Le toca al rey recibir a los representantes que le envían las candidaturas que obtuvieron escaños,dedicarle un rato largo a cada uno de ellos y cubrir con la apariencia de que es el monarca quien toma la iniciativa de escoger el nombre que a él le parezca más indicado.
En realidad, la opinión que tenga el rey sobre los posibles aspirantes importa poco. Si Rajoy, que es quien más escaños tiene, desea ser propuesto aunque sea para perder las dos votaciones, así será. Sólo si él diera un paso atrás —hipótesis que no contempla nadie, empezando por el propio presidente— podría el rey plantear otro nombre previa sugerencia, siempre, del presidente del Congreso.
La liturgia que se va a producir esta semana le servirá a rey, eso sí, para conocer gente. Es su primera ronda de investidura y es la primera, también, para casi todos sus interlocutores. En ausencia de Durán i Lleida —ausentado ya, por voluntad de los votantes, para siempre y de todo, ni epitafio le han dejado— los únicos que repiten son Rajoy y Ana Oramas, Coalición Canaria. Incombustibles ambos. Son nuevos Pedro Sánchez, Rivera, Ios hermanos Podemos —además de Iglesias van Domenech, Baldoví y Fernández—, Garzón, Homs y Aitor Esteban.
Se va a quedar con las ganas el rey —esperemos que el rey supere el disgusto— de conocer a Rufián, Gabriel Rufián, el delegado de Oriol Junqueras en Madrid, agente separatista en las Cortes cuya autoridad para hacer leyes estatales no reconoce. Rufián, como saben, se ha marginado él solo y dice que él no va. Porque en Esquerra están enfurruñados por el ninguneo regio a una de sus militantes más conocidas, Carme Forcadell, presidenta nada neutral del Parlamento de Cataluña. Rufián está de morros —ésta es la excusa— porque el rey no ha recibido ni a Forcadell ni, todavía, a Puigdemont. Donde las dan las toman. Pero en cuanto se rasca un poco sale a la luz el disparate argumental del ciudadano Rufián. Que a la vez que se rasga las vestiduras porque el rey no ha respetado la tradición se despacha diciendo que él no reconoce a este jefe de Estado porque la monarquía la puso Franco y bla bla bla, todo el repertorio éste tan cansino que ya conocemos. Pero vamos a ver, Rufián, si usted no reconoce al rey, ¿qué más le da que reciba o deje de recibir a su compañera de militancia? ¿Por qué le escuece a usted tanto si el rey no es nadie?
En esta semana de consultas don Felipe no habla en público pero sí puede hacer gestos. Como si fuera un rey para sordos. Y habiendo tenido ya tres gestos sonados —-la cara de acelga con que recibió la última vez a Mas, el no convocar a Forcadell y la poca prisa que tiene por conocer a Carles Puigdemont—, no cabe descartar que vuelva a manifestar su disgusto por la deriva del nuevo gobierno en Cataluña. Escaqueado Rufián, la cara de palo del monarca se la tendrá que tragar Francesc Homs, el nuevo delegado de Convergencia en Madrid que fue, en sus años de portavoz del gobierno independentista, uno de los propagandistas más notorios que tuvo el proceso.
A Pedro Sánchez lo recibirá don Felipe el viernes, justo antes de Rajoy. Y si lo considera oportuno podrá preguntarle qué necesidad —-o conveniencia— ve el líder socialista en que el independentismo tenga dos grupos parlamentarios en el Senado en lugar de uno. O por qué supone que eso beneficia a la unidad de España y debilita el proceso separatista, argumentos que ha dado la dirección socialista para justificar el cortejo a los independentistas. Sánchez ha hecho un regalo a los dos partidos que promueven la rebeldía en Cataluña y como tal regalo ha sido celebrado, y agradecido, por Rufián y por Homs.
Como ya explicamos aquí el viernes, no se trata de que se les permita tener grupo parlamentario para que puedan sentirse cómodos, se trata de que tengan dos grupos, porque el uno y lo tenían sólo con haberse unido. En Cataluña van juntos a las elecciones, son un mismo grupo en el Parlamento y gobiernan juntos con un mismo programa: la separación de España. Si querían tener grupo en el Senado era bien sencillo: Junts pel grup, fusión de senadores sin necesidad de andar pidiéndole un renting al PSOE.
Esto es lo más difícil de explicar para Sánchez: su tesis de que negarles la voz a los independentistas echa gasolina al proceso es una tesis averiada porque nadie les negó ni voz ni subvención de grupo ni nada: un grupo, no dos. Con razón a Fernández Vara, el barón extremeño, le resulta inexplicable esta jugada. Qué necesidad hay de andar haciendo cucamonas a Rufián, como si fuera el bebé Bescansa.
Los de Compromís han tomado nota de esta extrema generosidad de Sánchez y le piden ahora que también les preste a ellos. Monica Oltra lo escribe en El País: que Sánchez nos ceda diputados y hablamos del futuro gobierno. Ésta debe de ser la nueva política, el cambalache de diputados que falsamente se pasan a otros grupos sólo para consumar la trampa. A la manera antigua de siempre pero pidiéndolo a pulmón lleno desde una tribuna de prensa. El artículo de la señora Oltra empieza bien, citando la ley electoral y el articulo 23.2 del Congreso y opinando sobre lo que a ella le parecen la una y el otro, pero lo significativo no es cómo empieza sino cómo termina: disparatando. Proponiendo que el PSOE ceda diputados a Compromís para que habiéndose enfrentado estos a Podemos en las urnas pueda considerarse que tienen derecho a grupo propio.
La discusión sobre si el reglamento está bien o mal hecho es muy razonable, pero —como ocurre con la ley electoral—- ahí están los cauces para modificarlo. Promover una reforma no es lo mismo que promover que un incumplimiento. Ayudaría a argumentar en favor de un cambio de reglamento que Compromís, o las mareas, o Ada Colau, informara a la opinión pública de qué asuntos son aquellos en los que no coincide con Podemos. Por qué es necesario, en su opinión, que tengan grupos diferenciados, para qué, para mantener posturas diferentes en qué materias. No vaya a parecer que lo único que se pretende, bajo el estribillo de la plurinacionalidad y el país de países, es más tiempo en la tribuna y más subvención. Empiecen por ahí: en qué discrepa Oltra de Pablo Iglesias. Y por qué no fue obstáculo para presentarse con un mismo programa a las urnas.
Eso sí sería nueva política. Mendigar diputados prestados no parece que lo sea.