EL MONÓLOGO DE ALSINA

En los planes de Luis Bárcenas no se incluye darle una entrevista a Oprah

Les voy a decir una cosa.

Hay un momento en la entrevista de Oprah con Lance Armstrong, una vez que él ya ha admitido los chanchullos, las irregularidades, las trampas, en que ella la recuerda todo aquello que, en su momento, él dijo sobre las sospechas y acusaciones que recibía.

ondacero.es

Madrid | 18.01.2013 20:13

Lance Armstrong con Oprah Winfrey
Lance Armstrong con Oprah Winfrey | EFE

Las descalificaciones a quienes le investigaban, las demandas contra quienes publicaban las sombras, los insultos a quienes discrepaban de la versión que él ofrecía. “¿Cómo pudiste poner a caer de un burro a tanta gente sabiendo que eran ellos quienes decían la verdad y tú el que mentía?” Armstrong admite que se comportó como un miserable. “Quería controlar lo que se decía de mí”, responde, “quería perpetuar mi historia y esconder la verdad”. La entrevistadora insiste: “¿Es ésa tu manera de ser, atacas aquellos que dicen algo que no te gusta?” Él dice: “Sí, lo he hecho toda mi vida”.

En los planes de Luis Bárcenas no se incluye darle una entrevista a Oprah para confesarse en público y en horario de máxima audiencia. La pregunta “cómo pudo usted descalificar con tanta vehemencia a quienes le investigaban sabiendo que manejaba usted millones de euros ocultos a Hacienda” se quedará, de momento, sin respuesta. Bárcenas -y sus mejores amigos en el partido- puso de vuelta y media a la Agencia Tributaria, a la unidad de delitos económicos de la policía y al juez instructor cada vez que apareció un nuevo indicio, una nueva duda, una nueva sospecha sobre la procedencia de su creciente patrimonio.

Anoche recordábamos cómo en una entrevista con el diario ABC en 2009 decía que era un disparate el titular de un periódico que sostenía que había aumentado su patrimonio en tres millones de euros. ¡Tres millones, qué barbaridad! Si todo lo tengo declarado, si soy transparente. En efecto, no eran tres millones sino, al menos, diez. Y aunque aún no puede afirmarse que este señor fuera un delincuente (no ha sido juzgado) sí está acreditado que ni era transparente ni era honrado.

Una vez que ha estallado la historia de la cuenta en Suiza, en la dirección del Partido Popular alguien ha decidido que no basta con romper amarras con Bárcenas -cosa que, en teoría, ya se había hecho- sino que hay que repudiarle de manera expresa, visible y vehemente y visible. Incluso aquellos que ya en 2009 sospechaban que el tesorero no era trigo limpio, se declaran perplejos por la enormidad del dinero oculto que manejaba.

La divulgación de la cuenta en Suiza ha trastocado la estrategia que, hasta hoy, mantenía la dirección popular respecto del caso Bárcenas, y que era de dejar hacer a la Justicia y no remover más la Gürtel porque siempre salpica. La existencia de la cuenta, y el truco de taparse tras una sociedad limitada para acogerse a la amnistía fiscal, ha encabronado -permitan la expresión- a la dirección del partido, que ya no ve a Bárcenas como un grano incómodo que le salió en salva sea la parte sino como un campo minado ante el que sólo cabe llamar a los artificieros para irlo, en la medida de lo posible, desactivando.

El problema para el PP no es que Bárcenas fuera un pieza que sacaba partido de negocios no declarados y amontonaba una fortuna en Suiza. El problema es que fue gerente y tesorero del partido. Eso le convierte, sobre el papel, en la persona que más sabe (y más documentación conserva) sobre las cuentas del PP y las retribuciones de sus cargos orgánicos. En julio de 2009 -hace tres años y medio-, el diario El País publicó una crónica de Carlos Cué que decía: Bárcenas hace llegar mensajes amenazantes a todo el mundo; se le ha oído decir ‘el partido me trata mucho peor que a Camps y debería ser al revés porque yo manejo una información delicada que Camps nunca tendrá y he cubierto las espaldas estos años a mucha gente”. Añadía la información que el tesorero se había llevado a casa nueve cajas de documentación que, según va diciendo él mismo, es muy comprometida. Julio de 2009, aún no le habían obligado a dimitir.

