MÁS DE UNO

Monólogo de Alsina: "La noria que gira y nunca avanza"

A lo mejor no son en navidad, pero terceras elecciones cada vez tiene más pinta de que va a haberlas. Sería tan insólito, tan increíble y tan disparatado que estaría dramáticamente en consonancia con lo que viene siendo la vida política española del último año. La España que se volvió marciana.

Carlos Alsina

Madrid | 01.09.2016 08:01

Puede que lo más interesante que dijo ayer Rajoy en las diez horas de debate para no investir a nadie fuera esto que dijo sobre el día de Navidad. A qué viene tanto revuelo sobre la fecha, le dijo a Sánchez, si están todos ustedes diciendo que por supuesto no habrá nuevas elecciones. Que el PSOE estará en la solución, fum fum fum.

Los partidos hacen saber que están todos decididos a encontrar la manera de dejarnos la Navidad tranquila. Prometen resolver un problema que, en realidad, no existía. Un problema que crea el Parlamento al no investir presidente y la presidenta del Parlamento al fijar el comienzo de la investidura para el 30 de agosto. De tal manera que el único problema que va a resolver este Congreso de los Diputados es el que él mismo ha creado. España imparable.

A falta de investidura, vivimos en un debate sobre el estado de la nación perpetuo. No hay gestión que haya sido más debatida en el Congreso que la de Rajoy en sus sólo cuatro años de gobierno que ya parece que sean quince. A este paso va a gobernar más legislaturas que Felipe, aunque que sean legislaturas pezqueñinas y perfectamente estériles.

El debate de ayer fue muy animado y muy vehemente pero también fue la prueba de que el país ha entrado en bucle. Nunca se reiteraron más las mismas cosas. La noria que gira y gira y gira pero que nunca avanza. Sánchez encadenando su partido a un voto negativo y arrojando la llave del candado al mar. Rajoy, perdida la esperanza, presentándose como víctima de las circunstancias.

De momento para lo único que sirve el bloqueo es para que Rajoy siga siendo presidente —en funciones, pero presidente— y Sánchez, secretario general del PSOE —en funciones también, y con un congreso pendiente—.

Esto es lo único en lo que siempre tienen éxito Rajoy —derrotado en su investidura— y Sánchez —derrotado en su investidura y en las urnas—, lo único en lo que siempre se lucen es el despedazamiento recíproco en sus combates (más que debates) parlamentarios. Sánchez hizo mejor discurso ayer de rechazo a Rajoy que en marzo de defensa de su propia candidatura. Tal como Rajoy estuvo ayer eficaz —sarcásticamente eficaz— en el emplazamiento a Sánchez para que diga qué es lo que quiere, mucho más eficaz que en la defensa de su propia candidatura como presidente ante un Congreso que le sigue siendo adverso.

Son buenos los dos en exhibir, ante todos nosotros, y cada dos por tres, el desprecio irreparable que sienten el uno por el otro. Como en “Los inmortales”, sólo puede quedar uno. Sólo que aquí, pase lo que pase, siempre siguen quedando los dos.

Rajoy ganó el debate pero perdió la investidura. Ésta es la anómala situación en la que, desde ahora, estamos. El presidente no sólo está en funciones, es que ya ha quedado probado que no cuenta con la confianza del Parlamento. Presidente por inercia y con el Parlamento en contra.

En España no hay aspirante a presidente capaz de aunar voluntades suficientes pero a cambio tenemos líderes de la oposición para aburrir. La competición que se traen Sánchez e Iglesias por ver quién le atiza más duro al PP alcanza cotas de sobreactuación impagables. A Rajoy lo celebran más sus diputados cuando oposición a sus opositores —Aníbal Lecter comiéndose los higadillos de estos chicos tan jóvenes— que al Rajoy que presume de que los salarios no se devalúan porque los precios bajan. Cuántos y qué brillantes líderes de oposición tenemos en España en ausencia de presidente que entusiasme. Incluso Albert Rivera, que acaba de firmar con Rajoy un programa de gobierno para cuatro años, se ofreció ayer con fervor Sánchez para integrar un frente de férreo control al gobierno mariano. Pongo presidente para poder hacerle oposición.

Rajoy estuvo más ácido y divertido que el martes, pero también más humilde.

En un momento de la mañana admitió abiertamente que son más los diputados, y los españoles, que no le quieren de presidente que aquellos que sí. Que esto es algo que los argumentarios del PP suelen pasar por alto. Ganar las elecciones no significa que la mayoría de los votantes desee que tú gobiernes. Significa que, de los posibles aspirantes, eres el que más respaldo tiene. Significa que los 180 diputados que no te quieren a ti se dividen cuando se les pregunta ellos a quién quieren.

Como dijo el perspicaz estadista Joan Tardá, si Sánchez hubiera tragara con el referéndum de autodeterminación en Cataluña Sánchez ya sería presidente. Y si mi abuela tuviera ruedas sería una bicicleta.

No va a haber presidente nuevo y es cada vez más probable que haya otra vez elecciones. Pero no se apuren, los líderes están trabajando para que no caigan en Navidad. No me dirán que su esfuerzo por solucionarnos los problemas no es encomiable.