Monólogo de Alsina: "A este paso Colau va a poner el busto del 'Rey Artur'"
Ya ha dado a luz Susana Díaz. Ya podemos irnos de vacaciones. Dices: “¡no, que Artur Mas no ha convocado aún las elecciones!”. Tranquilidad: lo hará el próximo lunes. Tampoco tiene, digamos, un gran misterio el asunto. Le ponen delante un papel que dice “convoco elecciones al Parlamento de Cataluña el 27 de septiembre”, echa una firma y tan contentos.
Carlos Alsina
Madrid | 31.07.2015 08:16
Cabe imaginar, conociendo los antecedentes, que querrá darle al asunto su pompa y su circunstancia —-firmar decretos en la Presidencia catalana viene a ser como conquistar cada tarde la luna, de hito histórico en hito histórico—- pero el trámite no deja de ser eso, un trámite que debe cumplir quien desea dar por terminada la legislatura antes de tiempo. Son elecciones autonómicas y son anticipadas. Ni plebiscito, ni referéndum, ni proceso constituyente, ni nada. Elecciones para elegir diputados con cuatro circunscripciones distintas —-no todos los escaños requieren del mismo número de votos—- y que el nuevo parlamento elija nuevo gobierno.
¿Cuándo comienza formalmente la campaña electoral? Mira qué casualidad, a las cero horas del once de septiembre, la diada, la fiesta catalana que desde hace tres años convierte Mas en una exaltación del independentismo. Este año no será distinto. Este año será más exaltación que nunca. “La nuestra es la lista que teme Madrid”, dijo ayer number four. No hay como decir que los demás te temen para darse uno mismo importancia. “El miedo ha cambiado de bando”, proclamaba Pablo Iglesias antes de que Carmena y Colau empezaran a visitar banqueros y a éstos se les viera después tan panchos. “La lista que teme Madrid”. Si se refiere Mas al gobierno central tal vez debiera decir “la lista que teme España”, aunque eso le emborrone el discurso.
El president recibió ayer a la señora Colau —-hermosa escena del sofá—- y le dijo un par de cosas para tenerla contenta —que si le reconoce los veinte millones de euros que la Generalitat le debe al ayuntamiento (se los reconoce, no es que se los pague), que si el tranvía puede hacerlo por donde le plazca— con la única intención de amansarla y persuadirla de que se persone, todos a una, en la manifestación independentista de la diada. La señora Colau se ha mostrado indecisa, desde que ganó las elecciones, sobre este asunto: primero dijo que iría, luego que no porque iba a ser un acto partidista, y ahora dice que ya verá, que “aún no ha terminado de concretar de qué manera concreta participa”. La frase es de la alcaldesa, que para presumir de hablar claro es muy dada a hacer frases francamente obtusas.
La alcaldesa manifiesta, en fin, su absoluta lealtad institucional a la Generalitat y se deshace en sonrisas al presidente autonómico. Tan guerrera con la derecha y tan obsequiosa, ayer, con el máximo exponente de la derecha independentista. Un artista Mas neutralizando a la nueva (alcaldesa). A este paso el busto que pondrá Colau en el ayuntamiento será el del rey Artur. Son las cosas de la vida / son las cosas del procés. Artur Mas empieza a romper aguas. Susana Díaz ha dado a luz un crío muy hermoso. Y un secretario de Estado que se llama Ayllón cierra la temporada en estado embarazoso. ¿Cómo fue aquello que dijo Ayllón hace un mes, cuando le preguntaron por la subida salarial de los funcionarios?
Que había sorpresa en el gobierno por las informaciones que decían lo que iba a hacer el gobierno. No estaba en sus planes subirle el sueldo a los funcionarios de la administración general del Estado. Vaya, un mes después ya está hecho.
En la víspera de la presentación de los Presupuestos del próximo año, que es tanto como decir en la víspera de las elecciones generales de fin de año, el gobierno sube salarios de los empleados públicos y les repone lo que fataba de la paga suprimida en 2012. Y además recuperarán días de libre disposición y aumentará la oferta de empleo público, es decir, la plantilla. El discurso aquel de reducir la dimensión de las administraciones públicas, aumentar la eficiencia de los funcionarios y congelar los sueldos mientras no se alcanzara el equilibrio presupuestario, todo aquello decae ante la evidencia de que las urnas vienen duras y todos los apoyos serán pocos.
Es verdad que los funcionarios, como empleados del Estado que son, han visto menguado su poder adquisitivo en los años de crisis (porque el Estado, como empresa, también estaba tiritando), y en su derecho está —sólo faltaba—- que los sindicatos que les representan pelean para recuperar las condiciones salariales de antes y para mejorarlas. Pero es el gobierno el que ha de explicar por qué estando todavía en déficit público y con una deuda por pagar que se eleva al 100 del Producto Interior Bruto, escoge atender ahora esas demandas en lugar de recortar más el déficit o aliviar las cuentas públicas. Ésa es la decisión política que, para bien de los funcionarios, ha tomado el gobierno que una vez hizo del déficit cero el credo del que dependía el bienestar de España.