El Correa de aquel año 2007 se parecía poco al Correa que hoy veremos en el estrado del juicio de la Gurtel. No sólo porque físicamente está muy avejentado sino porque el de entonces vivía en la abundacia, y se creía a salvo de todo —tenía tantos amigos importantes, ¿verdad?, tantos contactos— mientras que el de ahora tiene sus propiedades embargadas, un horizonte penal de varios años de cárcel (ya pasó tres en prisión preventiva) y no tiene a quién llamar.
La investigación de la UDEF, supervisada por la fiscalía anticorrupción, acabó en el juzgado de Garzón en agosto de 2008. Entre ese día y la mañana del seis de febrero, cuando fue detenido, se fueron acumulando los indicios contra el tal Correa. La policía mencionaba en sus informes un par de datos interesantes:
• El primero, que el tren de vida que llevaba —varias casas en propiedad con servicio doméstico en todas ellas— no se reflejaba en sus cuentas bancarias. El nuevo rico, próspero hombre de negocios, no tenía dinero en el banco.
• El segundo, que telefoneaba con frecuencia a cargos públicos del Partido Popular —el alcalde de Pozuelo, el de Majadahonda, el de Boadilla—, pero que no lo hacía utilizando su móvil sino el de su chófer. Teléfono de seguridad. Quizá porque para entonces ya sospechaba que la UDEF —-qué coño es lo de la UDEF— le estaba investigando.
A Francisco Correa Sánchez lo detuvo la policía hace siete años y medio por orden de Baltasar Garzón como presunto cabecilla —junto con Pablo Crespo— de una red de sociedades que falseaba facturas y partidas de ingresos y gastos para ocultar las comisiones y sobornos que pagaba a cargos políticos a cambio de trato de favor en los contratos y el patrimonio que iban acumulando los integrantes del grupo de Correa y que ocultaban, a través de sociedades pantalla, para no tener que dar explicaciones —y pagar impuestos— a Hacienda. Más tarde aparecería el otro nombre gordo de esta historia: Luis Bárcenas, tesorero del PP, el hombre al que Correa decía en una de las conversaciones grabadas con un tercero, que le había llevado mil millones de pesetas a Génova y a su casa. “Líquidos”, en efectivo, “y sé cómo lo saca de España”.
El detenido, Correa, lo negó todo al principio y lo siguió negando luego. Siete años y medio de negación reiterada. Hoy volverán a hacérsele las mismas preguntas. La incógnita es si responderá lo mismo —la negación— o admitirá alguna de las acusaciones que sobre él pesan. Y si en caso de hacerlo, señalará como responsables de actividades delictivas a algunos de los sus colegas de aquellos años de vino y chollos.
Correa es el cuarto procesado en declarar. Los tres anteriores han admitido los cargos.
Hace ahora justo un año se vivió un episodio interesante. Chusco, dijeron algunos entonces. El diario difundió un documento que, según su director, le había entregado en mano Francisco Correa fruto del pacto con la fiscalía para tirar de la manta. En aquel papel se decía que el jefe de la cosa no era él, Correa, sino Bárcenas. Era el tesorero el que utilizaba al empresario para cobrar comisiones del tres por ciento a cambio de adjudicaciones y contratos públicos. Correa desmintió luego todo aquello: el papel lo había escrito un abogado pero él nunca había intervenido en confesión alguna.
Hoy empezaremos a saber si el Correa de 2016 se parece más a aquel que, presuntamente, había decidido confesar o al Correa de todos los años anteriores. El resto de los encausados aguarda con interés (algunos con preocupación) su testimonio. Sobre todo uno: Luis Bárcenas.
De las conversaciones sin micrófonos que se escucharon ayer en la recepción del Palacio Real salen dos conclusiones:
• Una, que la mayoría de los dirigentes políticos (de PP y PSOE) dan por hecho que Rajoy será investido en segunda votación y con la abstención del grupo socialista.
• Dos, que Javier Fernández aún no las tiene todas consigo. Cree, aunque no lo diga, que habrá abstención porque pesarán los argumentos que él viene dando sobre el nefasto horizonte electoral que se le presenta a su partido si vuelve a haber urnas. Pero…la labor de siembra se ha revelado más árida de lo que él calculaba. La tierra es pedregosa y está poco receptiva al viraje. En aquellas agrupaciones socialistas donde se ha debatido y votado cuál debe ser la posición del PSOE ha ganado el “no” con soltura.
La última prueba de que no está el oso aún vencido es que el mismo día en que Susana Díaz celebraba lo rápido que, según ella, se ha pacificado su partido y ensalzaba el trabajo del presidente de la gestora, Francina Armengol, baronesa balear, le clavaba un rejón al asturiano por estar debatiendo en público lo que aún no se ha debatido en privado, puertas adentro de un comité federal en el que ella piensa dar batalla. El PSOE balear llama a votar “no” y pide que se convoque a los afiliados. Pedro Sánchez estará ausente de la primera línea pero su teléfono sigue operativo. Y portavoces no le faltan. “Sin Sánchez no hay sanchismo”, se le escuchó ayer a un barón del sector de los vencedores. Muerto Pedro se acabó el pedrismo. El problema, para el barón que lo decía, es que Pedro, a pesar de sus esfuerzos, sigue vivo.