Capítulo contrario, el de condolencias. Al Rayo y el Getafe, que ya están en segunda; a Fernando Alonso, otra vez averiado; a Hamilton y Rosberg, que en lugar de compañeros de escudería parecen compañeros de partido; a Stalin, por la derrota moral que ha encajado en Eurovisión; y a Barei, por la derrota real (puesto 22 de 26, como diría Pedro Sánchez, éste sí que es un resultado histórico). El Barça gana cuando es el Barça y España no gana ni cuando disimula que es España.
Miren, los politólogos futuristas dan por hecho que llegará el día. En que, para votar, no tengamos que desplazarnos físicamente hasta la urna. Nos bajaremos en el móvil una aplicación —que se llamará elecciones 2016, o Votify— y podremos elegir nuestros representantes desde casa. O desde la terracita del bar mientras hacemos tertulia con los colegas, como hacemos en la radio en los programas de noche electoral: quién créeis que va a ganar, y quien créeis que acabará gobernando, ahora que ya hemos aprendido que una cosa no lleva aparejada la otra.
Desde el teléfono móvil —piticlín piticlín—: “perdonadme que voy a entrar en Votify, iba a hacerlo esta mañana y me quedé sin batería, no me distraigas a ver si voy a votar a otro”. Tendremos allí el dato de participación en tiempo real —qué necesidad hay de esperar a que salga un alto cargo a leer un numerito— y todo tipo de información sobre elecciones anteriores, encuestas, biografía de los candidatos y un tutorial sobre la Ley D’hont para que entendamos de una vez por qué son tan importantes los restos.
Que no entiendas el televoto de eurovisión tiene un pase porque es la primera vez que se usa pero la ley D’hont nos la llevan aplicando desde que elegimos diputados, va para cuarenta años. Algún día, en el futuro no muy lejano, saldrá la Soraya Sáenz de Santamaría de la época a contar que en las mesas de los colegios han ganado las Panteras Grises pero que en el televoto, atención, redoble de tambores, en el televoto ha ganado…Ucrania. Bueno, un partido político de los que haya entonces. Que a lo mejor son el PP, el PSOE, el PNV, Esquerra, los de siempre, y Podemos, Ciudadanos, los de ahora, o son partidos que hoy no existen y que tienen candidatos virtuales generados por ordenador a partir de las virtudes que le demandan al líder sus votantes. Y a los que los votantes puedan jubilar utilizando otra aplicación —finitify— sin esperar a que sean los rivales internos de ese líder quienes lo despedacen.
Bien, hasta que estas novedades futuristas pasen a formar parte de nuestras vidas electorales, todo se sigue haciendo a la manera de siempre. Los partidos se pasan mes y medio diciendo que van a ganar las elecciones, todos ellos, aun sabiendo que en la mayoría de los casos es imposible que las ganen. Y marean la perdiz con la coña ésta del recorte de los gastos electorales cuando saben que todos ellos van a gastar cuanto puedan. Dicen que pondrán menos vallas porque nos notan cansados, qué sensibles. Y qué espabilados.
Aquí la cosa no está en los gastos electorales. Está en los post electorales. El dinero que reciben los partidos por cada escaño y cada voto obtenido. A eso es a lo que podrían hoy renunciar. A la subvención que reciben en cada legislatura. Ya cobraron lo de diciembre, ¿no?, esta legislatura corta e improductiva, pues renuncien a ese dinero, el que ya han cobrado y que ahora van a volver a cobrar. Dirán: es que lo dice la ley, ya, pero nadie dice que puedan entregar generosamente al estado ese dinero que, después de todo, no tiene mucho sentido recibir. Por la repetición de una jugada fracasada.
Los candidatos se dejan ver, estos días, contemplando impresionados cómo trocean un atún o cómo se baila un chotis comiéndose una rosquilla. O aún peor, organizan actos de exaltación de la camaradería militante —siempre hay un cierto onanismo en los mítines y similares— para presentar al respetable a los ilustres integrantes de un gobierno que no existe.
Mientras otros citan a Gramsci, Sánchez cita entrenadores de fútbol. Este año que la liga la hay ganado el Barça toca Luis Enrique. En 2014 la ganó el Atleti y entonces lo que tocó fue decir que él era como Simeone.
Debe de resultar extraño esto de ser elegido para el puente de mando de un barco que aún no ha sido reflotado. Pero el capitán Sánchez sostiene que desvelar quiénes serán sus ministros —corrijo, quiénes serían— puede decantar el voto de quienes andan indecisos entre votarle a él y votar a otro. A otro que lleva coleta y también tiene gobierno hipotético. Si tú ves más a Margarita Robles de ministra de Justicia que a Victoria Rosell, pues ahí lo tienes, ya ha amarrado un voto el candidato del PSOE. Ahora, si tú ves más de ministro de Defensa al general Rodríguez que a… vaya, Sánchez ministro de Defensa no tiene. Ojo, no es porque haya eliminado el ministerio, que aquello fue una broma, es porque repescar a Narcís Serra después de lo que hizo con la caja catalana igual no es una buena idea.
Lo que sí tiene es ministra del derecho a decidir. O hipotética ministra de asuntos sociales que está por el derecho a decidir en Cataluña. Nuria Parlón, alcaldesa de Santa Coloma, número dos del PSC y valor en alza entre los socialistas….catalanes. Votó en contra el pacto que firmó Sánchez con Ciudadanos. Y es partidaria de que se haga la consulta.
Lo mismo que Podemos. Cómo era eso que dijo el otro día Oscar López, que a quien se le ocurre que el PSOE pueda ir de la mano al Senado de un partido que quiere referéndum de autodeterminación.
Cuando el referéndum lo defiende medio PSC, se le llama consulta legal y constitucional. Cuando lo reclama Podemos le llaman los socialistas referéndum de autodeterminación.