De repente, un ruido, a lo lejos. Una fracción de segundo más tarde, un enorme camión blanco se lanza toda velocidad contra la multitud mientras su conductor da volantazos para alcanzar el mayor número de personas.
El camión pasó a pocos metros de mí. Vi que los cuerpos volaban como si fuesen bolos. Escuché gritos que no olvidaré en la vida. Me quedé paralizado. No me moví. A mi alrededor, sólo existía el pánico. La gente corría, gritaba, lloraba. Entonces reaccioné y corrí con ellos. En dirección al Cocodrile, el lugar en el que todo el mundo se refugiaba. Sólo pasaron unos segundos pero me parecieron una eternidad. "Busque un refugio", escuché, "no se quede ahí"; "¿Dónde está mi hijo, dónde?" Eran voces que escuchaba.
Quise saber lo que había pasado y salí. El paseo marítimo, desierto. Ni ruidos, ni sirenas, ningún coche. Atravesé entonces la calle para volver al lugar por donde había pasado el camión y me crucé con Raymond, de unos cincuenta años, en lágrimas que me dijo: "Hay muertos por todas partes". Tenía razón. Justo a sus espaldas, había cadáveres cada cinco metros. Trajeron agua para los heridos y toallas para cubrir aquellos para los que ya no había esperanza. En ese momento, no tuve valor. Me hubiese gustado ayudar, ser útil… Hacer algo. Pero no lo conseguí. Volvía a estar paralizado. El camión asesino terminó su recorrido unos metros más allá, acribillado a balazos. No escuché los disparos, sólo gritos. Y ahora llantos, muchos llantos.
Damien Allemand es periodista del diario 'La mañana de Niza'. Él fue el primero en informar ayer de que se había producido, en su ciudad, una matanza.
A las cuatro menos cuarto de la madrugada habló Hollande a los franceses desde el Elíseo. Francia se duele por los ochenta y cuatro asesinados en Niza. Francia se vuelca, ha dicho el presidente, en el apoyo a las familias de las víctimas. Y Francia seguirá combatiendo el fanatismo, la violencia y a Estado Islámico. En el territorio francés y en Siria e Iraq, donde tiene sus bases la organización yihadista.
La respuesta institucional, republicana, a la matanza del día de la Bastilla la dio el presidente en su sede oficial. La respuesta popular, ciudadana, patriótica, la dieron grupos de franceses que, espontáneamente, como éste anoche en Niza, se arrancaron a cantar en la calle La Marsellesa.
Iniciando esta mañana del día siguiente a la fiesta nacional francesa, 15 de julio, el día después del horror en Niza, les digo una cosa:
Hace un mes, a esta misma hora, hablábamos de Orlando. Hace quince días, a esta hora, hablábamos de Estambul. Hoy, a esta hora, hablamos de Niza.
Un individuo de 31 años, francés, residente en Niza, que convierte un camión en arma de destrucción de vidas. Se salta las vallas que tienen cortado el tráfico en el paseo marítimo de Niza, acelera el vehículo y recorre dos kilómetros arrollando a las familias, los grupos de amigos, que estaban allí disfrutando de la noche festiva. Y mientras atropella a unos, va disparando a otros.
El asesino múltiple sólo se detuvo cuando los disparos de los policías acabaron con él. Las autoridades, en un primer momento, recomendaron a la población que se quedara en casa porque no había seguridad de que ésta fuera la única acción criminal preparada por el grupo terrorista.