Hoy votará con el grupo socialista y el sábado es posible que ya no vote. No porque se abstenga, sino porque deje ese mismo día —y antes de votar— de ser diputado. Hoy vota NO a Rajoy y ése es su último voto en esta cámara. El punto de partida para anunciar su candidatura a secretario general del partido, volveré, acuérdese de Terminator.
Apareció Sánchez, Pedro el reaparecido, para saludar a sus compañeros de grupo (que respondieron al saludo con más entusiasmo unos que otros) y para decirle a los periodistas que los había echado mucho de menos. "Será porque usted quiere", podrían haberle dicho, porque a Sánchez le quitaron la secretaría general pero no le quitaron la lengua. En estas tres últimas semanas podría haber hablado cuantas veces hubiera querido —-comité federal incluido— pero optó por el perfil bajo tuitero: alguna declaración cortita y sin tener que responder preguntas, a la antigua usanza mariana. Eso también está a punto de terminar.
El sábado —y el domingo—, el foco lo tendrá Sánchez. Esta mañana, se lo tendrán que repartir Antonio Hernando y Pablo Iglesias. Que aparte del foco se van a repartir unos cuantos mandobles verbales. El primero para recordarle al segundo que tuvo en su mano cambiar el gobierno de España y el segundo para solidarizarse con el primero por el papelón del cambio de postura. Y para sacar a pasear a Susana y a Felipe como padrinos de lo que llama el golpe palaciego.
La triple alianza, que suena parecido a la triple A y a sí da más miedo. Sobre el papel lo de esta mañana es el no a Rajoy sonando en esta cámara con más intensidad de lo que volverá a hacerlo en mucho tiempo, pero en realidad a lo que vamos a asistir es al primer round del combate PSOE-Podemos.
He entendido el mensaje. Rajoy abrevió ayer su discurso de investidura de agosto —mengua que no le ha agradecido suficientemente la cámara— y lo envolvió en esta música nueva que suena a negociación y a acuerdos. Aunque a la música le falte la melodía principal, que es la de las cesiones, a qué está dispuesto a renunciar este presidente que pasa del rodillo a la minoría parlamentaria.
Rajoy evitó ayer presentarse a sí mismo como el paradigma de lo sensato, lo razonable, lo democrático y lo racional. Llegó incluso a admitir, aunque fuera para reprocharle a los demás que se ensañen con el tema de la corrupción, que nadie es infalible. Y que por eso él declara inaugurada la legislatura de escuchar, entender, atender y pactar. Cinco campos para el acuerdo ofrece: pensiones (un clásico), empleo (un fijo), educación (una asignatura pendiente), financiación autonómica (un guiño a los barones) y lucha contra la corrupción (un peaje). Al independentismo catalán todo lo que le ofrece es un acuerdo fiscal, mejorar los mecanismos de solidaridad territorial. Y de reforma de la Constitución, el presidente aún no dice nada.
Estamos en los preliminares. La legislatura está recién iniciada y nunca están de más las buenas palabras. No hubo grandes noticias en el resumen de sí mismo que ofreció Rajoy ni las hubo en la colección de estribillos previsibles que se escuchó en boca de los demás partidos.
La mejor síntesis la hizo ayer Iñigo Errejón: Rajoy no necesita innovar en su discurso porque la innovación ya se la pone el PSOE.