OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "No ha habido sábado de constitución de ayuntamientos en el que no haya acabado siendo alcalde uno que parecía desahuciado"

Con números tan ajustados, espérese a ver qué pasa mañana.

Carlos Alsina

Madrid | 14.06.2019 08:14 (Publicado 14.06.2019 08:01)

En sábados como éste, que llegan cada cuatro años, lo habitual es que en más de un municipio pasen cosas como éstas:

· Que un concejal se ponga malo, de repente, le suba terriblemente la fiebre y tenga que abandonar el pleno antes de elegir al alcalde.

· Que directamente no aparezca en el ayuntamiento a la hora de empezar el pleno. Y le llamen al móvil, y le envíen guasaps, y nadie pueda encontrarle porque está viajando al Caribe con el pastón que le acaban de dar para que desaparezca.

· Que cuando llega la votación, uno de los concejales del partido que va a ganar empiece a moverse inquieto, como si tuviera lombrices, porque va a traicionar a los suyos votando al candidato de enfrente pero aún nadie lo sabe.

· O que un minuto antes del pleno el concejal menos conocido anuncie que abandona el partido con el que concurrió a las elecciones porque se ha dado cuenta de que no está hecho para él y ha decidido fundar un partido propio. Que casi siempre se llama Agrupación Independiente del pueblo que sea.

Es decir, que no ha habido sábado de ayuntamientos en nuestra historia reciente en que no haya saltado la sorpresa y haya acabado siendo alcalde uno que parecía desahuciado.

Véte tú a saber, estando los números tan apretados y estando los concejales de algunos partidos en municipios relevantes encabronados, con perdón, con las direcciones nacionales de sus partidos por haber firmado pactos desde sus torreones de Madrid sin tenerles en cuenta a ellos.

De Madrid, o de Toledo. O de Valladolid. En Castilla - La Mancha Rivera ha elegido al PSOE como cónyuge municipal. Turnándose en las alcaldías de tres de las capitales castellanas. En Castilla y León Rivera ha elegido al PP, a la contra de lo que hubiera preferido hacer el barón naranja Paco Igea que hoy es un poco menos barón y un poco más ordenanza de sus mayores madrileños. Mañueco, el del PP, conseguirá ser presidente autonómico, pero al precio de que se le hayan revuelto también los suyos porque nadie les ha preguntado si les parece bien darle la alcaldía a quien menos concejales ha obtenido.

Ya lo advertimos aquí la mañana siguiente a las elecciones municipales: cuanto más escucharan a los líderes desmentir que esto fuera Juego de Cromos, el baile de las sillas (o los sillones), te cambio alcaldía de Madrid por presidencia de Aragón, más evidente sería que el cambalache, llámelo si prefiere negociación de amplio espectro, o llámelo enjuagues en cadena (que es la denominación más ajustada) ya se estaba produciendo.

La versión oficial dice que hasta última hora no sabremos quién va a ser alcalde de Madrid, pero Begoña Villacís ha asumido ya que ella no sale y que el nuevo será Martínez Almeida. La oferta que ayer se sacó de la chistera naranja Albert Rivera —dos años él, dos años ella— fue el certificado de rendición. El tercer pasajero, que es Vox, no iba a prestar sus votos a Villacís (tampoco ella ha hecho nada por bailarle el agua al capitán Smith) y el baile se acabó ahí.

Manuela Carmena, alcaldesa de un solo mandato —la gran derrotada de esta convocatoria electoral— ha recogido ya los bártulos y ha deseado suerte al señor Almeida. Incluso se ha ofrecido a explicarle cómo desmontar los muebles de su despacho para hacerse uno más al estilo Gallardón. Carmena se va a su casa, pero lleva el teléfono abierto. Es una figura muy apreciada en el PSOE a la que podría llegarle en breve alguna oferta. Siempre que antes resuelva Sánchez su propia investidura.

Martínez-Almeida, candidato inesperado del PP al que Casado estuvo buscando alternativas sin llegar a encontrarlas, es la gran novedad en la vida municipal española: desconocido para casi todo el mundo, de esto que llaman el PP sin complejos, y de quien subrayan partidarios y contrarios su buen talante y su sentido del humor. Veremos.

En Barcelona, Ada Colau sobrevivirá al subidón de Esquerra gracias al flotador que le lanzó Manuel Valls y que ella le ha pagado con el mayor de los desdenes que se recuerda en la plaza de Sant Jaume. Ni siquiera le ha levantado a Valls el cordón sanitario que ella pone a los partidos que ubica en la derecha. Sólo con el ofrecimento de Valls pudo la señora Colau hacerle la cobra a Maragall y ponerse a preparar la boda con el PSC.

A Maragall, el candidato de Esquerra, se le ha quedado cara a de caganet del Belén. Bueno, cara y sobre todo postura. De caganet en Ada Colau. Ha dicho muy serio que a esta señora sólo le preocupa el cargo. No como a él, ¿verdad?, que se ha presentado por puro altruismo y por eso ha puesto como primera condición para el pacto que el sillón tenía que ser para él.

Ada Colau, ingrata con Valls, es la nueva traidora oficial del soberanismo. Mire lo que ha dicho de ella Torra, el muñeco de Puigdemont. Colau como agente del establishment, la marioneta de los poderes del Estado. Ha pactado con el diablo, dice Sergi Sabriá, de Esquerra.

El diablo, naturalmente, es Ciudadanos. Que en realidad, no es quien va a salvarle el cuello (o el sillón) a la señora Colau. Ciudadanos y Manuel Valls son ya cosas distintas. Antes de que llegue el otoño se habrá consumado ese divorcio.

Esquerra se declara ofendidísima con el PSC en Cataluña, por esto de Colau, pero se abre de brazos en Madrid a hacer presidente a Pedro Sánchez. Anda que no le gusta a Gabriel Rufián verse llamado por el PSOE como si fuera el gurú de la investidura de Pedro, aunque sea Adriana Lastra quien le despache en lugar del mozo de espadas Ábalos.

No parece que Lastra le explicara con claridad que lo único que esperan de Esquerra es que no moleste. Que ésa es la versión gubernamental. Impagable, viniendo de quien viene, la número dos de Sánchez, esta reflexión sobre por qué hay que abstenerse.

Abstenerse sólo es no bloquear el gobierno de quien ha ganado. Y lo dicen los del no es no de 2016. Que a la vez critican (esto, con razón) al PP por haberse apeado interesadamente del estribillo aquel de tiene que gobernar el partido más votado. Ni un día descansan. Ni un día dejan de demostrar que nos toman a todos por amnésicos desinformado.