Dicen las malas lenguas que hoy se vio a Esteban González Pons bajándose los podcast de Onda Agraria para ponerse al día y hacer méritos. Se busca ministro: ¡quinielistas, ¡a jugar! Todo dirigente del PP que hoy se puso a tiro escuchó la misma pregunta en boca de los periodistas: ¿le gustaría ser ministro de Agricultura? “Oiga, Cospedal, ¿quiere usted ser ministra?” “No, yo sólo quiero ser presidenta de Castilla La Mancha”. Claro, claro.
“Eh, Monago, ¿le interesa la cartera vacante?” “¿A mí? No, yo estoy muy cómodo siendo verso suelto y barón rojo”. ¿Seré yo, señor, seré yo? La principal incógnita a partir de este momento no es quién será llamado (o llamada) para incorporarse al consejo de ministros, sino si aprovechará el presidente para soltar lastre. Es decir, y para empezar, si Cañete es el único ministro que desembarca en la lista europea o hay otro nombre.
Hay ministros -y ministra- que al escuchar esta mañana la noticia de Cañete se agarraron a la silla temiendo que se los lleve la corriente. Y hay ministros –y ministra- que cruzaron los dedos para que haya cambios de cartera y les toque algo más emocionante que lo que vienen haciendo hasta ahora. Baile de sillas, ésa es hipótesis que se abre camino en el horizonte y que da, de aquí a mayo, para unas cuantas tertulias.
Hoy los populares, empezando por Alfonso Alonso, felicitaron a Miguel Arias, aún ministro, por su designación como cabeza de lista. ¿Es una promoción profesional pasar de ministro a aspirante a eurodiputado? Pregúntale a cualquier dirigente político en activo y con aspiraciones qué prefiere, si ser ministro o eurodiputado, y nueve de cada diez te dirán que ser ministro. El décimo, miente. Cosa distinta es que milites en el partido que ha perdido el poder -como le pasa al PSOE, salvo en Andalucía- y que ayuno de horizonte laboral atractivo le eches el ojo a un escaño en Estrasburgo, que es una cosa relajada y bien pagada. Y cosa distinta (y éste es el caso de Cañete) es que te nombren no cabeza de lista para ejercer de eurodiputado, sino comisario europeo in péctore, que de esto va el asunto.
El objetivo último de Cañete -y de Rajoy al enviarle- no es el Parlamento europeo, sino la comisión, su hombre en el gobierno comunitario, el eficaz, hábil y políglota Cañete, el delegado del gobierno español en la comisión europea. Sustituirá en ese cometido no a Joaquín Almunia, que nunca ha sido visto por el gobierno Rajoy como un propio, sino al italiano Tajani, que ha sido, junto con Durao Barroso, el mejor contacto que Rajoy ha tenido en Bruselas. Para allá va Cañete, a Bruselas, no a Estrasburgo.
En el Parlamento europeo se quedará Valcárcel y los otros nombres que aparezcan en los primeros puestos de la lista que mañana se conocerá en su integridad, y que está por ver si lleva dentro alguna sorpresita.
En realidad, lo que Cospedal anunció esta mañana no es que Cañete sea el candidato -el ritual-paripé debe cumplirse- sino que ella le va a comunicar al comité electoral del partido (¿el comi-qué?) la propuesta de que sea Cañete. ¿La propuesta de quién? Pues está claro, del de arriba. El dedazo de primavera terminó hoy de consumarse. Dices: bueno, lo de Valenciano también fue dedazo. Sin duda, pero de invierno, no de primavera. La vicesecretaria general del PSOE lleva designada desde hace meses. Y huérfana de adversario popular con el que polemizar tres o cuatro veces al día.
Hoy estaba Valenciano tirándose de los pelos: tanta tontería con quién será el candidato del PP y ha acabado siendo el que se decía desde el principio. Cuántos fines de semana desaprovechados, cuánta cera le podía haber dado ya a Cañete. “A ver”, se dijeron hoy los estrategas socialistas, “¿qué tenemos sobre Cañete?” Tormenta de ideas, ¿qué es lo peor que sabemos de este hombre? ¡Que se come los yogures caducados! ¡Que se ducha con agua fría! ¡Que le gusta mucho el vino! ¿Cuánto es mucho? Yo qué sé, demasiado.
Una vez dijo algo sobre los camareros, ¿cómo era aquello? Añoraba los camareros de antes porque les pedías un cortado, una tostada con crema, otra con manteca colorada y unos boquerones en vinagre y te lo traían todo rápido y sin equivocarse. Podríamos atacarle por xenófobo. ¿Por hablar bien de los camareros de antes? No, porque los de ahora son extranjeros.
Podemos llamarle nostálgico de otro tiempos: también dijo que antiguamente se aprovechaban los restos de la comida para hacer croquetas o un caldito y que eso estaba bien. ¿Antiguamente? Diremos que es insensible a las penurias familiares que ha traído la crisis. “Todo es son pellizcos de monja”, dice el estratega-jefe. “¿No tenemos nada más fuerte? ¿Es amigo de Bárcenas, le ha dado contratos al Bigotes?” “Podemos mirar si ha aparcado alguna vez en el carril bus, eso ahora tiene buena venta”.
Hasta que alguien ha dicho: pero vamos a ver, este hombre lleva siendo ministro más de dos años, ¿qué es lo peor que ha hecho en ese cargo, por qué temas le hemos dado caña en este tiempo? Uff, eso se lo sabrá Fuensanta, o Rumi. ¿Algún fiasco notable? Difícil, es un ministro que no hace ruido, por eso sale tan bien valorado. Pues algo habrá que hacer, que tenemos en marcha una campaña. Y ahí Valenciano zanja el debate: olvidémonos de Cañete, que aquí el que se presenta es Rajoy. ¿Cómo? Lo dijo Cospedal el otro día, ¿no?, quien se presenta es el PP y el gobierno del PP, pues por ahí hay que ir. ¿Está usted quemado con este gobierno? Pues dígaselo a Rajoy en los morros de Cañete.
La campaña va a ser tan previsible -por parte, al menos, de los grandes, veremos los pequeños por dónde salen- como el debate de la consulta catalana en el Congreso. Solo que ayer se conocía de antemano quién ganaba y quién perdía y en las elecciones de mayo -como en el fútbol esta noche- aún puede pasar cualquier cosa.