OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Debería ser Rajoy el que estuviera a todas horas buscando apoyos para gobernar"

En el tablero de ajedrez que esta siendo la investidura, Sánchez lleva la iniciativa. Rajoy, se enroca.

ondacero.es

Madrid | 19.01.2016 08:02

El presidente en funciones ha cultivado fama de estratega paciente que maneja con habilidad los tiempos para salirse siempre con la suya. Pero la historia electoral del último año-y-medio prueba que la fama no siempre se corresponde con hechos ciertos. Esta antesala de investidura en la que estamos está siendo una situación rara, rara, rara: quien debería estar hablando a todas horas con los demás grupos políticos tratando de ganarse su apoyo —el cortejo de los posibles novios— es quien ha ganado las elecciones, para poder informar al rey de que tiene tiene sentido que lo proponga como candidato. Pero Rajoy, por el contrario, cuenta a todo el que le pregunta que ni ha mantenido conversaciones nuevas ni tiene previsto hacerlo. Extraña forma de cortejar es ésta, desde la distancia y en silencio. Sólo una vez, y con desgana, citó en la Moncloa a Sánchez y Rivera. Con el primero no habló de nada concreto. Al segundo, según contó él mismo aquí, ni siquiera le pidió expresamente su apoyo para ser investido.

Extraña negociación es ésta en la que —tiene razón Rajoy— el PSOE ha cerrado la puerta a cualquier diálogo pero en la que aquellos que no han llegado a cerrarla, Ciudadanos por ejemplo, tampoco han sido convocados para seguir hablando. Salvo que estén sucediendo cosas que nadie cuenta, Rajoy se deja llevar en la convicción de que será él el candidato propuesto, de que fracasará en su investidura y de que será entonces, cuando empiece la cuenta atrás hacia unas nuevas elecciones, cuando los demás partidos corrijan su postura. Esperar y ver. O esperar a ver.

El presidente en funciones ha criado fama de estratega hábil y paciente, pero no aparecen, en el último año y medio, pruebas que acrediten que merece esa fama.

La iniciativa la lleva Pedro Sánchez. De flor en flor, abonando el terreno a toda clase de alianzas y con todos los partidos menos uno. Sobrevive ya Sánchez a su primer primer mes después del batacazo electoral y sobrevive a la presunta ofensiva que contra él iban a poner en marcha los barones. Ay, los barones. Que título tan grandilocuente para el escaso papel que, en realidad, están desempeñando. Incluso Susana —-el legendario poder susánico para enderezarle el rumbo al atribulado Sánchez—- incluso Susana empieza a parecer una leyenda urbana. De tanto ver pasar trenes esperando a que llegara el bueno, se quedó la reina del sur para siempre en Sevilla.

Reducida al papel de diario de avisos, siempre haciendo advertencias, siempre acotando el terreno a Sánchez, si hasta ahora Susana no ha conseguido frenarle, va a ser difícil que pueda hacerlo en adelante. Cuanto más factible vaya pareciendo —-y hoy lo parece un poco más que ayer—- la investidura de un presidente Sánchez con la bendición de las izquierdas y la cooperación de Ciudadanos, menos ganas tendrán de decir nada —-menos aún—- los supuestos integrantes del sector crítico.

Susana Targaryen reunió a sus Inmaculados para exhibir músculo. De cada cuatro diputados socialistas en las cortes, ¡uno es mío! De haber estado por allí Luena probablemente habría dicho ¿y qué? La fuerza por la boca. Ni siquiera el papelón del PSOE en el Senado, tan grato para Rufián y para Homs, ha desencadenado tormenta. Sánchez ha hecho lo que a él le ha parecido conveniente sin que el susanismo ejerciente haya podido (o querido) mover ni un dedo.

El resumen del discurso susánico dice:

• Que al PP no hay que ayudarle en nada. Cordón sanitario.

• Que Podemos debe renunciar al derecho a decidir y mostrarse un poco más humilde en sus declaraciones.

• Y que si ni renuncia ni abandona la arrogancia, no se puede pactar con ellos.

¿Elecciones de nuevo entonces? Ah no, eso sería un fracaso democrático, una legislatura fallida, lo peor de lo peor, mejor ni contemplarlo. ¿Entonces?

Los barones, o la barones, corren el riesgo de acabar siendo los abuelos del palco de los teleñecos: refunfuñando ante cualquier cosa que pase en el escenario pero sin terminar nunca de deshacerse del actor protagonista. Haber puesto todo el énfasis en el derecho a decidir permite a Podemos aparcar ahora esa demanda presentándolo como una enorme concesión para hacer posible el acuerdo de las izquierdas y permite a Sánchez presentar ese aparcamiento como un gran logro que le aupa a la condición de maestro negociador, negociator.

Pedro Sánchez va a llegar al comité federal de su partido en la posición que más le conviene, blindado ante conspiraciones internas. Porque va llegar siendo candidato a la investidura.

Este martes sabremos hasta dónde llega su afán por agradar a Podemos: Iglesias mantiene su demanda de tener cuatro grupos parlamentarios y el PSOE dice que eso no puede ser, pero que está por la labor de hablar. Veremos de qué. En la jerga parlamentaria estar dispuesto a ver qué se puede hacer significa retorcer la interpretación del reglamento cuanto sea necesario para obtener el fruto que se busca. Siempre da el chicle para seguir estirándolo. Las trampas las inventaron hace tiempo los partidos para burlar su propio reglamento, vieja política: finje aliarse la Izquierda Unida menguante con el Bildu jibarizado y con la Esquerra rufiánica y les sale un grupo parlamentario falso que cobra la subvención ---pone el cazo---, se reparte la plata y se disuelve como cuento chino que era. Como diría Sleepy Hollow, o sea, Artur Mas, lo que no nos dieron las urnas lo corregimos en los despachos.