La encuesta con la que ha arrancado el festival de mítines en Cataluña —-el primero lo dio Mas desde el Palau de la Generalitat anoche—- lo que dice es cómo están hoy las cosas. Qué declaran votar los tres ciudadanos encuestados por teléfono en las cuatro provincias catalanas. Y lo que declaran es que Cataluña está hoy igual o peor que hace tres años; que la gestión del actual gobierno autonómico ha sido regular o mala; y que sólo al 30 % de los ciudadanos le parece que Artur Mas lo ha hecho bien (para la cuarta parte lo ha hecho regular y para cuatro de cada diez mal o muy mal).
Siendo eso así, y en todo caso, Artur Mas gana las elecciones embutido en la candidatura sin siglas que ha dado a luz con su pareja política de hecho, el señor Junqueras, y con el 38% del voto y sesenta escaños (de los 135 que tiene la cámara). Primera lectura, por tanto: este Artur Mas es un genio cuando de su propia salvación política se trata. Dejando una gestión que sólo parece buena a tres de cada diez catalanes, consigue que le vote más gente: si eres independentista y de Esquerra, tienes que salvar a Mas. Ole y ole. Esta es la jugada que le ha salido bien al presidente de CDC.
Segunda lectura: aunque el segundo partido en escaños sea Ciutadans, el tercero la alianza Podemos-Iniciativa, cuarto el PSC y quintos los populares (desinfladas muy seriamente ambas formaciones), quien se apunta la victoria extratégica es el sexto en discordia: la CUP. Candidatura de Unidad Popular. Independentista, de izquierdas, anticapitalista y asamblearia. Cuyas dos imágenes icónicas en estos tres años han sido la sandalia que le sacó el diputado Fernández aRodrigo Rato; y el cálido, sólido, enternecedor abrazo que le dio el mismo diputado a Artur Mas. El anticapitalista fundido en crema con el burqués conservador de la Convergencia del 3 %. Son las cosas de la vida, son las cosas del procés.
Ocho diputados tendría la CUP, sólo ocho de 135. Pero suya es, con estos resultados, no la llave del próximo gobierno, sino el llavero entero. El señor Mas Junqueras necesita sumar a la CUP para formar gobierno. Ese acuerdo está hecho, pero no incluye que tenga que ser Mas el presidente. Al contrario, la CUP tiene dicho que a Mas no lo apoyarán. Abrazarle es una cosa y votarle es otra. Y para ser de nuevo presidente Mas necesita, como mínimo, la abstención de las sandalias.
A Artur Mas le pregunté expresamente hace una semana qué haría él si el 27 de septiembre ocurriera lo que este CIS dice que pasaría: que aun ganando en escaños las opciones independentistas, sumaran más votos las otra candidaturas. Es decir, que haciendo eso que Mas lleva tres años, dice, queriendo hacer (saber uno a uno cuántos catalanes quieren la independencia) le saliera que son mayoría los que no la quieren.
Respuesta elocuente: aun sabiendo que hay más catalanes en contra que a favor de la independencia, él seguiría con la independencia. Porque sí. Y envolviéndose en la coartada de que ahora no cuenta votos sino diputados. Sabemos todos que la ley electoral lo que regula es esto: cómo en unas circunscripciones los escaños “cuestan” (por decirlo así) más votos y en otras menos; y cómo se hace esa atribución de diputados. Esa ley que traduce votos en escaños es la ley electoral española, porque catalana no hay, no han sido capaces de hacerla estos grupos parlamentarios ta ocupados. Y es así como el salvavidas al que el rey Artur se encomienda para mantener a flote su proceso es la ley electoral española.
Hoy hay manifestación independentista —-en el tercer aniversario de la conversión delprofeta a esta fe sobrevenida— y la televisión gubernamental se va a volcar en darle bombo a la manifestación gubernamental. La Junta Electoral Central le ha dicho a TV3 que muy bien, que transmitan la manifestación, pero que homme, siendo un acto claramente decantado hacia dos de las candidaturas en carrera (las del señor Mas Junqueras y la de la CUP) tendrán que compensar dando el mismo tiempo y en jornada festiva a las otras opciones políticas. Deben de estar en TV3 rehaciendo su programación y fumando en pipa. Todavía les toca hacer un telemaratón con García Albiol para equilibrar un poco. O un debate Albiol-García Margallo sobre la pertinencia de reformar la Constitución. Que al ministro le parece una buena idea y al PP le parece que es una más de Margallo. Una opinión personal, dicen, como si el ministro dejara de serlo a ratos para hablar de Cataluña. O como si a alguien fuera a importarle esa opinión si no fuera porque es ministro.
Los socialistas, por su parte, han hecho un video. Que es lo que más les gusta hacer en el PSOE: en cuanto empieza una campaña, le dan a la fábrica de vídeos. En éste salen dirigentes socialistas del resto de España —Puig, Page, Fernández Vara, Armengol, Javier Fernández, SUSANA— mostrando su afecto por los catalanes. La factura técnica del video es floja, malilla, pero en favor de sus autores hay que decir que han conseguido decir todos lo mismo. (Oye, es el PSOE hablando de Cataluña, esto es meritorio). Como tiene guión y no sale Felipe González y no han invitado a Bono o a Ibarra y, sobre todo, como no se meten en berenjenales del derecho a decidir, les ha quedado armónico.