EL MONÓLOGO DE ALSINA

Saber de los muertos

Les voy a decir una cosa.

Nick Norris dio clases, hace años, en la universidad Murdoch, en Australia, donde sigue de profesora su esposa Lindy, lo que pasa es que un día se cansó de la docencia y montó una empresa de consultoría, en Perth.

ondacero.es

Madrid | 18.07.2014 20:18

Los restos de avión siniestrado en Ucrania
Los restos de avión siniestrado en Ucrania | EFE

Nick Norris, que aparece en las fotografías que ha compartido la familia con barba cana, gorra blanca y polo marinero, se ofreció a llevarse de regreso a casa a sus tres nietos, Otis, Evie y Mo, los tres hijos de su hija mediana. Ella y su marido querían quedarse en Amsterdam unos días más, de vacaciones, pero como en Perth el colegio empieza el lunes, Otis, de ocho años, Evie, de diez y Mo, de doce, se fueron con el abuelo a Schiphol, el aeropuerto de Amsterdam, y allí embarcaron con destino a Kuala Lumpur, Malasia. Doce horas de vuelo para tomar allí un último avión hasta Perth, otras cinco horas y media de viaje. Sus amigos le decían al abuelo Nick que hay que ver la moral que tenía, lidiar con tres nietos pequeñajos e inquietos casi un día entero viajando.

Los primeros equipos de emergencia que llegaron ayer a Grabovo advirtieron de que, entre los cadáveres -un mar de cadáveres, dijeron-, había bastantes niños. Otis, Evie y Mo eran tres de los ochenta. A su tío Brack, que se acuesta temprano, lo despertó anoche una llamada de su hermana, desde Europa. Le dijo que pusiera la televisión, que un avión de la Malasian Airlines se había estrellado y que ella se estaba angustiando porque temía que ese avión fuera el de sus niños.

“Los hijos de mi hermana”, contaba Norris esta mañana a una emisora local, “todos sus hijos, de regreso de las vacaciones para volver al colegio. Mi hermana y mi cuñado aún están en Amsterdam, habían decidido quedarse un poco más”.

Los australianos que escuchan la radio y ven la televisión han conocido hoy la historia de la familia Norris -cuatro asesinados-, y la del matrimonio Rizk, Albert y Marie, que hablaron por teléfono el miércoles con su hijo James para avisarle de que iban a intentar cambiar el vuelo para evitarse una espera de nueve horas en la conexión de Kuala Lumpur. “Desgraciadamente”, decía hoy su hijo, “no llegaron a hacerlo, aunque cada vez que suena el timbre de casa espero abrir la puerta y que estén allí, preguntándome por qué no he ido a recogerlos al aeropuerto”.

Veintiocho australianos viajaban en el vuelo derribado. En la escuela católica Rose Bay de Sidney, su directora hablaba hoy maravillas de la hermana Filomena, del amor que siempre profesó por sus alumnos.

Filomena Tierman, la monja que regresaba de unas jornadas de retiro espiritual en Francia. Quién sabe si llegó a intercambiar alguna palabra con Elaine y Emiel, la pareja de novios que iban también para Australia aunque no hayan sido incluidos en la lista de nacionales de este país. Porque Elaine era malasia y Emiel era holandés. Se conocieron en la oficina, en la compañía IG, y desde entonces se hicieron inseparables.

Como ocurre cada vez que se produce una tragedia, o una matanza, hoy -el día siguiente- es cuando comenzado a saber de los muertos. Sus nacionalidades, sus nombres y sus historias. Qué relación tenían entre ellos, en qué trabajaban, sus edades, sus aficiones, los nombres de hermanos, padres, amigos que se fueron enterando ayer, como nosotros, de la brutal historia del avión-que-fue-derribado pero para quienes ésta es una historia personal, que les ha afectado a todos ellos en aquello que más valoran, las personas a las que quieren.

En los Países Bajos -dieciséis millones de habitantes- el atentado de ayer deja 189 víctimas mortales. Un pueblito que se llama Neerkant amaneció con ramos a flores a la puerta de una vivienda. Allí vivía, hasta ayer, un matrimonio y sus cuatro hijos. La familia entera se fue de vacaciones. La familia entera iba en el avión reventado. Como iba, también de vacaciones familiares, el director de Expatica.com, Veldhuizen, con su esposa y sus dos críos, o el senador laborista Witteveen, o este médico investigador de nombre Joep Lange que viajaba a Melbourne para participar en la conferencia internacional sobre el Sida.

