· En Grecia no abren hoy los bancos. Mañana, seguramente tampoco.
· En Grecia ha decretado el gobierno un corralito. Los griegos siguen siendo propietarios del dinero que tienen en el banco pero no pueden disponer de él porque si les dejan disponer seguramente lo sacan y no hay efectivo para todos.
· En Grecia está cerrada hoy la bolsa porque el color rojo de la valoración de las empresas podría ser antológico. Hoy, y mañana y pasado.
· Porque en Grecia hay convocado un referéndum para el domingo —-convocado este sábado por el gobierno de Tsipras— en el que el pueblo habrá de pronunciarse sobre la oferta de financiación que han hecho los gobiernos de la zona euro. Un referéndum en el que el gobierno no es neutral: pide que se vote “no” para que sean esos gobiernos los que hayan de cambiar su oferta. Sin alcanzar a explicar qué pasa si, constatada la negativa, esos gobiernos deciden que no hay nada más que hablar.
El lunes pasado, comienzo de la semana en que tan pronto se sugirió un acuerdo como se acabó rompiendo la baraja, hablábamos del juego del gallina. El pulso entre dos partes en el que pierde el que antes parpadea. La escena de “Rebelde sin causa” en la que el arrogante Buzz y el desafiado James Dean conducen sus coches hacia el acantilado compitiendo por aguantar más que el otro en marcha antes de saltar del vehículo. El problema —como refleja la película—- es que metido en el juego se te enganche la manga en la puerta y acabes despeñándote sin haberlo pretendido. “Ahí abajo está Buzz”, dicen sus amigos, aún perplejos, mientras señalan el fondo del abismo. Uno se mata y los demás quedan seriamente tocados.
Grecia y los gobiernos del euro (ahora llamados los acreedores) han estado tirando de la cuerda en este pulso que casi todo el mundo pensaba que terminaría con cesiones por ambas partes. Yo retraso la edad de jubilación y toco ligeramente las pensiones y tú me aceptas la renegociación de la deuda pendiente y el perdón de una parte de ella.
Pero hemos llegado al día menos dos. El miércoles ya no habrá crédito europeo. Y en lugar de un acuerdo con cesiones por ambas partes lo que hay es una semana de incertidumbre total en la que el grifo del préstamo se cierra, el estado griego tiene que hacer frente a sus pagos y lo que habrá de venir a partir del lunes próximo nadie puede afirmarlo. El actual gobierno de Grecia no comparte las condiciones del nuevo préstamo e invita a los griegos a manifestar ese mismo criterio de forma multitudinaria en un referéndum.
La legitimidad de consultar a los ciudadanos sobre un asunto que les afecta nadie se la discute a Alexis Tsipras. No sólo es legítimo el referéndum, es coherente con los planteamientos de Syriza. Más discutible es que se haya guardado esta carta para el final (a tres días de que termine el actual préstamo) porque sitúa esta apelación a la soberanía popular más en el campo de la táctica que en el de la convicción profunda. Y, sobre todo, el debate está en la formulación del propio referéndum: se les pide a los griegos un “sí” o un “no” a la oferta de financiación europea sin alcanzar a explicar cuál es la alternativa. El “sí” queda claro lo que trae consigo: aceptar los diez folios de condiciones que plantean los prestamistas. El “no”, sin embargo, no está claro a dónde conduce. Tsipras intenta persuadir a la sociedad griega de que lo siguiente sería una nueva oferta, más asequible, de los socios europeos. Dado que la sociedad griega rechaza ésta, los gobiernos euro (acreedores a los que se solicita más dinero) se apearán del burro y dejarán de extorsionar, saquear y humillar (verbos empleados todos por el gobierno Tsipras) a los griegos. Ésta es la parte especulativa: pretender que el “no” a la actual oferta traerá consigo una nueva. Confiarlo todo a la idea de que nunca los demás países consumarán su advertencia de dejar a Grecia fuera del euro. Pero hasta ahora no se ha demostrado Tsipras muy ducho en las profecías. El gobierno va a poner todo de su parte para convencer a los griegos de que el “no” el próximo domingo no significa decir “no” a la permanencia en el euro. Los demás gobiernos y la oposición griega van a hacer justo lo contrario: presentar el referéndum como el sí o el no a seguir en Europa y conforme a las normas europeas.
En el fondo, el referéndum pendiente en Grecia es precisamente éste: ¿nos quedamos en el euro o nos salimos? Ahora que usted ya sabe cómo funciona este club de países, en el que 19 comparten una misma moneda y en el que las normas se deciden por mayoría de esos diecinueve (el mayor de los cuales es Alemania, con Francia, Italia y España a su vera), ¿cree que nos conviene seguir perteneciendo o volvemos a la dracma y nos buscamos la financiación en otra ventanilla, rusa, china, donde sea? Ahora que hemos intentado, por activa y por pasiva, cambiar la forma de hacer las cosas, empujar a los demás gobiernos para que modifiquen las políticas, rebajar el peso de Alemania apelando a la solidaridad de los países del sur, ahora que incluso hemos recordado que Alemania hizo dos guerras mundiales para quedarse con Europa y no hemos logrado que las cosas cambien, ¿aceptamos que esto es lo que hay y nos marchamos, o nos quedamos aceptando que esto es lo que hay?
¿Equivaldrá el “no” a la salida del euro?
Merkel no quiere a Grecia fuera de la moneda única. La quiere dentro pero con garantías de que aplicará el equilibrio de las cuentas públicas que la sociedad alemana está reclamando. Obama ha llamado para saber en qué estamos. Y en rigor la respuesta que le habrá dado la señora Merkel es que no sabemos dónde estamos. Terreno inexplorado. La sociedad europea —-griega, de momento, incluida—- llega al final de esta cuenta atrás desconcertada.
Lunes a la espera de acontecimientos. Chaves no le ha entregado aún el escaño a Pedro Sánchez. Y Aznar no entrega aún su voto al Partido Popular. A Rajoy, se entiende.