Un job, que se escribe como el santo, Job, patrón de la paciencia. Cada vez más españoles, jóvenes en su mayoría (jóvenes de esos dos millones de parados jóvenes que tienen menos de 35 años) quieren aprender alemán. Más que inglés, que fue el idioma que durante décadas identificamos con un mayor número de oportunidades, “si sabes inglés tienes más puertas abiertas”. Ahora la llave de la puerta es alemana, o así lo creen cientos de jóvenes de aquí que intentan aprender cuanto antes el idioma de Angela Mérkel para cumplimentar su Lebenslauf -su currículum vitae- y colocarse en Alemania casi casi de lo que sea.
Hoy contaba Las Provincias que en Valencia están desbordadas las academias de idiomas de solicitudes para matricularse en alemán. Por primera vez se han visto colas para inscribirse. Por primera vez el alemán desbanca al inglés como idioma talismán para encontrar empleo. Muchos son ingenieros o médicos recién licenciados, pero también hay fontaneros, conductores y un soldador que le dice a este diario que su idea es ir a trabajar allí “en un principio de lo que se pueda”. Mientras sea un curro, bienvenido sea. Y si es minicurro, como opción temporal para ir tirando, también se acepta.
El número de españoles que se buscan la vida en Alemania crece a un ritmo del 10 % anual, y entre aquellos que se plantean intentar esa aventura en este nuevo curso estará, seguro, alguno de estos 38.000 españoles que en agosto se quedaron sin empleo. 38.000 nuevos parados. Muchos de ellos ya sabían que les tocaría porque el trabajo que habían encontrado, allá por mayo, o por junio, era un empleo con caducidad, en un restaurante o un hotel de la costa, en un comercio de alguna localidad turística, en eso que se llama el “sector servicios”, que en verano ve cómo la actividad espabila pero que, en cuanto acaba el verano, invita a miles de empleados temporales a recoger los bártulos y volverse para casa, hasta el verano que viene.
Ya anticipamos anoche que el dato del paro no iba a ser bueno porque en agosto subía y que, sabiendo eso, pues hombre, cuanto menos subiera, mejor. Si en agosto de 2012 ha crecido menos el paro de lo que creció en agosto de 2011, pues mejor que si hubiera crecido más, obvio, bien lo sabe Perogrullo, pero no cabe estirar mucho más la presunta lectura positiva que esa comparación arroja sobre el comportamiento del empleo. Este año han sido 38.000 en agosto y el año pasado fueron cincuenta mil, pero oiga, ahora mismo hay medio millón de parados más que este mismo día de hace un año. Y esto que hoy dijo la secretaria de estado de Empleo, Engracia Hidalgo, que la velocidad a la que crece el paro se ha reducido y sólo por eso hay que verlo como un indicio de que las cosas están cambiando, ya lo escuchamos varias veces en boca de los responsables de ese ministerio en épocas anteriores: lo de la “velocidad” o el “ritmo” a que crece el desempleo -crece más despacio, a ver si va a ser un cambio de tendencia-; lo escuchamos unas cuantas veces y hoy lo hemos vuelto a escuchar, pero esto del ritmo de crecimiento no alcanza, ni de lejos, la categoría de consuelo.
Difícilmente puede considerarse un cambio de tendencia cuando que viene subiendo desde hace cuatro años...sigue subiendo. Difícilmente puede celebrarse como cambio de tendencia que, al cabo de cuatro meses seguidos de bajadas, el paro vuelva a subir. Porque ni siquiera eso es un cambio de tendencia (que sería a peor); es sólo el comportamiento esperado del empleo en los meses en que siempre baja (mayo, junio, julio) el comportamiento esperado en el mes en que repunta (agosto). Basta observar el gráfico que el propio ministerio de Empleo ha distribuido esta mañana para comprobar que este año repite las subidas y bajadas mensuales de los tres años anteriores, pero con el paro en el nivel más alto que ha alcanzado. Y dado que no existe, lamentablemente, cambio de tendencia, lo previsible (lo que el propio gobierno tiene calculado) es que los tres próximos meses van a ser muy malos. Enredarse en comparaciones rebuscadas para intentar convertir el dato de hoy en un brote verde son ganas o de despistar o de perder el tiempo.
El empleo, la falta de empleo, es, junto con el encarecimiento de la financiación del Estado (lo de la prima de riesgo y todo eso), la principal avería que sufre hoy la economía española. Tiene otras, claro, pero el paro -que es consecuencia de la falta de actividad económica y que, a su vez, tiene efectos perversos en las cuentas públicas (además de el efecto demoledor que tiene sobre las familias afectadas y la salud social del país)-, el paro es la gran anomalía en la que primero se fijan todos aquellos que examinan nuestra situación económica y que se preguntan cómo vamos a poder afrontar todos nuestros compromisos con la cuarta parte de la población activa en el desempleo.
Un trabajador en activo supone actividad económica, consumo e ingresos para el estado. Cuando ese trabajador deja de serlo para convertirse en demandante de empleo, los ingresos para el Estado pasan a ser gasto. Y a más gasto y menos ingresos, ya sabemos, más complicado lo de recortar el déficit, piedra angular de la hoja de ruta que el gobierno se ha marcado. Los datos que el ministerio de Empleo ha ofrecido esta mañana constatan que justo eso es lo que está sucediendo, que las cuentas cada vez es más difícil que salgan. Las pensiones de hoy, como sabemos, las sostienen los trabajadores en activo, y la Seguridad Social confirma que ha echado mano ya del Fondo de Prevención para obtener algunos recursos.
El paro es nuestro traje del emperador desnudo: por mucho que Rajoy se presente en los foros europeos reivindicando la solidez de España y su currículum de país que siempre paga sus deudas, quienes le observan lo que ven es al presidente de un país en recesión que arrastra el doble de tasa de paro que el resto de Europa y donde el desempleo lleva aumentando desde hace cinco años. Y eso vale también para la señora Merkel, ilustre invitada este jueves al Palacio de la Moncloa, que viene insistiendo, desde hace meses, en que hay que la credibilidad de un país está ligada, también, a su tasa de paro.
La canciller -cuyo viaje a España ha despertado aquí gran interés y la indiferencia más absoluta en la prensa alemana- viene con más ganas de hablar de estas cosas (con empresarios y sindicatos, casi casi como presidenta) que de la unión bancaria, los bonos y los eurobonos, que están en el número 1 de las prioridades del gobierno español. Rajoy lo que piensa decirle a la señora Merkel el jueves, no se sabe si en alemán o con intérprete, es “¡arráncalo, Angela, arráncalo, por Dios!” ¿El qué? El plan de salvamento de la deuda española. Que el gobierno entiende que es la primera condición para que luego llegue la actividad económica y...el empleo. Por si acaso, y de momento, miles de jóvenes procedentes de la formación profesional o que acaban de obtener sus licenciaturas universitarias, seguirán aprendiendo alemán por si tuvieran ocasión de irse para allá a ponerlo en práctica.
La señora Merkel no caerá simpática, pero su condición de jefa de la caja le hace ser vista como una mujer sólida. Incluso cuando la fotografían, como ayer, apurando una jarra de cerveza talla XXL. Será que los cancilleres no pasan la prueba de alcoholemia. Dices: hombre, es que estaba en el festival de la cerveza, qué iba a hacer sino beber y beber. Menos mal que no hay festival de la ginebra, o del chupito. En las ferias de ganado, ¿qué se come, una vaca entera?