Por si acaso estos señores ingleses a los que Puigdemont les va a soltar hoy una conferencia han estado ojeando la prensa catalana y se han encontrado, en la misma página, con un simulacro de Constitución para la república catalana de ficción y una reflexión pretendidamente honda de la diputada de la CUP Anna Gabriel sobre supuestas tribus que, al tener los hijos en común, todos de todos, hacen que los padres y las madres sean menos conservadores.
Tú eres un estudioso inglés del proceso soberanista en Cataluña y estás deseando que llegue Puigdemont para preguntarle, ¿no?
—-Entonces, en Cataluña, ¿tendréis los hijos en colectivo y los educaréis como una tribu?
—-No, no —-dirá Puigdemont—, eso son cosas de la CUP.
—-¿De la qué?
—-De la CUP, un grupo raro, radical, con ideas extremas…y al que yo debo ser presidente.
“My god”, pensaré el inglés. Por lo menos Artur Mas hablaba bien idiomas.
Son las cosas de la vida, son las cosas del procés. Tres episodios catalanes en el mismo día.
• Primero, el Puigdemont viajero. Su agotadora agenda en la capital del Reino Unido. Ayer estuvo un rato con un diputado de su cuerda, el antiguo líder del partido nacionalista de Escocia, Salmond, el Artur Mas escocés, digamos, como él frustrado en su ambición independentista. Hoy le van a hacer unas preguntas en la BBC y a eso de las seis y media de la tarde hará un discurso ante una organización privada de estudiosos y teóricos. Y mañana visitará las oficinas del Sabadell, todo el tiempo que el Sabadell quiera porque tampoco tiene mucho más que hacer. Tres días disfrutando de Londres con más tiempo libre que los tres mil chinos que han visitado nuestro país al grito de “Hola, España”. El grito de Puigdemont es el contrario, como sabemos, “Adiós, España”, pero no encuentra líderes europeos de relieve que le traten como algo distinto a lo que es, un presidente autonómico.
• Segundo episodio, la Constitución de mentira que un grupo de independentistas entusiastas ha perjeñado para matar el tiempo. Se hacen llamar Constituim, en su web dicen que son veinte —-aunque en el prólogo al texto de ayer dicen que son diecisiete (se ve que van a menos)— y no representan, en realidad, a nadie más que a sí mismos. Pero están bendecidos, y alentados, por los prebostes del independentismo porque les permite decir que es la sociedad civil la que presenta esta iniciativa y hacerle la ola en el Parlamento autonómico —ejerció de nuevo de presidenta activista la señora Forcadell— sin arriesgarse a que el Tribunal Constitucional les suspenda de funciones a ninguno de ellos. Dos mil seiscientas horas dicen los promotores que han echado debatiendo cómo debe regirse la futura república independiente de mi casa. Ocupando su tiempo libre en este hobby. Igual que hay gente que hace maquetas, hay gente que hace maquetas de constituciones. Para enseñarlas y que se las celebren,
La Cataluña camelot no tendría ejército ni falta que le haría porque todo sería paz, amor y buena armonía, y porque la única violencia legítima sería la de los mossos de esquadra, en la confianza de que no abusen de su fuerza para no tener que andar pactando con la fiscalía condenas de dos años, y sin cárcel, por la muerte de un hombre al que detuvieron.
La forma de organizarse sería la corriente de las repúblicas presidencialistas, habría un Tribunal Constitucional a cuyo presidente también se le elegiría en las urnas y, atención, todas las instituciones, cargos públicos y ciudadanos estarían obligados a cumplir la Constitución catalana. Es más, quien deseara modificar esa Constitución habría de respetar las vías legalmente establecidas, con mayoría absoluta del Parlamento y referéndum en el que habrían de participar todos los titulares de la soberanía, es decir, todos los nacionales del Estado. Es decir, que han blindado su Constitucion de cartón con los mismos mecanismos de respeto a la soberanía nacional que pretenden saltarse en la Constitución que hoy está en vigor en Cataluña, la Constitución española.
Derecho a decidir si se salen de Cataluña sólo se lo reconocerían al Valle de Arán. El resto de los territorios aunque quisieran, no podrían. Dime de lo que presumen y te diré de lo que careces.
• El tercero de los episodios catalanes es lo de Anna Gabriel y su proyecto de matenidad colectivizada. Que los niños de uno sean de todos y se les eduque entre todos. A la espera de que Gabriel concrete qué tribus son ésas que tiene en mente y que, según ella, compartiendo críos hacen que la gente sea más progresista y avanzada, todo indica que, en realidad, Anna Gabriel ha descubierto el colegio. Esa herramienta que inventó la sociedad hace tiempo para proveer de educación, y protección, a los hijos de todos. Ha descubierto el colegio, el barrio y la corrala.
Y tampoco nos vamos a engañar. Hay críos insufribles que la tribu prefiere que se queden con sus padres en casa.