EL BLOG DE ALSINA

Nunca antes ver a un hombre caer había despertado tanta expectación planetaria

Les voy a decir una cosa.

¿Es un pájaro, es un avión? No, es super-alemán”. Digo “es un superaustriaco, un señor de Austria cayendo a la Tierra a la velocidad del sonido”. Este iba a ser el gran acontecimiento de esta tarde- noche que lamentablemente ha tenido que ser aplazado.

ondacero.es

Carlos Alsina | 09.10.2012 20:18

Felix Baumgartner
Felix Baumgartner en caída libre | agencias

Nunca antes ver a un hombre caer había despertado tanta expectación planetaria, ni siquiera cuando Dominique Strauss Kahn tuvo que apearse del Fondo Monetario Internacional por aquélla historia. Un hombre cayendo. Dices: vaya cosa, Arús hacía programas enteros con resbalones y tropiezos. No es ese tipo de caída la que hoy tenía al personal mudo de asombro. Es más un dejarse caer. Como el paracaidista que dice vamos-pa-abajo y se lanza del avión, vaya, sí que impresiona la bajada, y hasta que se abre el paracaídas uno va rápido. Pues algo así, pero desde casi 37 kilómetros de altura, 36.576 metros para ser exactos. Embutido en su traje presurizado, Félix Baumgartner, austriaco de cuarenta y tres años, se ha lanzado esta tarde desde esa altura en caída libre hasta tocar suelo superando la velocidad del sonido.

Piensas: hay que estar zumbado. No, el amigo Félix no es un loco. Es un tipo al que el riesgo le pone, eso sí es verdad -le pone más el riesgo que a un directivo de Lehman Brothers- pero sonado no está: ha hecho antes todos los cálculos, todos los experimentos, todos los ensayos posibles para garantizar que algo así podía hacerse. Entre otras cosas, y en las horas previas al “vamos-pa-abajo”, sólo ha podido ingerir alimentos que no produzcan gases para prevenir el efecto que pudiera tener la baja presión de allí arriba: cualquier gasecito que generara su cuerpo podría haberse convertido en un globo interno en expansión, con el malestar que usted puede imaginar. O que no puede, en realidad. Ni debe.

Llevaba traje presurizado, cierto, pero por si acaso. Siempre cabe la posibilidad de que algo salga más y ésa era parte de la emoción que ha generado esta insólita prueba que ha hecho que, hasta hace unos minutos, los espectadores de esa televisión global que es internet contuvieran el aliento viendo primero cómo subía y, después, cómo se precipitaba. Téngase en cuenta que subió con un globo aerostático hasta la estratosfera, que ese lugar donde residen los intereses que paga España por su deuda. Hasta la estratosfera y volver. La caída es brutal, pero el ascenso tampoco se lo pierdan. Súbete a un ascensor que te va alejando de la Tierra hasta subir 37 kilómetros en vertical. Dices: yo una vez subí a la Torre Eiffel. Pues eso tiene 330 metros. Son más de cien torres eiffeles una encima de otra. Ah, yo tan alto no he subido nunca. Ni tú ni nadie, sin nave espacial, se entiende. ¿Te suena cuando vas en un avión y el capitán dice “volamos a siete mil metros de altura”? Pues tendrías a Baumgartner treinta kilómetros más arriba. Una barbaridad. El salto en sí ha quedado aplazado y será  filmado por las tropecientas cámaras de alta definición incorporadas a su traje.

¿Y esto para qué sirve? Bueno. La utilidad no es el único motor que mueve al ser humano. Al margen de las comprobaciones técnicas, o científicas, que pueda aportar la experiencia, es algo que nunca antes nadie había hecho y que ha despertado el interés de medio mundo. No todo tiene que servir para algo concreto. Tampoco ha producido fruto concreto alguno el salto de Angela Merkel sobre el Partenón -su aterrizaje en Atenas- y está toda Europa hablando de ello.

Con menos riesgo que Baumgartner pero con un grado parecido de confianza en sí misma, la canciller se han presentado hoy en Grecia sabiendo que buena parte de la sociedad, seguramente mayoritaria, siente por ella una notable antipatía pero dispuesta a mejorar -aunque sea un poco- su castigada imagen de señora intratable, Mrs Danvers, el ama de llaves de Rebeca.

En el viaje de la canciller Merkel lo arriesgado no era el aterrizaje sino quedarse mucho tiempo. Había protestas convocadas en distintos puntos de Atenas y un cierto temor del gobierno de Samarás a que se montara una gorda hoy en las calles. Ha movilizado a siete mil policías y ha cortado el acceso a los aledaños de la embajada alemana. Contacto directo de la señora Merkel con los manifestantes no ha habido; incidentes entre policías y manifestantes sí. Que tampoco han sido los primeros ni serán, seguramente, los últimos que se produzcan en Atenas.

Grecia arrastra ya cuatro años de recesión y de recortes, y a decir del Fondo Monetario Internacional la cosa va a seguir fatal el próximo año, con una caída del PIB griego de cuatro puntos -para este año calcula seis puntos de decrecimiento-. Entre economistas y analistas financieros se está reabriendo un debate que nunca se cerró: si la terapia que se está aplicando en Europa es la correcta o todo lo contrario, o como dice este artículo de Munchau en el Financial Times que comentábamos anoche, si existen ya datos suficientes para afirmar que las políticas elegidas están empeorando el problema en lugar de ayudar a resolverlo.

Merkel entiende que no, que afirmar eso es arbitrario porque aún no ha pasado tiempo suficiente para sacar conclusiones tan drásticas. “Hay países a los que les ha costado décadas levantarse”, le dijo hoy al primer ministro Samarás, que se habrá sentido muy reconfortado, ¿verdad?, al escucharlo. Lo que el gobierno de Grecia espera de la señora es que, aparte de aliento y afecto (que no computa en los planes de estabilidad) le dé más tiempo para recortar déficit y deuda, tiempo para poder hacer las cosas con más pausa.

Lo que Samarás le ha recordado a la señora Merkel es aquello que se le medio prometió cuando las últimas elecciones generales se plantearon como una suerte de plebiscito sobre el pacto fiscal europeo -o seguir en el euro o que le dén por ahí a la Unión Europea-. El mensaje que Bruselas y Berlín enviaron entonces a los griegos fue: votad por los partidos que apoyan el rescate y nosotros ayudaremos a que la economía griega remonte. Querida Angela, si aspiras a caernos simpática es hora de que te acuerdes de aquello. Que es la misma reflexión que le están transmitiendo a la alemana en todos los países rescatados, o medio rescatados, que visita, cuyos jefes de gobierno, cada vez que miran las encuestas de intención de voto, se acuerdan de Félix Baumgartner y la velocidad supersónica de su caída hasta el suelo.