• Un grupo de curas y políticos cristianos (que en esto vienen a ser la misma cosa) firman una carta a los cristianos de España para que respeten su anhelo de independencia. Por alguna razón deben de pensar que hasta ahora, cristianos, no se lo respetábais.
• Ha dicho Morenés-ministro del Ejército que no hará falta que las Fuerzas Armadas hagan cumplir las leyes en Cataluña. Y se ha armado un escándalo. Sí, porque dijo que no hará falta “si todo el mundo cumple con sus deberes constitucionales”. Y este añadido, torpón, ha encendido tanto a Artur Mas que cualquiera pensaría que está en su ánimo incumplirlos.
• Dice Felipe González que él no dijo lo que entendió Enric Juliana que dijo. Que nunca ha pensado que la Constitución deba reconocer a Cataluña como nación porque él mismo no la reconoce. Aunque en la grabacion de la entrevista que difundió anoche La Vanguardia sí dice González que él reconocería la identidad nacional de Cataluña. No dice nación, pero sí identidad nacional. ¿Puede tener identidad nacional aquello que no es una nación? Dénle una vuelta.
Con lo feliz que estaba Miquel Iceta diciendo que Felipe había roto el tabú entre los socialistas, y ahora sale González y le dice que él no ha roto nada.
¿Aún se sorprenden los socialistas de que se les vea como un partido confuso?
En Convergencia siempre han tenido las cosas más claras. Fueron catalanistas cuando entendieron que eso era lo más práctico. Cada vez más nacionalistas cuando les pareció que esa era la vía. Y declaradamente independentistas desde que Mas descubrió que la guerra del 14 (1700) la había ganado Felipe V.
En todo ese proceso nunca les ha faltado de nada. Una legión de empresas se ha retratado generosamente acarreando dinero para engrasar la maquinaria convergente. No por afinidad con el proyecto político cambiante —ésa es sólo la coartada—- sino porque siempre tuvo Convergencia poder municipal (y casi siempre autonómico) para adjudicar contratos públicos. Que la que más dinero ha entregado sea una multinacional francesa, Suez, es un indicio bastante claro: no es el catalanismo, o el nacionalismo, lo que une a estas compañías tan desprendidas. Es su condición de constructoras y adjudicatarias de servicios públicos. Por eso pagan (perdón, donan) a Convergencia y no a las Panteras Grises, que nunca han gestionado, criaturas, un solo euro de presupuesto público. El grupo Agbar, Suez, 700.000 boniatos. Copisa, 580.000. Las empresas de Sumarroca, 300.000 en cuatro años. Cirsa, la del juego, 100.000 anuales.
El gobierno español sigue a la espera de que le digan lo que debe hacer en la crisis de los refugiados. Tan dado a tomar la iniciativa en algunas cosas y tan arrastrando los pies cuando el asunto incomoda. A la espera de que nos digan cuántos nos tocan, como la tómbola.
Los que sea, los acogeremos, dice nuestro gobierno a boca llena. El número no va a ser el problema, dijo Soraya Sáenz de Santamaría en La Sexta.
La discusión no va a estar en las cifras. Hombre, esto lo escucha Juncker y dice: “Hombre, enviemos cincuenta mil refugiados a España”. El gobierno elude tomar él la iniciativa alegando que hay que saber primero qué perfiles tendrán los refugiados. Qué perfiles no está muy claro qué significa: si se refiere a los sirios, hablamos de familias enteras de clase media que no hablan español y tampoco han manifestado deseo de venir a España. Ellos donde quieren quedarse es en Alemania.
Hasta ahora el discurso imperante en los gobiernos del sur de Europa, como el nuestro, era éste que dice que no podemos recibir a todo el que llega porque acabarían queriendo venir millones. Es un planteamiento que tiene sentido y que se ha utilizado para explicar la política de devolucion a sus países de los inmigrantes sin papeles. Pero fíjense lo que está pasando ahora. Son los propios gobiernos, el nuestro, los que están admitiendo que el éxodo de refugiados tiene como desencadenante principal el yihadismo en Siria e Iraq, el terrorismo. Es decir, que estos cientos de miles de personas huyen del terrorismo. Y en ese caso la pregunta es más delicada y de más difícil respuesta: si usted ve a un grupo de familias en fuga huyendo de una organización terrorista, ¿se pondría a hacer números antes de darle cobijo? Lo humano, o lo decente, lo que nos sale es decir “no”, primero les abriríamos la puerta y luego ya pensaríamos cómo nos organizamos para salir todos adelante.
Es lo que esta diciendo Alemania. Quizá porque, teniendo nosotros una larga experiencia en gestión de la inmigración irregular, como recuerda con razón nuestro gobierno,, tenemos bastante menos como país de acogida de quienes vienen huyendo de yihadistas, señores de la guerra y regímenes genocidas. Lo que sí tenemos es experiencia de terrorismo en nuestra tierra. Y de diáspora de ciudadanos amenazados y perseguidos por una organización asesina. Que no llamamos refugiados porque han podido encontrar acogida en su propio país, pero que entenderán mejor qué nadie lo que significa tener que abandonar tu tierra para salvar tu vida y tu familia.
Los gobiernos tienen la obligación de acompasar esta respuesta tan humana y tan decente de abrir tu casa a quien huye del terrorismo con el cálculo de lo que necesitas para darles una oportunidad de vida cuando ya estén contigo. Nadie dijo que fuera una tarea sencilla. Pero en eso consiste gobernar. En resolver situaciones complejas sin pasarle todo el tiempo la pelota a Bruselas.