Vuelves de vacaciones y te encuentras de golpe con Montoro, eso sí que es un golpe de calor. El sofoco.
Mañana, atención, con gran expectación en las playas, wifi en los chiringuitos y las piscinas para poder seguir íntegramente la emisión del canal parlamentario, mañana la España veraniega se paraliza para asistir, con la respiración contenida, el debate presupuestario. Nunca antes se había producido un acontecimiento como éste. Va a haber que explicárselo a los turistas.
Estás haciendo un castillo de arena en la playa, “voy un momentito al chiringuito a por una cerveza”, y allí, en pantalla gigante, ves a Pedro Sánchez, Montoro, Alberto Garzón, hablando de recaudación fiscal, deuda pública e indicador del PIB anualizado y ¿qué piensas? Que éste es un país serio, hombre, quién dijo que en agosto no pudiera haber debates trascendentales. “¿Pero éste no lo echaron ya la semana pasada, el debate ése sobre Grecia?” No, señora, éste es otro. En éste incluso es posible que alguien se fije en lo que diga Pedro Sánchez. Con Grecia le pasó factura su postura mediopensionista, pero en éste tiene enmienda a la totalidad propia, minutos de gloria para quien aspira a vivir en la Moncloa a partir de enero.
Está el líder socialista citando a Rajoy desde los medios: “venga, valiente, sube tú a la tribuna a defender las cuentas”. Buscando el cara a cara, como ha hecho siempre el aspirante, y aprovechando que aún no están en el Congreso los otros dos opositores, Albert Rivera, ciudadano que no acaba de romper en las encuestas, y Pablo Iglesias, el jardinero fiel de Alexis Tsipras que, ahora que el jardín syrizo se ha convertido en selva no piensa viajar a Atenas a dar mítines con el ídolo descolorido.
Rajoy dejará que sea Montoro quien defienda, por última vez —-por última vez—- sus números. No vas a privar a un ministro otoñal de su canto del cisne parlamentario, de la oportunidad de entonar, también él, la canción del verano. Que para el PP no es La Barbacoa —aunque tenga ministros muy quemados— sino ésta otra que dice que en noviembre habrá que escoger entre la moderación o el caos bolivariano. Así, de gordo y sin matices: si votas por Sánchez entregarás el país a los chavistas y si votas por Rajoy salvas España. Dices: será una caricatura. No, es una táctica. Que en el PP están convencidos de que les va a funcionar.
En la semana de los Presupuestos, que no decaiga, el gobierno que tanto predicó la bondad del ajuste se entrega con devoción al aumento del gasto. Después de los funcionarios les toca el turno a los parados. Báñez quiere anunciar esta semana algún acuerdo con los hermanos Méndez —-Méndez y Toxo—- sobre prestaciones y formación de los desempleados.
Al final la canción que animará los mítines populares será el Quién nos ha visto y quién nos ve. Donde antes decíamos austeridad ahora decimos cheques, ayudas, subvenciones. Donde antes defendíamos las privatizaciones ahora abominamos de la gestión privada de los servicios públicos. Donde antes aprobábamos decreto tras decreto, ahora sacamos a Méndez Vigo a que lo dialogue todo, como buen ministro nuevo. Y donde antes predicábamos la necesidad de limitar los servicios sanitarios a que tienen derecho los sin papeles ahora anunciamos que tendrán, aunque lo acabemos llamando de otra forma, una tarjeta sanitaria. Como dice Cifuentes, icono del PP que aspira a resultar simpático, la derecha también sabe hacer políticas sociales. Si a Zapatero le parecía de izquierdas bajar impuestos, no le va a parecer a Rajoy de derechas aumentar el gasto.
Antes del noviembre electoral tenemos un septiembre a la griega. Tsipras convoca elecciones como convoca referendos, de un día para otro y queriendo no se sabe si ganarlos o perderlos.
Como dice Errejón, es un ejemplo para Europa que un primer ministro que convocó a las urnas para saber lo que quería el pueblo y luego hizo lo contrario de lo que éste dijo convoque de nuevo para saber si quieren que les siga gobernando. También sería un ejemplo para el resto de Europa que esta vez se limitara a prometer aquello que está en su mano hacer, y decidir las reglas de funcionamiento europeo no está —nunca estuvo— a su alcance.
Ahora está Varoufakis, estrella despechada, amenaza con montar un Kramer contra Kramer para dejar a Tsipras con el trasero al aire revelando conversaciones que tuvieron. La lealtad cotiza a la baja también en la política griega. Y el país no termina de encontrar la famosa estabilidad europea.
Hasta el punto de que los refugiados que huyen de Siria y alcanzan en patera la islas griegas no sienten que hayan entrado ya en Europa ni aspiran a quedarse en suelo griego. Es tierra de paso para seguir subiendo en el mapa camino de lo que para ellos es Europa: Alemania. Francia. Si acaso Italia. En menor medida, España.
Desde comienzos de año están llegando por miles cada fin de semana a Sicilia. Desde hace más de un año utilizan la ruta que lleva de suelo turco a las islas griegas. Como alcanzan la frontera de Hungría a través de los Balcanes. No es nuevo, pero el verano ha disparado en número el fenómeno. Ocho mil sirios han entrado en Serbia en sólo un día. Poniendo en evidencia que seguimos sin saber cómo gestionar, cómo ordenar, cómo atender este aluvión de familias que huyen de un régimen opresor, una guerra de locos y un infierno llamado el califato que han parido los yihadistas. En verano y sin orden ni concierto.