Sí que ha cambiado, sí, la política de comunicación del gobierno, eh. O la idea que, en el gobierno, tienen de lo que corresponde hacer cuando se avecinan urnas y habiendo encajado en todas las últimas convocatorias electorales resultados adversos. Que igual no es tanto comunicación como visibilidad, presencia en los programas de radio y televisión, no sólo en aquellos —los de actualidad— en los que se prodigaron bien poco los tres años anteriores, sino en los de entretenimiento familiar. Programas de audiencia abrumadora, como el de Pablo, que antes veían como territorio ajeno a su labor persuasiva —-la que le cayó a Pedro Sánchez por presentarse allí en camisa blanca a pasar un buen rato— y que ahora son vistos como lo que son: un espacio amable desde el que llegar hasta la gente para colocar tu producto o tus mensajes. De manera simpática.
Entre la economía con alma que predican los estrategas populares, la ruta social que lidera Maroto y la vicepresidenta contando anécdotas de subsecretarios y karaokes, está el PP que no hay quien lo reconozca —-eso dice Aznar: ¿dónde está el PP, que éste no es el mío?—-. Decididos los populares a presentarse, de aquí a diciembre, en un partido que resulte al menos tan simpático como los Ciudadanos sin corbata de Albert Rivera o los socialistas bailongos de Pedro Sánchez. Lo de Iglesias y Errejón es otra cosa porque tampoco han pretendido ser nunca miss simpatía, ellos son más de la intensidad dramática.
Bienvenidos sean los dirigentes populares a todos los programas de radio y televisión, a las bodas gay y a los bares. Y bienvenidos sigan siendo los demás. A base de salir en todas partes conseguiremos que, además de caernos más o menos simpáticos, resultarnos más o menos impostados, naturales o sinceros, vayamos sabiendo qué proyecto de país nos ofrecen para las generales del próximo diciembre. Que éste es el debate que habrá que ir afinando ya en las próximas semanas: objetivos y reformas con los que cada uno se presenta. Más allá de la cuestión catalana y la reforma de la Constitución, qué política económica plantean los partidos. Ahí el más madrugador fue Ciudadanos, con su programa económico copyright de Garicano. El PSOE ha encomendado a Jordi Sevilla que prepare papeles. Podemos congeló el documento aquel que le hicieron Torres y Navarro. Y en el PP han basculado de la doctrina aquella del déficit cero, la austeridad en el gasto y los ajustes mientras no estuvieran equilibradas las cuentas a este discurso de ahora que habla de ayudas, cheques, incentivos (lo llaman política social), mejora salarial de los empleados públicos e inversión pública para estimular la economía: un discurso más socialdemócrata que otra cosa. “Tiene que ser una gozada gobernar con dinero”, dijo la vicepresidenta.
Identificando el gozo de la gestión pública con la cuantía de los recursos que el gobernante maneja. No se goza gobernando cuando los gastos fijos son escasos, con unos ingresos discretos te apañas y no tienes que andar emitiendo deuda. Se goza cuando se recauda muchísimo y uno decide a qué destina, qué hace con tantísimo dinero.
Juntos y descorbatados los dos en compañía de Miguel Sebastián, que fue el primero que se atrevió a acudir sin corbata al parlamento. A Zapatero sigue sin gustarle Sánchez y viceversa. Los líderes siempre creen que el que ha venido después de ellos es un flojo. Y Sánchez la victoria electoral que evoca es la de Felipe en el 82. A Zapatero ni lo nombra.
• Anótese en la crónica sentimental del día, como diría Onega, que Pablo Iglesias y Alberto Garzón han roto. Con lo que fue en sus días de esplendor tertuliánico esta pareja. Se acabaron las conversaciones —-que nunca fueronn gran cosa—: a las elecciones irá cada uno por su cuenta. Gana Iglesias el pulso y lo pierde Garzón. Cuya única revancha posible es sacar mejor resultado electoral que Podemos, mision imposible a decir de las encuestas.
• Anótese que lo de Rajoy y Aznar sigue roto. Como lo de Soraya y Cospedal. Y que Albert Rivera ha hecho saber que a él le dejen en paz porque es soltero y sin interés alguno en que lo emparejen ni con Pedro Sánchez ni con nadie. Aunque el socialista le está enseñando la muleta a ver si entra al trapo de comprometerse a no pactar con el PP,Rivera se escurre porque, por joven que parezca, no ha nacido ayer. Libre y sin compromisos. Y después de diciembre ya hablamos, Pedro.