Tsipras se enfrenta a la rebelión de una parte de Syriza, de su socio de gobierno —la derecha nacionalista— y del principal sindicato de funcionarios que le ha convocado una primera huelga mañana. Cuatro ministros han anunciado que no apoyarán las reformas y se espera para hoy mismo crisis de gobierno. Tendrá que apoyarse el primer ministro en la oposición de centro derecha para cumplir con lo que ha firmado en Bruselas.
Alexis Tsipras, en modo Zapatero. Ante el Parlamento de su país, y ante la sociedad griega, persuadiéndole de que todo aquello que hasta anteayer le parecía letal ahora le parece el mejor de los acuerdos posibles. Cuando Zapatero cambió su política económica en mayo de 2010 no dijo “he perdido el pulso y me he rendido”. Dijo: “Asumo la responsabilidad de tomar decisiones difíciles en aras del interés general de mi país”. El PSOE interpretó muy a posteriori que abrazar el ajuste fue el pecado mortal que cometió aquel presidente, la traición a su electorado que no se le perdonaría ya nunca, pero puede que el problema no fuera tanto ése —-de traición—- como el hecho de que, de un día para otro, Zapatero pasó de predicar contra el ajuste por contraproducente y neoliberal (aún decía él aquello de la salida socialdemócrata de la crisis) a hacer justo el sermón contrario: el del ajuste como la terapia indicada para resolver los problemas de España. Fue la incoherencia lo que le castigó la opinión pública. El gusto por el discurso ideológico mientras acreditaba una notable impericia en la gestión de la crisis.
En Grecia, como empezamos a contar ayer, lo que hoy juzgan partidarios y detractores del primer ministro Tsipras es la actitud de los socios del euro, y la cura de caballo que le han impuesto al país a cambio de un tercer rescate, pero también la destreza negociadora de su jefe de gobierno. La parte de responsabilidad que él tiene en cómo ha terminado el asunto. Ha sido un dirigente del sindicato de funcionarios, y miembro de Syriza, quien ha dicho que el gobierno no ha sabido negociar, que ha pagado su bisoñez aceptando una humillación que no es de recibo.
Tsipras ha perdido el pulso. Y aquella esperanza que sembró no sólo en el pueblo griego, también entre los euroescépticos del resto de la Unión Europea, de que era posible tumbar la política económica común —el final de la austeridad— ha quedado también defraudada. Si el final de la austeridad habría sido un éxito de Tsipras que como tal habría abrazado, y hecho suyo, la izquierda española a la izquierda del PSOE (Podemos, IU), la permanencia de la austeridad debe entonces contemplarse como un fracaso de Tsipras del que Iglesias y Garzón se desmarcan porque no se sienten concernidos.
Monedero, que anteayer aún escribía que Grecia, pese a todo, había salido ganando, se refugia ahora en la manida acusación de terrorismo financiero para diluir el fiasco de los análisis que venía haciendo.
Iglesias, fan declarado Tsipras (lo es o lo era), no le ha aplaudido ahora el discurso. Corto ayer en palabras, todo lo que lo hizo Iglesias fue apuntarse a un hashtag que dice que esto es un golpe de Estado. Hombre, un golpe de Estado, si triunfa, cambia el gobierno de un país. Y el primero en denunciarlo es aquel a quien se lo han dado. En Grecia que se sepa, el primer ministro sigue siendo el mismo y con la misma mayoría parlamentaria que le dieron el pueblo y su alianza con la derecha nacionalista. Es Tsipras sostiene que ha tomado una decisión difícil pero suya, negando así que se sienta víctima de golpe alguno. Desmarcándose, así, del hashtag que le gusta a Pablo.
Cuando las cosas salen como yo quiero, es el triunfo de la ciudadanía. Cuando salen al revés de como yo decía, entonces es el triunfo de la mafia. ¿Le cabe alguna duda al eurodiputado Iglesias de que el día que este acuerdo con Grecia se someta a debate en el Parlamento Europeo ganarán de calle los que lo respaldan? ¿ Alegará entonces que la mayoria de los ciudadanos europeos, representados por eurodiputados como él, son mafiosos que aplauden golpes de Estado? Luego se quejan de que se les identifique con el chavismo, o con el madurismo, pero esta táctica de llamar golpismo a todo lo que no le gusta es el pan de cada día en el discurso-de-brocha-gorda de Nicolás Maduro.
Votantes tradicionales de IU meten presión a Pablo Iglesias. Para que transija con las listas unitarias de todo lo que esté a la izquierda del PSOE. Almodóvar, Bardem, Botto, Sabina y otros cien profesionales de esto que dan en llamar “el mundo de la cultura” le dicen a Iglesias, sin mencionarle, que tiene que aprender de lo que ha pasado en las elecciones de mayo: el objetivo, para los abajofirmantes, tiene que se desalojar a Rajoy de la Moncloa y acabar con las políticas de austeridad. Identificar una cosa con la otra es no haber entendido lo que le ha pasado a Tsipras.
“Los que suscribimos este texto hacemos un llamamiento a las fuerzas políticas del cambio” —-traducido: atiéndenos, Podemos—-. “La gente no podría entender que en estas elecciones se pongan banderas partidistas por encima del interés de la ciudadanía” —-traducido: nosotros no podríamos tolerar que Podemos frustrara la alianza que pide Izquierda Unida—. Esto de anticipar lo que la gente entiende o no entiende cuando son 121 los firmantes igual es darse demasiada importancia, pero aquí están, 121 personas de izquierdas exponiendo en libertad la opinión que tienen. Y la opinión que tienen, Pablo, es que deberías tenerles en cuenta y hacer lo que te dicen: ríndete y transige con las listas conjunta, no seas arrogante. Que se te está poniendo cara de Rosa Díez. Éste es el mensaje: que si al final Rajoy gana las elecciones será culpa de Pablo por haberse puesto estupendo.
E Iglesias replica a quienes le insisten en que trague con las listas conjuntas que “él no va a ceder al chantaje”.
La gente dirá lo que quiere que pase en las urnas.
Como lo ha dicho siempre. Es la gente la que hizo presidente a Felipe, la que le dio una mayoría absoluta a Aznar, es la gente la que aupó a la Moncloa a Zapatero y es la gente la que puso en la Moncloa a Rajoy. Como fue la gente la que hizo alcalde de Córdoba a Anguita o le ha dado el gobierno municipal de Rivas Vaciamadrid a Izquierda Unida los últimos veinticinco años. Siempre ha sido así.
Confundir a la gente con nuestra gente es pretender que la sociedad es toda como uno mismo. Grave error en el que incurren aquellos que sólo consideran seres humanos normales a quienes coinciden con ellos mismos.