde hace treinta años.
Éste es el problema, ¿no? Que cualquier cosa que propongas ahora obliga a hacerte la pregunta: por qué no lo ha hecho usted ya. Si la oficina preventiva —un minority report de corruptos— es tan deseable y tan necesaria, ¿por qué no está ya creada? ¿Por qué expresa el PSOE sus compromisos de transparencia y control ético en tiempo futuro? “Estas iniciativas”, dice, “las vamos a llevar a caba o de forma voluntaria”. ¿Por qué el “vamos a” en lugar del “ya lo estamos haciendo”. La transparencia, como la lucha contra la corrupción en lo partidos, no requiere ni de leyes ni de grandes reformas. Requiere de voluntad. No necesitas ganar las elecciones para exigirte más a ti mismo. Necesitas hacerlo, en lugar de decirlo.
El programa electoral que ha presentado Susana Díaz es muy buen programa electoral, si ella fuera Pedro Sánchez, pero como bien saben los dos, Pedro es el que aún no ha gobernado (ni siquiera es candidato, criatura) mientras que ella es Susana, la que sí gobierna. O sea que le ha salido un formidable programa…de oposición. En el que dice que sólo si ella sigue en el gobierno la recuperación económica será real. Que es tanto como afirmar que la recuperación, en realidad, aún no existe. Y que a su vez es tanto como decir que su gobierno no ha sido capaz de lograr que Andalucía se recupere.
La culpa es de Madrid. De la política económica que impone Madrid y ante la que el gobierno autonómico no tiene margen de maniobra. No es original el argumento. También el gobierno central (éste y el anterior) han alimentado siempre la idea —a lo Tsipras— de que los ajustes y el objetivo del déficit cero lo impone Bruselas, como si el equilibrio presupuestario y la austeridad no hubieran sido acordados por todo los gobiernos de la zona euro —conservadores y socialdemócratas—. Siempre hay alguien a quien cargarle el muerto de las cosas que no van bien y siempre está uno mismo para colgarse la medalla de aquello que mejora. En esto Susana y Rajoy son dos gotas de agua.
Que se autoimponga la presidenta el objetivo de atajar el paro en su comunidad tiene pleno el sentido. “No eludimos nuestra responsablidad frente al desempleo. Al contrario, somos ambiciosos y queremos crear empleo por encima de la media de España”. Con que empatara ya sería una noticia buena. Con un 34 % de tasa de paro —59 % entre los jóvenes—no parece que esté el gobierno autonómico en posición de dar muchas lecciones. E incluso en los mejores años para el empleo, cuando la tasa nacional estaba en el 8 %, Andalucía no bajaba del 12. Es encomiable que la presidenta abogue ahora por cambiar el modelo productivo, pero no puede negar que sus antecesores en el cargo apostaron, durante décadas, por la construcción en la costa como monocultivo. La burbuja era cosa de todos.
Y en Madrid, tercera en la crónica de presidentes autónomicos que se examinan, en Madrid, Ignacio González. Lo suyo aún no es reválida porque está a la espera de aprobar el parcial. Antes que ganar elecciones ha de ganar el cartel electoral de su partido: los designios de Rajoy siguen siendo inexcrutables. Peleando González por ser cartel, interpreta el informe policial que hoy revelaba El Mundo como una falsificación fabricada por dos comisarios de policía que intentaron chantajearle. Si los policías dicen que pidió ayuda para que no trascendiera que el ático estaba a nombre de una sociedad ubicada en un paraíso fiscal, él replica que le ofrecieron discreción sobre la investigación del ático a cambio de que él colaborara en la misma.
Y según la versión de González, como la investigación le parecía ilegal se negó a aportar información alguna. Para la crónica política del día lo más interesante es el porqué sale ahora a la luz ese informe policial (antiguo) que pinta al presidente autonómico como un hombre con secretos que lo incriminan y que usa su posición para intentar silenciarlos. El porqué lo apunta él mismo: torpedear su candidatura. "Que sepan los chantajistas”, dijo hoy, “que son los órganos del partido quienes deciden quién es el candidato, y no las malas prácticas policiales”. Son los órganos, en efecto (o sea Rajoy) quienes deciden. Y hace días que, en realidad, tienen la decisión tomada.