Hoy, en El Mundo, cuenta Casimiro García Abadillo de que cuando Cospedal le pidió a Bárcenas la renuncia éste amenazó con revelar la existencia de sobresueldos en el PP. La relación con Cospedal nunca había sido buena. Añade Casimiro que cuando ella, recién aterrizada en el cargo, le dijo “a partir de ahora las cosas se van a hacer por derecho” -prueba de que sabía que antes se hacían de otra manera- él responde con desdén “ya despacharemos algún día”. Bárcenas nunca sintió el menor respeto por la nueva secretaria general porque nunca siempre se había sentido, probablemente, por encima de interinos que llegaban y salían de los cargos orgánicos. Él era quien permanecía, el hombre con más información confidencial, el jefe de la caja.

Veamos lo que hoy narra la información de Urreiztieta e Inda en El Mundo. “Luis Bárcenas controló durante veinte años la práctica de pagar sobresueldos en negro a parte de la cúpula del PP. Las cantidades oscilaban entre 5000 y 15000 euros al mes. El dinero procedía de comisiones cobradas a constructoras, compañías de seguridad y donaciones anónimas”. Añade el diario que esta práctica se acabó en 2009, cuando la nueva secretaria general, Cospedal, decidió que esto se había acabado (“a partir de ahora las cosas se hacen por derecho”). Si los sobresueldos terminaron en 2009 -año en que estalla la Gürtel -, significa que hasta entonces existieron y fueron consentidos por los secretarios generales que tuvo ese partido, es decir, y en orden cronológico, Cascos, Arenas, Rajoy y Ángel Acebes.

En ningún momento, a lo largo del día de hoy, la dirección del PP ha negado que existieran las amenazas de Bárcenas, como tampoco lo negó hace tres años y medio, cuando se habló por primera vez de las nueve cajas que Bárcenas se había llevado a casa. Y en rigor, tampoco ha negado la dirección popular que existieran los sobresueldos. La fórmula a que se han acogido Cospedal y Arenas ha sido “no me consta”, que es una fórmula interesante en el ámbito político porque es la fórmula que uno emplea para que nadie pueda decir ni que lo desmintió ni que lo confirmó. Es más, en algunos casos quien dice “no me consta” lo que está queriendo decir es “aunque sea como usted dice, no espere que yo lo corrobore en público”.

Entre Bárcenas y la dirección del PP ha empezado la guerra. Esto que hoy se ha conocido sobre los sobres y los dineros en negro tiene toda la pinta de ser --ésta es una impresión muy personal—podría ser incluso la clásica operación de control de daños, también llamada pinchar el globo o robarle la munición al enemigo. Si sabes que alguien tiene una bomba, todo lo que puedes hacer es vestirte de artificiero y tratar de realizar una explosión controlada. Una operación de control de daños no supone, claro, que no haya daños -imposible que no los haya en un asunto como éste-, sino que estos daños son limitados. En su versión más simple consiste, básicamente, en salvarse uno mismo de la quema. Descartada ya la posibilidad de que el asunto Bárcenas quedara en nada, lo que ha empezado ahora, en esta historia, es el sálvese quien pueda.

Los abogados del ex tesorero insisten en que sólo cabe hablar de dinero negro si quien lo recibe no lo declara a Hacienda. Si ocultas dinero al fisco estás incurriendo en fraude, obviamente -bien lo sabe su cliente-, pero si el dinero (lo declares o no) procede de comisiones pagadas por constructoras sin que conste en ningún sitio y a cambio de favores, entonces lo grueso del asunto no es ya que el dinero sea blanco o negro, sino quiénes aportaban ese dinero a Bárcenas y a cambio de qué. Es decir, el tráfico de favores y los presuntos cohechos como vía oculta de ingresar dinero para el partido.

En política, el dopaje se llama financiación irregular. En el caso que nos ocupa, no hay evidencias (a día de hoy) de que dinero ilícito de la Gürtel o de los otros contactos de Bárcenas acabara en la caja del PP, pero si acaba por probarse la historia ésta de los sobres de billetes a modo de sobresueldos, sí estaremos ante un caso de financiación ilegal, de “financiación de dirigentes con el consentimiento del partido”, que es otra forma de funcionar internamente con dinero cuyo origen no es legítimo.

“Esta historia”, le decía Armstrong a Oprah tras confesar sus chanchullos, “fue perfecta durante demasiado tiempo. Pero ahora ya no es perfecta. Ahora es una historia tóxica”.