Entre 2002 y 2004 presidió la Sociedad Internacional sobre el Sida, la organización que hoy dijo haber perdido a un gigante, investigador incansable y persona generosa. Otros científicos holandeses que acudían a esa conferencia internacional, con sus parejas, formaban parte del pasaje.

Un avión comercial, de 300 plazas, en el mes de julio siempre es así, un collage de viajeros diversos, unos que regresan a casa, otros en viaje de trabajo, otros rumbo a sus vacaciones; viajeros que van solos, parejas, familias numerosas, delegaciones de congresos. Gentes que hablan idiomas distintos, que se visten de maneras diferentes, que tal vez entablen conversación, asiento con asiento, y se cuenten sus vidas, de extraño a extraño, en las doce horas que dura el vuelo. Un avión comercial de 300 plazas en el mes de julio. Personas cuyos destinos se cruzan por unas horas. Personas que ayer, y sin saberlo, tenían todas ellas un mismo y fatal destino.

Saber de los muertos en el día en que los gobiernos de medio mundo reclaman una investigación solvente y rápida que permita reclamar cuanto antes responsabilidad por la matanza a quienes hayan sido sus autores.

Es verdad que los gobiernos, sabiendo de la gravedad de las consecuencias que tiene un suceso como éste, se envolvieron ayer en la prudencia para dar pro probado, únicamente, que el avión fue alcanzado por un misil. Los medios de comunicación, nosotros, llevando al extremo esa misma cautela, hemos estado repitiendo esto de que hay cruce de acusaciones entre el gobierno de Ucrania y los separatistas del Donbás y versiones opuestas que han de investigarse. Ciertamente las hay. Pero no sería riguroso pretender que existe, hoy, el mismo número de indicios para sostener una versión que la otra. Porque no es así. Podemos seguir diciendo presuntamente o supuestamente, o según la versión de este o el otro bando, pero si usted fuera un jurado al que se pide que emita veredicto se le expondrían estos elementos:

· En favor de la autoría de los secesionistas, el hecho de que el avión fue derribado en una zona controlada por ellos; que, en verdad, fueron ellos los primeros en llegar al lugar del siniestro; que en días anteriores habían derribado dos aviones militares; que ayer mismo celebraron haber abatido un Antonov que luego no había; que disponen de al menos una lanzadera móvil de misiles y que sus voces aparecen grabadas en tres conversaciones telefónicas de la tarde de ayer en que se habla de ese avión y en términos que dejan poco lugar a la duda. En la última de esas grabaciones, un separatista le describe a un oficial ruso los restos del avion, el nombre de la compañía  y se pregunta, o se lamenta, de que un avion civil esté volando por Ucrania, “no deberían volar por aqui”, dice, “¿o es que no saben que hay una guerra?”

Extremando la cautela, cabe hablar de estas grabaciones como presuntas en la medida en que su difusor es la otra parte, el gobierno de Ucrania, y que es ese gobierno quien identifica a los interlocutores. Pero habrá de subrayarse también que Rusia no ha dicho que esa grabación sea falsa. De hecho, Putin, uno de cuyos coroneles aparece en esas conversaciones, según Ucrania, Putin no ha dicho aún que los prorrusos no hayan sido, y tampoco ha atribuido al ejercito ucraniano el derribo del avión. Putin lo que ha dicho es que el gobierno de Kiev es responsable porque la compete a él la seguridad del espacio aéreo. Es decir, que independientemente de quién haya disparado, la responsabilidad última es ucraniana. Viniendo del presidente que mejor información debe de tener sobre lo que hacen o dejan de hacer los separatistas de Donestz, es una primera valoración interesante.

Estos son los indicios en favor de la autoría de los separatistas. En favor de la autoría del ejército ucraniano los indicios son estos otros: los pro rusos dicen que ha sido él. Que fue un caza. Y unos tuits publicados por un supuesto controlador aéreo español de Boryspil que sostiene que el avión fue acompañado por dos cazas hasta tres minutos antes de desaparecer, un supuesto controlador que tuitea desde la torre y que desde el minuto uno presentó el siniestro como la confirmación de su antigua teoría de que Kiev montaría alguna gorda para justificar un incremento de la ofensiva militar en el este. Un supuesto controlador del que no consta, en realidad, prueba alguna de que lo sea.

Estos son los indicios en un sentido y en el otro.

Ahora, si usted fuera el jurado, ¿qué pensaría?