El señor ética. Esto sí que es un regalo para el presidente del PP, empeñado durante las cinco horas que duró el pleno en presentarse como el forzudo de la camiseta blanca y el pendiente en la oreja, mister Proper, el genio de la limpieza que elimina la suciedad de todas las superficies con sus nuevas fórmulas imbatibles, sus dos nuevas leyes: el control de las finanzas de los partidos y el estatuto del alto cargo.
Partido que no cumpla con la transparencia, lo suspendemos; partido al que un banco le perdone un crédito, ni hablar, los créditos hay que devolverlos. Alto cargo que no esté al día de su pago de impuestos, deja de ser alto cargo; alto cargo que al final de su desempeño tenga un patrimonio mucho mayor que al comienzo y sin explicación razonable, se le investiga.
Y por si no bastara el anuncio de nuevas leyes para convencer a España de que se va a dejar la casa impoluta, este rosario de nuevos aditivos que fue exponiendo Rajoy: la ampliar el plazo de prescripción de los delitos, agilizar la instrucción de los macroprocesos, obligar al delincuente a devolver lo robado, suspender automáticamente la militancia, por ley, a quien haya sido procesado. Y así, hasta setenta medidas, que el gobierno ha puesto un detrás de otra en una lista -alguna tan de relleno como “dar mayor detalle en la publicación de la declaración de bienes”- para crear la sensación de un despliegue inédito de nuevas herramientas que castigan al que ya se corrompido y previenen que otros se corrompan. En jerga de gobernante, una batería de medidas.
Rajoy continúa, así, el discurso que empezó a hacer cuando la Púnica: “comprendo la indignación ciudadana y la comparto; pido perdón por los corruptos que ha habido en mi partido; pero no demos a entender que toda España está podrida porque le estamos haciendo el caldo gordo a Podemos”. Ésta última parte es la que más repiten los populares en sus conversaciones con los socialistas y con los medios de comunicación: “no nos cubramos de basura unos a otros porque le estamos haciendo la campaña a Podemos”, (los “salvapatrias de las escobas”, en expresión, hoy, del presidente del gobierno).
El espantajo de Podemos como incentivo para bajar el tono cuando se habla de tramas de corrupción. “No generen ustedes la impresión de que a cada piedra que levantas sale un truño porque eso da argumentos a Podemos”. ¿Y si no es una impresión?, éste es el problema, ¿y si es verdad que la corruptela municipal, la financiación bajo cuerda de campañas electorales, la compra venta de favores para adjudicaciones públicas ha sido el pan nuestro de cada día durante años y años?
Esto de “no insistan en la corrupción porque le viene bien a Podemos” es una visión táctica del asunto, utilitaria y sobrevenida, porque lo cierto es que los últimos treinta años PP y PSOE se han ocupado, a conciencia, de retratar al adversario como una enorme máquina de corrupción, como una fuente inagotable de irregularidades de todo tipo.
Quienes más han contribuido a que arraigue la idea de que el sistema está podrido son ellos mismos cada vez que han visto la oportunidad de ahogar en fango a los de enfrente. Visto así, el pleno de esta mañana ha sido el primero protagonizado por Podemos en ausencia. Sin tener todavía un solo escaño, la intervención de Rajoy tuvo como objetivo prioritario contrarrestar el auge de la coleta. No era en Sánchez, ni en Cayo Lara, ni en Rosa Díez en quien estaba pensando Rajoy, era en Podemos.
Si ahora se anuncian nuevas medidas para impedir la corrupción, incluida la de dar voz a la militancia de los partidos para que controlen a sus cúpulas, pues bien está: si de combatir la suciedad se trata, más vale que sobren a que falten. Lo que ocurre es que Rajoy sigue teniendo el mismo problema de siempre: que además de ser presidente de gobierno, y antes de serlo, es presidente del Partido Popular, máximo responsable de una forma formación política en la que ha habido, como él mismo admitió hoy, unos cuantos corruptos, pero en la que, además, ha habido, según el auto del juez Ruz, una forma de proceder continuada que ha incluido la caja B (contabilidad paralela y al margen de las cuentas oficiales) y financiación opaca de campañas electorales.
Si un constructor te paga el alquiler de un recinto para hacer un macromítin, y ese pago se camufla emitiendo la Gürtel unas facturas falsas por servicios que no prestó, lo que tú estás haciendo, como partido, es permitir que el constructor te pague un acto de campaña sin que aparezca reflejado en ningún sitio. Te está financiando en secreto y con opacidad. Y de eso va una parte de la Gürtel, la que lleva al juez Ruz a considerar al PP partícipe a título lucrativo, parte beneficiada de la actividad delictiva de Correa y su banda.
Éste es el gran obstáculo de Rajoy para convencer: que sin necesidad de ninguna de estas nuevas normas anunciadas hoy, el PP podía haber hecho las cosas de otra manera. No porque le fueran a pillar, sino por pura coherencia con el discurso de honradez y transparencia que estaba haciendo. Ninguna ley impedía a Rajoy y Cospedal colaborar con la investigación judicial de la Gurtel, Bárcenas incluido, en lugar de cerrarse en banda y tachar de inquisidor al juez cuando en 2009 empezaron las detenciones de presuntos corruptos.
Cinco años después han entendido que a una organización se la defiende llevando la basura al vertedero, no negando, de oficio, su existencia. Ni siquiera está claro que estas nuevas medidas que hoy se anuncian impidan que pudiera volver a pasar lo mismo: ya dijo Cospedal que todas las cuentas del partido están fiscalizadas por el Tribunal de Cuentas, y a la vez, como sostiene Ruz, existía una contabilidad no declarada. Hoy incluye el gobierno como obligación que el tesorero de un partido deba ser una persona idónea y honorable, que es justo lo que les pareció siempre Luis Bárcenas a los dirigentes de su partido. No es tanto legislar para el control de las formaciones políticas (bienvenido sea) como que aquellos que tienen el poder en esas formaciones se apliquen el cuento de mantener la casa (su casa) limpia. Es su labor previa como presidente del PP lo que debilita el discurso del presidente del gobierno.
Nada de esto que anunció hoy Rajoy afectaría, en realidad, a Ana Mato. No habría dejado de viajar a Disney con cargo a Viajes Pasadena de haber estado en vigor estas novedades. De hecho, y en el planteamiento de Rajoy, nada de esto -corrupción, abuso de poder, enriquecimiento ilícito- guarda relación con su ex ministra. Predica, de ella, la honradez pero, a la vez, fuerza su caída. Sin necesidad de detención, ni imputación, ni procesamiento. La prueba del camino que ha recorrido Rajoy -arrastrando los pies- en este último año y medio. Ha pasado de aquel “Luis, sé fuerte” a este “mira, Ana, ni te esfuerces”.