OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Maquiavelos de todo a un euro"

Hoy hubiera cumplido años Maquiavelo. Si las personas pudiéramos vivir seiscientos años. Que aún no podemos.

Carlos Alsina

Madrid | 03.05.2016 07:56

Nicolás Maquiavelo. Funcionario, diplomático y filósofo político. Hoy lo habríamos llamado politólogo. Lo habríamos traído a las tertulias políticas, quién sabe. Se lo habrían rifado los dirigentes políticos como asesor táctico. Hay mucho Maquiavelo de todo a un euro en la política nuestra de cada día. Presuntas eminencias que van de gurúes y que fallan más que una escopeta de feria.

El lunes se emitió el último episodio de la primera temporada de este serial que se llama "El final del bipartidismo" y hoy comienza ya la segunda. Rebautizada, en vista de lo visto, como “Juego de gnomos”.

La traca final de la legislatura difunta,cuyo epitafio publica esta mañana el BOE, tuvo como escenario —ironías de la historia— el kilómetro cero madrileño. La Puerta del Sol, comienzo de trayecto. Allí estuvieron Rajoy y Soraya, gobernantes en funciones, celebrando el éxito político de su ahijada Cristina Cifuentes. Buena amiga de otro de los invitados, Albert Rivera, que aunque estuvo sentado a cinco o seis sillas de Rajoy, no cruzó con él no ya una palabra, sino siquiera una mirada.

No se pasaron por allí ni Sánchez ni Iglesias, de modo que los llamamientos al diálogo, tan recurrentes, tan políticamente correctos y tan nada comprometidos, debían de estar dirigidos a Rajoy y Rivera, los dos gallos que estaban allí luciendo cresta.

La palabra maldita en la nueva campaña electoral es “veto”. No a los vetos. “Castiguen ustedes a los que vetan”, es el mensaje que nos dirigen los líderes políticos.

No siempre Rajoy y Sánchez, como van a comprobar, dicen cosas distintas. En ocasiones veo coincidencias.

Rajoy y Sánchez dicen la misma frase. Sólo que…no quieren decir lo mismo. Ni al mismo. El presidente repudia el veto que le puso Sánchez. Y Sánchez también repudia el veto, pero no el que le pusieron a él, sino el que Ciudadanos y Podemos se pusieron mutuamente. Yo veto, tú vetas, él veta. Bienvenidos a la cantinela que nos va acompañar de aquí a final de junio. La más grave acusación es vedar que el prójimo gobierne. Se abrió la veda y le va a tocar a usted decidir quién tiene más razón y quién, más cuento.

Y Estrella Morente, claro, también opina. Cuánto revuelo y cuánto aplauso cosechó ayer por aprovechar su actuación para desahogarse. “Estamos hartos de que no haya diálogo”, dijo. Hombre, habría estado bien que dijera, o cantara, “yo estoy harta de que en España no haya diálogo”, así, en singular, que es como se expresan las opiniones que tiene uno. O una. Todos llevamos un tertuliano dentro y estamos en nuestro derecho de salir cuando nos parezca del armario. Lo que no somos, ni los comentaristas, ni los artistas, ni los presentadores de los Goya, es portavoces de la sociedad, que está compuesta de gentes muy diversas. Tampoco representantes de colectivo alguno porque nadie nos ha elegido para serlo.

Los representantes de la sociedad, a los que sí hemos elegido (aunque sea con todas las limitaciones de las listas cerradas y los partidos políticos) es justo a esos diputados que no han sabido investir presidente de gobierno.

Houston Houston, Cañete tiene un problema. En casa. Su esposa, Micaela Domecq, se apuntó a la amnistía fiscal del gobierno Rajoy siendo su marido ministro de ese gobierno. Declaró los bienes por los que hasta ese momento no había tributado a cambio de pagar menos de lo que le habría correspondido. Su nombre, como el de Rodrigo Rato, fue uno de los que la agencia tributaria remitió al servicio de prevención de blanqueo de capitales por si el origen del dinero pudiera ser ilícito. La noticia la revela esta mañana El Confidencial, que añade que el ex ministro, hoy comisario de Energía de la Unión Europea, sostiene que su esposa y él tienen separación de bienes y que nunca ha participado en la gestión del patrimonio de ella.

En Bruselas estuvo el presidente carambola Carles Puigdemont como si fuera San José buscando posada. Alguien que me reciba, si us plau. Montas con fanfarria y trompetería tu primer viaje al extranjero y acaba pareciendo una excursión escolar: tú mismo con tu mecanismo y sin una sola autoridad europea con la que hacerte un selfie de recuerdo.

Hay que hacer un llamamiento a los catalanes que residen en cualquier país de Europa: hagan ustedes una labor caritativa e inviten a su casa a Puigdemont. Qué le cuesta. Usted le invita una tarde a casa, le saca unos embutidos y le deja hablar. Que le cuente lo bien que avanza el proceso independentista, cómo ha metido ya en vereda al gobierno central (comiendo de su mano) y lo patético que resulta que en España se repitan las elecciones porque ni han sabido los partidos encontrar un Puigdemont, uno como él surgido de una chistera.

El presidente carambola intentó lo mismo que su antecesor: que lo recibiera en Bruselas el presidente de la comisión europea como si fuera un jefe de gobierno más, el número 29, el futuro presidente de la república catalana. Pero Juncker, que esta historia se la sabe y que es amigo de Rajoy, no sólo le ignoró amablemente, sino que cuando el gobierno catalán salió a decir que Puigdemont, en realidad, no había pedido reunirse com Juncker, le desmintió. Dijo que sí que sí, que lo había pedido pero que la respuesta había sido va a ser que no, Carles, va a ser que no.

Y encima cuenta Bolaño en La Razón que el menú-cóctel de la recepción en el Casal Catalá de Bruselas fue muy poco catalán: tortilla española, empanada gallega, jamón y chorizo (ya podía haber puesto, a modo de guiño, chorizo andorrano). Los asistentes tocaron a bastante porque eran pocos: ni siquiera asistieron los catalanes que trabajan en las instituciones europeas.