La señora Forcadell, que se está revelando como la persona más obediente de toda Cataluña —-no a la ley, sino a las instrucciones que le dan Mas y Junqueras— dijo que por sus narices convocaba el pleno de la independencia para el lunes y para el lunes piensa convocarlo. Cuatro grupos del Parlamento que esta señora preside le dijeron ayer que echara el freno porque ni siquiera han terminado de constituirse aún los grupos, pero a ella le ha dado lo mismo. Uno de los dos grupos que quiere proclamar la ruptura con España cuanto antes, la CUP, dijo aquí —-escucharon ustedes a Antonio Baños—- decir que por ellos no había problema en esperar a que estén constituidos todos los grupos para convocar el pleno, si no es el día 9, que sea el 10, o el 11.
Pero a Forcadell también le dio lo mismo porque ella tenía el encargo de resolver la papeleta por las bravas y marcando terreno: a partir de ahora en ese Parlamento, en la Cataluña de la excelencia, lo que diga la oposición no importa un pimiento. Bueno, lo que digan cuatro grupos que constituyen casi la mitad de la cámara, porque gobierno, en realidad, aún no hay. No se ha celebrado aún la investidura. Forcadell no disimula y ejerce de lo que es: delegada del gobierno. Del gobierno independentista en una cámara que, aunque a ella le incomode, es plural. Y en la que sesenta y tres diputados representan al 51 % de los votantes que no apoyaron ni las candidaturas independentistas ni el proceso de desobediencia (o rebeldía) tal como los del “Juntos por el sí” lo han planteado.
Tanto invocar el diálogo, tanto censurar al gobierno central por no hablar con los demás partidos, por actuar por decreto, y esta nueva mayoría bulldozer ha iniciado la legislatura haciéndole una peineta a la numerosa minoría. Talante, oiga, se llama talante. El talante Forcadell, a las órdenes de los copríncipes Mas y Junqueras. Los jefes wally del proceso, desaparecidos de la escena pública mientras maniobran en la trastienda. Es un chiste que el gobierno autonómico expresara ayer su respaldo absoluto a la señora Forcadell (su delegada), como es un chiste que la esquérrica Marta Rovira amagara con acudir ella en amparo al Tribunal Constitucional si los grupos pro-constitución no le permitían vulnerar el reglamento. Esto lo contó ayer Coscubiela, de Iniciativa.
Humor negro. La rebelde Rovira pidiendo aaaamparo, a la vez que se insubordina. Y a la vez que entona, como el resto del coro independentista, la cantinela que dice que se ha orquestado en Moncloa un frente contra Cataluña. El cansino discurso del ataque a Cataluña, que ingenuamente, puerilmente, ha comprado entre otros Alberto Garzón. Otra vez los Junqueras, los Romeva, los Rahola, identificando su proyecto independentista con Cataluña. Quien trate de frenar su desobediencia al Estado va contra Cataluña. Qué pereza, oiga. Qué pereza artúrica y rahólica.
Ideas para el debate. Izquierda Unida pretende que el Estado decida cuánto dinero puede ganar usted. No qué salario mínimo debe tener un trabajador, sino a qué salario máximo puede llegar a aspirar, por bien que vaya su empresa, por años que lleve trabajando, mérito acreditado o por mucho dinero que haya hecho ganar a la compañía en la que trabaja. Salario máximo. Un tope para impedir que nadie pueda distinguirse por arriba. Alberto Garzón, rezagado en las encuestas y en busca de una bandera que le permita ganarle algún voto a Podemos, lanza su propuesta de legislación laboral. Prohibido ganar más de diez veces el salario mínimo, porque sostiene IU que sólo se reparte la riqueza impidiendo que la gente gane más de la cuenta.
Pablo Iglesias, decidido a transmitir imagen de líder simpático, se fue anoche a divertir a El Hormiguero y se arrancó por Krahe. Mientras Pedro Sánchez, en dificultades demoscópicas porque Ciudadanos aparece en dos sondeos ya segundo, se hizo acompañar ayer por el consorcio ochentero de artistas y similares que cada cuatro años reaparecen para pedir el voto al candidato socialista: Rosa León, Beatriz Carvajal, Paco Clavel. Los candidatos socialistas pasan, pero los artistas permanecen. Poco relevo generacional se percibe en este coro armónico de voces la más joven de las cuales probablemente es Alejo Stivel, cincuenta y seis años. Con razón Pedro Sánchez parece recién salido del club megatrix y sin tiempo para enterarse de qué gobierno aprobó la ley del divorcio. En caso de duda, apúntaselo a Felipe.