Guau. La noticia del día. El secreto mejor guardado del presidente del gobierno de España. Y bajo el mensaje, una foto. La nueva foto de familia del gabinete tomada en la escalinata de la Moncloa. Uno, dos, tres, cuatro…diez, doce, trece ministros. A la derecha del presidente, Alfonso Alonso. A la izquierda, Alfonso Alonso. Justo detrás del presidente, Alfonso Alonso. Y detrás de Alonso, ¡Alfonso Alonso! Y esa mujer bajita y de pelo largo…amplías la foto y es…¡Alfonso Alonso con peluca! Cielos, todos los ministros son Alonso. Todo el gobierno es Alonso. Sólo se salva el del centro de la foto, que sigue siendo Rajoy, por los pelos. Se miró una noche en el espejo, siguiendo el consejo de Juan Vicente Herrera, y se le apareció la cara de Alfonso Alonso.
En ausencia de desenlace en el serial éste de la crisis de gobierno, lo que acabaron proliferando ayer —-y con perdón—- fueron las coñas. Sobre el predicamento que de pronto tiene el ministro de Sanidad y su conversión de ministro del montón en el Cristiano Ronaldo del nuevo gabinete mariano. No le molestaría al presidente que cundiera la guasa teniendo en cuenta que fue él mismo, por la mañana, quien marcó el camino. Si bromea uno, bromeamos todos. En el día en que la prensa aseguraba que Rajoy informaría de los nuevos ministros al monarca, el presidente se lo pasó bomba haciendo lo que más entretiene a quien el mando. Que es recordarle a todo el mundo justo eso, que en sus decisiones y su calendario sólo manda él. La información es poder y ustedes no saben nada.
Apareció el Rajoy guasón. El que finge no escuchar la pregunta de los periodistas. El que se encoge de hombros. El que dice no saber de dónde se ha sacado la gente que él va a comunicar una remodelación de gobierno. El que pone cara de niño trasto, gesto burlón al que sólo le falta silbar mirando al techo. Créanme que no sé de qué me hablan. Cómo son estos periodistas, que se inventan las cosas, ¿verdad?, y se contagian los unos a los otros. Rajoy sabe que de invento, nada. Aquí quien primero le cuenta a un periodista que va a haber remodelación ya, que se le va a comunicar al rey el miércoles y que el nombre que está en la cabeza de Rajoy es Alfonso Alonso es alguien —-o alguienes— que trabajan para el gobierno. Quien tiene contado que en la reunión de la ejecutiva de su partido mañana se comunicarán los cambios en los cargos intermedios del partido es alguien —-o alguienes— que trabaja también en la Moncloa. Y a quien ha habido que recordarle que los cambios de partido se anuncian en un comité ejecutivo pero los cambios de gobierno se deben anunciar fuera de ese ámbito partidista es también a alguien que trabaja para el gobierno. Los periódicos, los periodistas, podrán equivocarse al interpretar un hecho o al anticipar consecuencias del mismo, pero que hay crisis de gobierno esta semana y que ayer se le comunicaba al rey no se lo ha inventado nadie. Esa información, ha salido del mismo edificio en el que trabaja el presidente. El presidente que despachó ayer con el jefe del Estado.
Esperanza Aguirre se nos quejaba ayer aquí—-tal vez lo escucharon— de que los diarios titulen sus crónicas como a ellos les parece y no como a ella le gustaría que titularan. Vaya por dios. Ella deseaba un enfoque que dijera: “Aguirre hace autocrítica y no seguirá dirigiendo el partido” y los periódicos se empeñan en destacar que desafía a la dirección nacional pidiendo un congreso extraordinario en un intento de tutelar su propia sucesión y ponérselo difícil a Cristina Cifuentes. ¡Cómo es la prensa! Cifuentes salvó anoche la cara, y el puesto, pactando con Ciudadanos su investidura como presidenta madrileña. Lo que no ha podido hacer Aguirre, gobernar, lo podrá hacer Cifuentes, debutante en esta plaza y en estas lides. Inédita como gobernante porque hasta ahora sólo fue delegada de un gobierno que no presidía ella. La nueva baronesa del PP. De un partido escaso de gobernantes autonómicos en el que emergen Cifuentes y Feijoo como figuras más influyentes.
Al comité ejecutivo que hoy celebra el PP no acude Esperanza Aguirre. Para qué, si todo lo que tenía que decir ya lo dijo fuera. Y sí acude Alfonso Alonso, uno de los pocos fieles marianos que a estas horas ya sabe lo que le espera.