OPINIÓN

Monólogo de Alsina a las 8:00: "Sindicalistas a su bola, Rajoy mascando chicle y C's con cara de Buster Keaton"

Desde este patio entre el edificio histórico y el nuevo por el que van a empezar a desfilar en breve los 350 diputados que esta tarde votan. Disfrutando de las bajas temperaturas con que ha amanecido Madrid, sólo comparables a las que provocó ayer en el hemiciclo el discurso del candidato. Apasionar, lo que se dice apasionar, no consiguió apasionar ni siquiera a los suyos.

Carlos Alsina

Madrid | 02.03.2016 08:12

No consta que vuelvan hoy por aquí Cándido Méndez y Fernández Toxo, inmortalizados ayer en la tribuna de invitados trasteando con sus teléfonos móviles mientras el señor Sánchez iba por la tercera temporada de su discurso. Los sindicalistas a su bola, Rajoy mascando chicle y los parlamentarios de Ciudadanos con cara de Buster Keaton son las tres imágenes más llamativas del entrante que se vivió ayer aquí. El debate, como tal, es el que empieza en una hora dentro del Hemiciclo. Y teniendo en cuenta el momento político en el que está España, está Europa, está el mundo, no deja de ser sorprendente que el debate público en nuestro país gire en torno a la vigencia de las diputaciones provinciales. Cosas nuestras.

Segundo día del examen de investidura, de la investidura frustrada de Pedro Sánchez, porque fue el propio candidato el que, al final de su discurso de ayer asumió que la tiene perdida. Lo asumió con sinceridad —-sabemos de antemano el resultado de la votación, dijo— pero añadiendo esta medalla que se colgó a sí mismo: he cumplido mis objetivos.

En ese sentido, habrá que darle la enhorabuena al candidato que va a perder: él cree haber demostrado su disposición a entenderse y cree haber desbloqueado la situación política porque a partir de hoy ya corren los plazos. El rey le encomendó intentar formar gobierno, al rey le será comunicado el viernes que el propuesto no lo ha logrado, pero sostiene Sánchez que el fracaso habría sido rechazar la invitación del monarca, o sea, decirle tururú, como hizo el primer orador al que escucharemos esta mañana, el presidente en funciones señor Rajoy.

Sánchez, como ya sabrán, dedicó ayer un tercio de su discurso a predicar el entendimiento entre opciones políticas distintas. Una tesis doctoral apreciable sobre el respeto y la cooperación con el adversario. Con el problema que siempre se le plantea a Sánchez cuando cultiva este discurso: domina la teoría pero falla en la práctica. Es él quien, en la misma noche electoral, dejó dicho que no pensaba hablar con el PP. No es verdad que su partido no tenga líneas rojas. Tiene una que es explícita y está bendecida por todos sus barones: al PP ni agua.

Cada vez que el candidato fingía dirigirse a los 350 diputados animándoles al pacto, estaba dejando fuera, en realidad, a los 122 del PP. Y él lo sabe.

La parte más plúmbea del discurso fue la lectura del programa de gobierno que ha pactado con Ciudadanos. Subrayó la palabra derogación cuando habló de cuatro aspectos, cuatro, de la reforma laboral y se saltó —sabiendo que se daría cuenta todo el mundo—- el compromiso de eliminar las diputaciones provinciales. Hay que ver el arraigo que han resultado tener las diputaciones en este partido.

Y para el final dejó el reconocimiento de que con Ciudadanos sólo este gobierno no sale. Morcilleó el texto Pedro Sánchez con un estribillo de última hora: cada vez que mencionaba cambios legislativos que él entiende que Podemos también comparte, les decía: ¿por qué no poner en marcha la próxima semana estas medidas?

Salmo responsorial: “¿por qué no ponerlo en marcha ya?” Y sólo sus diputados respondían: “así sea, Pedro, así sea”. Si la investidura prosperase, “la próxima semana” iba a ser un no parar en este Parlamento.

Pero sólo poyarán a Sánchez en su intento de gobernar sus diputados y los de Ciudadanos. Aunque a lo largo de su discurso de ayer, sólo los primeros le aplaudieron alguna vez. Los naranjas ni se inmutaron. Ni siquiera cuando se declaró Sánchez revolucionario por proponer un sistema de elección de altos cargos que es cosecha de Ciudadanos. Ni siquiera. Claro que el PP tampoco fue capaz de aplaudir la revindicación que hizo Sánchez de la transición del 78. La reivindicación la comparten, pero no pueden dejarse ver aplaudiendo a quien la hace.

Los dos grupos que tienen la llave de que prospere alguna investidura, el PP y Podemos, cortarán hoy (y el viernes) el paso a Sánchez y empezarán el lunes a moverse de nuevo. Los de Iglesias reclamando al PSOE que repudie su pacto con Ciudadanos —-veremos si los socialistas aguantan—- y los de Rajoy metiendo presión a Rivera para que tenga con ellos la misma buena disposición que ha tenido con el PSOE. Ni Sánchez ni Rajoy renuncian a seguir intentándolo, pero a partir del lunes es el reloj el que marca el paso de todos los grupos. Si a finales de abril seguimos sin gobierno nuevo, las elecciones quedarán convocadas para el 26 de junio.