OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Los gritos de los afectados de allí son iguales que los de aquí"

Las sirenas, de las ambulancias de allí o de los coches de policía de allí, suenan, como van a comprobar, muy parecidas a las de aquí.

Carlos Alsina

Madrid | 28.03.2016 07:51

Tanto que, escuchando únicamente este sonido, ni usted ni yo podríamos saber si se grabó el martes pasado en un aeropuerto o ayer domingo en un parque. Las exclamaciones, los lamentos, los gritos de los afectados también guardan un notable parecido, los de allí con los de aquí.

La diferencia, como escuchan, la notamos en el idioma que se escucha. El idioma en que los supervivientes reclaman ayuda. El idioma en que los periodistas de la televisión narran con la misma incredulidad, el mismo espanto y la misma precipitación que aquí, lo que está pasando.

Lo que estaba pasando es que la policía y las ambulancias acudían urgentemente a un parque de la ciudad de Lahore, norte de Pakistán, junto a la India. Lo que estaba pasando es que en ese parque, colmado ayer de familias celebrando el domingo de resurrección —cristianas en su mayoría—, acababa de explotar una bomba en el aparcamiento, muy próximo a la zona infantil, los columpios. La forma de proceder del asesino múltiple les va a resultar familiar: llega cargado de bombas, no tiene que pasar ningún control —claro— porque…es un parque, le da al detonador y mata a todo el que puede matándose, de rebote, a sí mismo. Setenta asesinados, doscientos ochenta heridos.

Lahore no es el corazón de Europa. Pakistán no pasa por ser un país regido por nuestros valores, la libertad, la igualdad, la separación entre la religión y el estado, Pakistán es un país islámico cuyo gobierno combate —ahora con más determinación que en tiempos del mulá Omar--- a la versión local del yihadismo que son los talibanes. Los mismos que le pegaron un tiro en la cabeza a Malala por promover la educación de las niñas y los mismos que asaltaron una escuela para hijos de militares en Peshawar y fueron aula por aula acribillando adolescentes, ciento cincuenta muertos, hace poco más de un año.

Hoy su coartada es que las familias del parque eran cristianas, como antes dijeron que matar estudiantes en aquella escuela era vengar a los hijos de talibanes muertos por el ejército como antes dijeron que Malala iba en contra de la ley islámica. Siempre encontrarán una razón para llevarse por delante la vida del infiel, cualquiera —usted, yo--- que no se someta a las normas, fanáticas, con las que pretenden controlar las sociedades y los países. Allí o aquí.

Vuelta a la actividad cotidiana en casi toda España —fiesta todavía hoy en seis comunidades autónomas— y asuntos pendientes que acumulan los dirigentes de los partidos políticos principales.

Rajoy dijo que a la vuelta de Semana Santa vería qué hacía y lo que va a hacer –lo cuenta hoy La Razón—es pedir cita con los hermanos Sánchez Rivera. Sin esperanzas de que salga de ahí un gobierno de coalición. A un mes de que termine el plazo para investir presidente, no parece que en el Partido Popular contemplen seriamente ningún horizonte distinto al de nuevas elecciones generales. Salvo…que acabaraformalizándose el compromiso entre Sánchez e Iglesias, que en ese frente tampoco hay más novedad hasta el miércoles. Tantas ganas como dicen tener ambos de sentarse ya a hablar de lo importante —-por lo mucho que siguen sufriendo los españoles las políticas del PP y la urgencia de darle la vuelta a todo—- tantas ganas como dicen tener y no han sido capaces de encontrar un rato para hacer de una vez la reunión que tienen anunciada hace doce días.

Bien es verdad que en Podemos han llegado las curvas, que la crisis que no existía emergió con inusitado mal rollo y que mientras no abra el pico Iñigo Errejón nadie podrá dar esta fisura por cicatrizada. Más aún si sigue susurrando por ahí el fantasma de Juan Carlos Monedero en su papel de ama de llaves de Rebeca, la señora Danvers con chaleco. Oficialmente, Iglesias no ha modificado su postura: sólo pacta con Sánchez si éste repudia primero a Albert Rivera en el idioma pablista, la naranja mecánica—. Pero tampoco hay que ser un lince para advertir que la expectativa electoral de Podemos se está resintiendo por sus disputas internas. Una tendencia a la baja, sumada a la autonomía creciente que reclaman sus marcas asociadas, convierte la repetición de las elecciones en un horizonte bastante menos apetecible de lo que parecía, para Podemos, hace un mes y medio.

Pedro I el depuesto se esfuerza en no dejar de comportarse como presidente futurible, pero hasta hoy es el único que ha sido rechazado ya por el Congreso. La investidura no prospera y la reina del Sur vuelve a barajar las cartas. Está por ver si el congreso del PSOE es en la fecha anunciada —-en quince días debería comenzar la recogida de avales de los aspirantes— o se deja para después de las nuevas elecciones generales (si las hubiera). Susana Díaz aún no se pronuncia. Hay dirigentes socialistas que llevan casi dos años esperando a Susana. Cada seis meses, más o menos, vuelve a sonar el runrún. Que ahora sí, que ahora ya lo tiene decidido, que a este tren se sube ya seguro. Y a seguir esperando, hasta la próxima.

Vuelta a la actividad habitual y a la política nuestra de cada día. Sin novedad, tampoco, en la relación muda que mantienen Rajoy y Carles Puigdemont. Incluso cuando coinciden en algún acto son capaces de no decirse nada. Menos mal que ha reaparecido Zapatero, en entrevista con Enric Juliana, para anunciar la buenanueva de la fórmula magistral que resolvería la cuestión catalana. Y no es, por cierto, la reforma constitucional y el estado federal por el que suspira Sánchez. Es el regreso al estatut que él pactó con Artur Mas antes de que fuera modificado, en catorce artículos de 220, por el Tribunal Constitucional. La solución zapatérica es hacer pasar por constitucional aquello que la institución encargada de interpretar la Constitución dijo que no lo era. Traducido, aquí la culpa no fue ni de quien abrió el melón del nuevo estatut (Maragall) ni de quien se apresuró a hacer suya la bandera (aceptaré lo que salga del Parlament, o sea, Zapatero); la culpa no fue del cha cha chá, fue del Tribunal Constitucional, ay María Emilia Casas, que estuvo sometida a tantas tensiones que en lugar de bendecir lo que le traían sin cambiar una coma se creyó con derecho a someterlo a la opinión de los magistrados.

Diez años después de la aprobación en Cortes, seis después de la sentencia, Zapatero reclama volver al texto inicial y añade esta otra sugerencia imbatible: que Cataluña no sea definida ni como nación ni como comunidad autónoma, sino como comunidad nacional. Esto seguro que a Junqueras le quita las ganas de seguir buscando la independencia.